En Erandio, allá en el barrio de Altzaga, luce una calle con el nombre de Obieta. A la altura del ayuntamiento, una estatua se sienta en un banco en honor a este personaje. Veamos por qué. Agustín María Magdalena Obieta Aldecoa fue un médico y político bilbaino que nace en 1814. Durante prácticamente toda su vida no vivió en Erandio, es cierto, sino que tuvo su domicilio en el número 24 de la calle del Arenal, en la capital vizcaina, si bien tuvo ciertos terrenos en el actual barrio de Altzaga. También residió durante algún tiempo en Madrid. Era un personaje que venía de familia adinerada y de hecho su capital le permitió ser uno de los electores del Bilbao de finales del XIX, puesto que para votar o ser votado necesitabas un capital que no todos lo podían conseguir. Llegaría a ser alcalde de Bilbao, como más tarde veremos.
Su relación con Erandio llegó a partir de su boda con Sinforosa Jado La Llana, hija de Jose Jado y Ramona la Llana. Agustín María Obieta era tío de Laureano Jado Ventades, que además de ser uno de los benefactores de los hospitales de Basurto y Gorliz, será junto al propio Agustín María uno de los impulsores de la urbanización del barrio de Altzaga, a finales del S. XIX.
De ahí nace la estatua y la calle de la que les hablaba. Doctor en Medicina y Cirugía, Agustín María Obieta desarrolló una brillante carrera profesional y contribuyó con importantes aportaciones a la investigación en dicho campo. Obtuvo el reconocimiento de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, constituida en enero de 1895, siendo nombrado Presidente honorario de la misma.
En el terreno médico, que formó parte de buena parte de su vida, tomó parte activa en las epidemias desarrolladas en la villa, asumiendo la dirección de la Junta de Sanidad. Gestionó, a su vez, la creación de una plaza de médico inspector de cadáveres y la instalación de un depósito de cadáveres en el cementerio de Mallona. Junto con la Junta de Sanidad, destaca su labor para combatir la epidemia de cólera que afectó a la villa en los años 1854 y 1855 (visitas domiciliarias, vigilancia, medidas higiénicas, etc.). Era, como ven, un hombre de raíces polifacéticas.
¿Quieren algún ejemplo más? Además de su profesión como médico, fue miembro del Consejo de administración del Banco de Bilbao y participó en la comisión directora del Ferrocarril Bilbao-Tudela (1855-56) en representación de la Junta de propiedad de la villa. Formó parte también del Consejo de Administración de la Compañía del Ferrocarril. Y años más tarde sería suscriptor del ferrocarril Bilbao-Tudela. Escribió, además, libros tan singulares como Influjo de los astros en el curso de las enfermedades entre otros.
Recuerdan las viejas crónicas que su labor fue reconocida por el pueblo y por los altos fondos, si es que se puede decir así. Destaca la condecoración recibida de Amadeo de Saboya, la Gran Cruz de Isabel II, durante la visita del monarca a Bilbao en 1872 y no se olvida que desplegó una amplia y fructífera actividad política desempeñando diversos cargos en la administración provincial y local bilbaina.
En 1854 tomó determinadas funciones en el ayuntamiento bilbaino, donde participó además en la comisión de Asuntos eclesiásticos y en la del proyecto Ferrocarril de Irún a Madrid por Bilbao. Dos años después, en el bienio de 1856/58, fue Regidor de la Diputación vizcaina.
Así hasta que tras la dimisión del alcalde Felipe Uhagón, el 17 de enero de 1877, Agustín María Obieta fue nombrado su sustituto. Bajo este cargo defendió el mantenimiento de las libertades e instituciones vascas. Dejó el cargo mes y medio después y falleció en 1896, sin llegar a conocer el siglo XX que tanto prometía.