Este año, el nuevo horario de invierno 2025 entrará en vigor durante la madrugada del sábado 25 al domingo 26 de octubre. En ese momento, los relojes deberán atrasarse una hora: a las 03:00 horas se marcarán las 02:00 horas. Este ajuste anual, ya habitual, marca la despedida del horario de verano y da paso a una rutina con más luz por las mañanas y tardes que oscurecen antes.
El cambio oficial está confirmado, incluyendo su aplicación en toda la península, Baleares, Ceuta y Melilla, aunque en las islas Canarias el ajuste también será de una hora (de 02:00 a 01:00). Ese día tendrá 25 horas en lugar de las 24 habituales, lo que significa que se "gana" una hora de sueño, aunque la adaptación puede llevar tiempo para algunos.
Una medida debatida
Aunque esta práctica es recurrente, no está exenta de debate. El motivo oficial es optimizar el aprovechamiento de la luz natural y fomentar cierto ahorro energético, además de ajustarse a la normativa vigente en la Unión Europea. Sin embargo muchos ciudadanos ya se preguntan si merece la pena, ya que los días más largos por la mañana se pagan con tardes que se oscurecen antes, y los efectos sobre el reloj interno del cuerpo (el sueño, el ánimo) no son menores. Aun así, mientras no se promulgue un cambio legal definitivo, este será el calendario que seguiremos: el último fin de semana de octubre, retrasando el reloj una hora, y adaptándonos a un horario que trae consigo días más cortos, amaneceres más tempranos y el inicio formal del invierno horario.
Efectos en la salud
El cambio de hora que marca la entrada en el horario de invierno no solo altera nuestra rutina, también tiene efectos en la salud física y mental. Aunque se gana una hora de sueño, este ajuste repentino rompe el ritmo circadiano, ese reloj interno que regula funciones vitales como el descanso, la liberación de hormonas o el apetito. En los días posteriores, muchas personas experimentan cansancio, somnolencia diurna, irritabilidad y dificultades de concentración, síntomas que suelen durar entre tres y siete días hasta que el cuerpo se adapta. Para quienes ya sufren trastornos del sueño, la descompensación puede ser más intensa y prolongada.
A nivel cardiovascular, estudios han detectado un ligero repunte en infartos y accidentes cerebrovasculares tras los cambios de hora, lo que refleja que el organismo percibe la alteración como un estrés añadido. En el plano emocional, la reducción de horas de luz por la tarde puede favorecer la aparición del llamado trastorno afectivo estacional, que se traduce en desánimo o apatía, sobre todo en personas predispuestas a la depresión. Los especialistas recomiendan exponerse a la luz natural por la mañana, mantener rutinas regulares de sueño, evitar la cafeína en exceso y adaptar la alimentación para facilitar la transición.
En definitiva, aunque el ajuste horario forma parte de nuestra normativa, sus consecuencias recuerdan la estrecha relación entre reloj biológico y bienestar, y la importancia de cuidar los hábitos durante este periodo de adaptación.