Eran los tiempos duros y a su vez excitantes. Hagamos un recorrido por la historia hasta llegar a esa rampa de caracol que recuerda al escenario de un garaje por el que se persiguen espías, malhechores y la autoridad. Por si no lo conocen y sienten curiosidad les diré que es una imagen reseñable de la nueva Alhóndiga de Gaztelondo que se construyó entre 1969 y 1976 y que, pese a su nombre, y al contrario que la antigua Alhóndiga construida en Indautxu, actual Azkuna Zentroa, nunca ha ostentado el título de Alhóndiga Municipal, pues la Ley de 24 de diciembre de 1962 dio por concluido el tiempo de los fielatos y las alhóndigas municipales.

Esta edificación fue promovida por la Asociación de Almacenistas de Vino al por Mayor para agrupar a los almacenistas y comerciantes de vinos individuales. Su función no era la recaudación de impuestos, sino la de distribución y comercialización del vino. Más adelante les hablaré de la actualidad pero Bilbao tiene un interesante cuento de hadas sobre las alhóndigas. Se lo recuerdo a pinceladas.

Algunos documentos oficiales de la villa prueban la existencia en el siglo XVI de un depósito de granos situado en los bajos de la Casa Consistorial, junto a la iglesia de San Antón. El llamado Peso Público, destinado a los líquidos, se localizaba en el Portal de Zamudio, a la entrada de la calle Ronda. En el siglo XVIII, éste último se transformó en alhóndiga general. La razón fundamental de su existencia fue la imposición fiscal municipal en concepto de almacenaje y también de sisas, tributos establecidos sobre los productos alimenticios, sólidos y líquidos. Pero asimismo fue una institución decisiva al facilitar el abastecimiento de la población y proporcionar a los comerciantes un lugar de depósito, almacenamiento y conservación.

Para mediados del siglo XIX, a esta alhóndiga se habían sumado otros depósitos, sujetos a impuesto municipal y situados también en la calle Ronda. Con la incorporación de la nueva población de las anteiglesias de Abando y Begoña en 1870 y dada la reducida capacidad de los mencionados depósitos, se construyó en 1884-1885 la alhóndiga de Barroeta Aldamar, que pasó a ser la principal. Pero tampoco fue suficiente, debido al aumento de población y del tráfico comercial. Con el cambio de siglo, se vislumbran las deficiencias de las alhóndigas locales en capacidad, condiciones e incluso localización (Barroeta Aldamar, Iturribide, Uribitarte, La Alberca, Fernández del Campo) y se opta por la compra de terrenos para la construcción de una nueva que permitiese centralizar los servicios y posibilitar ampliaciones futuras. Va acercándose la construcción de la Alhóndiga que tanto peso tuvo a lo largo del siglo XX en Bilbao. Tras un concurso declarado desierto, en el segundo, celebrado en 1900, el Ayuntamiento decide la compra de la manzana nº 80 del Ensanche, de 8.900 m2, a Federico Solaegui. No obstante, en 1904, dado que el problema seguía aún sin resolver, el concejal Pedro Bengoa, en nombre de la Comisión de Hacienda, presentaba un detallado informe de la situación y proponía la definitiva construcción de una alhóndiga.

En sesión de 1 de julio el Ayuntamiento elevaba a acuerdo las conclusiones de dicho informe y en 1905 se encomendaba a Ricardo Bastida, arquitecto municipal, la redacción del proyecto, que presentaba tras visitar centros similares en Europa.

Tras la fase de obras, definitivamente la recepción de las mismas fue aprobada el 19 de noviembre de 1909. Ese mismo año se instalaban los 138 almacenistas de vinos inscritos. Algunos de los principales ocupantes de la Alhóndiga Municipal hasta su clausura fueron miembros de la Asociación de Vinos al por mayor de Bizkaia, que inicialmente mostró su oposición al proyecto, en buena medida por su localización, alejada del puerto, centro de su actividad. La alhóndiga municipal era clausurada de forma oficial el 4 de junio de 1977 y se inauguraba la nueva de Gaztelondo, en Rekalde.

El edificio de Rekalde

El edificio construido se corresponde con un proyecto modificado. Es una pieza rectangular, constituida por dos sótanos y cuatro alturas. La comunicación vertical se articula mediante dos rampas circulares situadas en los extremos sureste y noroeste. Además, junto a ésta, existe un pequeño volumen rectangular adosado de dos plantas.

Por su situación en el extremo sur del barrio de Rekaldeberri, encajado en una antigua cantera alojada en las faldas del monte Pagasarri, desde el exterior únicamente se percibe la fachada norte del conjunto, desde donde se accede a la alhóndiga a nivel de sótano primero. Destaca la rotundidad formal del conjunto, compuesto por volúmenes puros de formas rectangulares y cilíndricas.

Para el desarrollo de la actividad, se introdujo un vial perimetral de acceso a los muelles de carga que permite apreciar la relación del edificio con la cantera preexistente, donde el hormigón juega un papel fundamental, como piedra artificial formada a partir de las mismas calizas que allí se encuentran en estado natural. El aparcamiento, situado en la cubierta, mantiene un tratamiento escultórico singular que guarda relación con las propuestas de Le Corbusier.

Otro tanto sucede con el antepecho de la coronación, también de hormigón armado, con una traza inclinada característica, ya ensayada en obras anteriores como Club Kai Eder, de 1964. Una obra llamativa.