El circuito vasco-navarro de ciclismo amateur significa un tesoro que no podemos perder bajo ningún concepto. La abundancia y el nivel de las carreras en nuestro territorio han supuesto históricamente un importante trampolín hacia el profesionalismo para los mejores valores locales. Pero esta es una circunstancia que afecta también a promesas de otras regiones del Estado e incluso de otros países, que se han forjado o se forjaron en su día compitiendo en las pruebas del Euskaldun y del Lehendakari. Para el recuerdo quedaron casos como los de Michal Kwiatkowski (Caja Rural), de Richard Carapaz (Lizarte) o incluso de un Alberto Contador (Iberdrola) que pasaba temporadas alojado en un piso del equipo en Azpeitia.
Por todo lo explicado, no resulta extraño escuchar ahora a un ciclista aragonés, de Jaca, asegurar con firmeza que correr en tierras vascas “es una ventaja” para él. Lo defiende convencido Pablo Castrillo (Movistar), sensación de la pasada Vuelta a España tras ganar dos etapas con el Kern Pharma y baluarte actual de la escuadra telefónica después de recalar en ella durante el invierno. “Conozco todos los puertos de la zona, todos. El miércoles en la etapa guipuzcoana, por ejemplo, todo el mundo me preguntaba por mi buena experiencia en Lazkaomendi... En cualquier caso, yo también tenía controladas todas las subidas previas. No me extrañó que la carrera se rompiera como lo hizo”, manifiesta.
Dos victorias sonadas
¿Cuál es esa buena experiencia en Lazkaomendi a la que alude Castrillo? Pues la correspondiente a la Lazkaoko Proba de 2022, que él mismo se adjudicó vistiendo el maillot rosa del Lizarte (filial del propio Kern Pharma). Se marchó en solitario a apenas cinco kilómetros de meta, en las duras rampas que juzgaron este miércoles la tercera etapa de la Itzulia, y pudo celebrar su triunfo con cierta holgura, sin temer el regreso de los perseguidores Xabier Berasategi (Laboral Kutxa) e Imanol Álvarez (Eiser-Hirumet). Aquel 30 de abril, el jacetano puso la guinda a un mes de ensueño sobre el que sustentó buena parte de su posterior paso a profesionales.
El 20 de marzo había levantado los brazos en Estella. El 27 había hecho lo propio en la prestigiosa Subida a Gorla. Y el 10 de abril había terminado de abrillantar su palmarés aficionado llevándose en Arrate el Memorial Valenciaga. El italiano Davide Piganzoli, actual corredor del Polti-Kometa, inició la subida final al Santuario armero con un minuto de renta sobre el pelotón. Pero Pablo atacó muy abajo para poner tierra de por medio, atrapar al escapado y soltarlo con facilidad antes de que la carretera iniciara ese último tramo descendente. Todo el mundo supo aquel día que la élite ciclista tenía una plaza reservada para él.
Castrillo tiene ahora 24 años, cinco menos que su hermano ex ciclista, Jaime, quien vivió inicios similares a los del propio Pablo: creció en el Lizarte y recaló en el Movistar, aunque sin paso intermedio por un Kern Pharma que entonces (2017) no existía. El menor de la saga, mientras, ha podido disfrutar de una progresión más escalonada para estrenarse con mejor pie en la máxima categoría, el World Tour. “Siento que me estoy adaptando muy bien”, indica Castrillo, 12º este curso en la general de la Comunitat Valenciana, séptimo en la del UAE Tour y 11º en la de París-Niza. “Me siento muy cómodo en las vueltas de una semana. Están sirviéndome para progresar y los resultados son buenos, sobre todo si hay contrarreloj de por medio”. Tras la etapa de ayer con final en Markina es 19º en la clasificación a 3:42 del líder Joao Almeida.