Desde el balcón con el que se ilustra está página pueden contemplar las vistas de un Bilbao casi inmortal: el cielo color panza de burra que tantas veces encapotó la ciudad (el cambio climático nos está robando parte de la postal, por desgracia...) y la Plaza Nueva donde estuvo la primera estatua de Don Diego de Haro y donde hoy luce un reloj que pueden verlo, vecino de la sede de Euskaltzaindia. Les ofrezco las vistas que se contemplan desde el salón de baile de la sede del Hogar Navarro-Nafarren Etxea, en ocasiones convertido en salón de gimnasia en días laborales. El balcón también tiene su historia, no se crean. Engalanado con el escudo encadenado de Navarra, desde allí se lanza, cada 7 de julio, el txupin que celebra San Fermín, unos días en los que la sede entra en ebullición. El actual presidente, Juantxu Palanzuelo, ejerce de guía a quien visita este espacio.

Viajemos tiempo atrás, cuando aún ese espacio era un piso particular de prestancia, como se decía en la época. Según los testimonios de la prensa de la época, recogidos en el artículo publicado en la Guía de fiestas de Bilbao Aste Nagusia 2001 sobre el primer centenario del Hogar Navarro de Bilbao ocurrió lo siguiente: “A eso de las cuatro de la tarde del domingo 7 de julio de 1901 coincidieron en el bilbaino café Boulevard del Arenal, varios navarros. Entre ellos se encontraba el famoso violinista Uztarroz y el cantante Servan, dos glorias de su tiempo, a la sazón actuando en Bilbao. Llevados de la nostalgia de encontrarse lejos de su tierra en un día tan señalado, empezaron a cantar una jotica, y al punto fueron rodeados de un nutrido grupo de parroquianos que, entre cánticos y copas, celebraron así (el 7 de julio de hace 114 años) los primeros sanfermines de los que se tiene noticia en Bilbao, con tan gran contento y emoción, por otra parte, que antes de separarse acordaron volver a reunirse para constituir algún tipo de asociación de los navarros residentes en Bilbao, dando así origen a la denominada Colonia Navarra, en principio sin propia sede, y que tras pasar por diferentes locales, acabó por instalarse en la Plaza Nueva con el nombre de Hogar Navarro”. Un siglo largo después hay que recordar que merecen honores. No en vano, el Hogar Navarro-Nafarren Etxea, constituido en 1901, es la asociación más antigua de Bilbao y tiene 264 miembros. Hoy es sede de la Asociación de jubilados Nabalur.

La sede pasó por tres locales diferentes, les dije. Paseemos por ellos. Con Manuel Lasa como primer presidente empieza a caminar la Colonia Navarra, se crean los primeros estatutos, se establece una cuota de 1 peseta al trimestre, 4 pesetas al año, para sufragar los gastos, entre ellos el alquiler del primer centro, Colonia Navarra, ubicado en Alameda de Mazarredo, besándose con la que entonces era la calle Espartero y que más tarde sería la calle Juan de Ajuriagerra. Al ser un local pequeño, las Juntas Generales se celebraban en las Escuelas de Oficios de Atxuri. A pesar de esto, el lugar más frecuentado por los navarros era sin duda el Café Iruña, a cuyo frente se encontraba Severo Unzué, quien lo había inaugurado otro 7 de julio. En este caso en 1903. Era navarro de pura cepa.

¡Qué vida la suya! Severo Unzué Donamaría, navarro nacido en 1871, se encargó de suministrar comidas desde el comienzo de la Guerra Civil, en julio de 1936, hasta la entrada a la villa de las tropas franquistas, en junio de 1937, a todos los presos ingresados en la cárcel de Larrínaga que carecían de medios económicos, sin discriminación de ideología política. El gasto realizado en esta obra de caridad le supuso un desembolso de 175.000 pesetas, a las cuales renunció cuando pasados tres años se las quisieron hacer efectivas. Fue duramente perseguido y torturado por estos actos. Falleció en 1940. El Hogar Navarro sobrevivió la Guerra Civil, es cierto, pero se quemaron los archivos, cuadros, banderas etc. que hoy hubieran tenido un valor incalculable.

Fue justo ese mismo año 40 en el que el café Iruña fue convirtiéndose en punto de unión de la navarrería de la época, si es que me lo permiten decir así. Se compró poco después un piso en la calle Ribera, donde finalmente se trasladó hasta su ubicación actual, la céntrica Plaza Nueva 5, 1º dcha., siendo presidente Fermín Alonso Arellano. Durante esta época debido a una fuerte migración el Hogar Navarro tuvo un gran auge, pues el número de socios era muy elevado. Hablamos de 1959.

El Hogar ha ido forjándose con el paso de los años. Los viejos usuarios recuerdan el gran trabajo de Luis Mayayo a comienzos del siglo XXI y tampoco olvidan a la única mujer presidenta, María Ángeles Tarazona, de 2001 a 2003. Hoy en día, eso sí, hay más mujeres que hombres socias. Practican gimnasia de mantenimiento dos días a la semana, reciben clases de euskera y de informática y realizan actividades para la estimulación cognitiva. Se celebra en sus salones el Día de la mujer trabajadora y en el exterior diversas excursiones y noviembre es el mes cultural. Todo ello a cambio de una cuota anual de 50 euros.

Quienes han sido testigos aseguran que no hay mejor atalaya para recrearse con los fuegos artificiales de Aste Nagusia ni para lanzar el txupin de San Fermín. Un fresco costumbrista pintado en la pared que recibe a quienes llegan está escoltado por dos estatuillas de San Francisco Javier y San Fermín y en el salón comedor se celebran encarnizadas partidas de tute, brisca y mus, aunque este en menos medida. Es, ya ven, todo un hogar.