Hace unos meses, El Xokas, youtuber y streamer español, fue noticia no precisamente por sus éxitos. Se trata de la persona que más suscriptores acumula en Twitch, la plataforma de emisiones en directo (streaming) por antonomasia. Una plataforma, por cierto, propiedad de Amazon. Pues bien, El Xokas, que es el nombre por el que es conocido este productor, fue descubierto empleando cuentas falsas para defenderse de ataques que constantemente recibe en las redes sociales. ¿Cómo el éxito te lleva a cometer este fallo? En Internet, la autenticidad y naturalidad, es precisamente lo que ahora se demanda. Entendámoslo.

Hacer emisiones en directo de doce horas seguidas es muy habitual en este sector donde muy pocos triunfan. Es lógico que por lo tanto, se trate de personas que acaban agotadas y bajando la guardia. Nos pasa a todos. Y es que el streaming, ante el recrudecimiento de la competencia, empieza a vivir lo que en otros sectores ha pasado: el contexto del protagonista es más interesante para la audiencia que lo que cuenta el protagonista en sí. Hay numerosa evidencia científica que explica este fenómeno. Es lo que en mi pueblo llamaríamos por qué nos encanta cotillear. John Hardy, profesor de neurociencia de la University College London, lo explica en clave de evolución. Nuestros antepasados necesitaron el cotilleo para prosperar. Encontrar la mejor pareja requería entender quién estaba libre, con quién estaba una persona, qué poder o recursos tenía otra, etc. Por lo que cuando vemos a gente como nosotros al otro lado (que es lo que los streamers explotan muy bien), y vemos los problemas que tienen, nos sentimos realmente atraídos por ese contenido. Sálvame, Operación Triunfo o Gran Hermano son productos de la misma (tele)realidad. Leer libros no te daba mayor prosperidad hace cientos de años (a decir verdad, tampoco había libros ni sabíamos leer). Cotillear sí.

En este contexto, es lógico, previsible y normal que estas personas hayan empezado a emitir en directo narrando todo lo que les ocurre. Y esto, que suele traer consigo importantes audiencias, también suele traer importantes detractores. Es humano. El éxito del vecino, evolutivamente hablando, muchas veces lo traducimos en la pérdida de mi posibilidad de ser exitoso. Es lo que en mi pueblo llamaríamos envidia. Y cuando eres tan joven, y acumulas tanto éxito y envidia, te puede ocurrir lo que al protagonista de nuestra historia: que cometas el error de atacar a tus rivales con una cuenta falsa. Y esto, en Internet, es una norma que no se perdona.

Al final, lo que están haciendo estos productores es competir por la atención de la gente. En esta línea de entender el mercado de la atención, conviene que seamos conscientes de su inexorable relación con nuestra salud. Especialmente la mental. Cómo gestionamos nuestra atención y a qué dedicarla, es algo que las redes sociales y estas plataformas de emisiones en directo han sabido explotar muy bien. Anna Lemke, autora del altamente recomendable libro Dopamine Nation, alerta de una sociedad que estamos construyendo donde la felicidad es el eje vertebral. O somos felices o no, no hay más estados. Y ahí, las redes sociales han construido una máquina adictiva para darnos felicidad en base a la dopamina (neurotransmisor clave en la motivación). El problema es que es un círculo del que es difícil salir: o tengo dopamina continua o no estoy feliz. Por eso el uso de redes sociales no para de crecer. Y por eso no paran de aparecer productores como El Xokas que buscan dar esa dopamina barata a sus grandes audiencias.

La cuestión de fondo es si estamos todos y todas preparados para vivir en esta sociedad sin indulgencia y en búsqueda constante de elementos de motivación. La neutralidad en tendencia de desaparecer. Y la naturalidad, también. Internet trajo muchos cambios, pero especialmente, en clave antropológica. Pensémoslo. Y sobre todo, expliquemos esto a nuestros hijos/as.