La Costa Brava sugiere los acordes que dan vida a Mediterráneo, ese himno que es todo, la propia existencia. El genio de Joan Manuel Serrat, contemplativo y vividor, miraba al mar desde Calella de Palagrufell, donde se refugió para que la inspiración le acariciara el rostro y la brisa jugara con su melena. Oteando el horizonte escribió algunos de los versos más bellos y evocadores jamás hilvanados. Alimento para el alma. Un día soleado para el espíritu.

Por esas carreteras que festonean la Costa Brava, las vías que llevaron a Serrat a un encuentro místico, a desentrañar los misterios del ser humano con una letra de prodigiosa sabiduría en su sencillez, se desenrolló la luz de la Volta a Catalunya, encaminada a Sant Feliu de Gíxols, a apenas 20 minutos de Serrat, de Mediterráneo. Una atracción irrevocable. La insobornable belleza.

Bello fue el triunfo del Nick Schultz, el inesperado, un verso suelto, que esquivó lo que debía ser y, por fortuna, no fue. La hermosura de la sorpresa, una flor exótica entre las grietas de una pared. El australiano se descubrió bajo el triángulo rojo, el que da la bienvenida al último kilómetro.

Schultz da la sorpresa

Parecía un acto de desesperación, pero el asalto, repleto de valentía y descaro, le elevó a un triunfo estupendo. Schultz, agonístico su esfuerzo, era una corazonada del destino. Lo inexplicable. Algo incontrolable. Recorrió mil metros como un fugitivo que busca en la frontera el descanso y la libertad, su Zihuatanejo.

Su esfuerzo, irreverente, lo recorrió en apnea, sumergido en el sueño de una tarde de invierno. Un ejercicio de supervivencia y frenesí que le llevó a los límites, a los confines de la resistencia, al tuétano del calvario.

El australiano fue capaz de soportar la descarga eléctrica de Tadej Pogacar, al que se le escapó el liderato por un par de palmos. Los que festejó Schultz, que no esperó al final, donde se escribía la crónica de una muerte anunciada.

Schultz soporta el esprint final de Pogacar. Efe

De algún modo, el australiano se convirtió en un personaje del realismo mágico. Un ser extraño, fascinante. El hombre que esquivó la bala de Pogacar, el chico de la pistola de oro. “Si hubiera durado dos metros más, me habría atrapado”, reconoció Schultz.

Esa capacidad insospechada le salvó de la guillotina del esloveno, que emergió con furia, los hombros adelantados, la pose de depredador. Cuando se disparó Pogacar, el eco de la detonación llegó a los oídos de Schultz, cada vez más aplomado, en el punto de mira del tremendo esloveno, que devoraba el asfalto a bocados.

Schultz, con el ácido láctico pellizcando los músculos, moría y resucitada en cada pedalada. Apenas mordisqueaba. Las fuerzas trémulas ante el vigor y la exuberancia de Pogacar, un proyectil en busca de la estela de Schultz, un Ecce homo. Puro sufrimiento. El esloveno, el diablo sobre ruedas, estaba en el retrovisor del australiano, que pudo alcanzar la orilla antes de sentir la dentellada de Pogacar.

Mikel Bizkarra, en fuga

Entre la playa y el cielo, a través de la cartografía de la Costa Brava, el cuerpo fue camino para Mikel Bizkarra, alma de marinero. Se fugó con otros en busca del atardecer naranja del Euskaltel-Euskadi. La marea del pelotón inundó las ilusiones de la escapada, que zozobró. La poesía era prosa metódica.

Mikel Bizkarra, durante la fuga. Euskaltel-Euskadi / Sprint Cycling

En paisajes melódicos y que sirven para vertebrar los sueños, el peso de la competición ahoga las ilusiones. Las de Bizkarra perecieron al igual que las de sus acompañantes en un paraje hipnótico que descubrió Pogacar cuando regresó de la Milán-San Remo.

Se montó sobre la bici y soltó las piernas. Recorrió 150 kilómetros hasta Sant Feliu de Gíxols, amanecer y ocaso antes de debutar en la Volta. Los genios tienen esas cosas. El esloveno, feroz competidor, no sabe pasearse. Le encanta correr, sentirse libre, jugar.

En el tobogán de Alt de Sant Grau, su carretera danzante, las curvas sensuales que oscilan, Pogacar es el muchacho sonriente de siempre que anuncia con alborozo que desea pasarlo bien. Mandó a Soler a agitar la ascensión. El descenso, veloz, zigzagueante, era la catapulta para su vuelo hacia la gloria. Se adelantó Schultz, que sobrevivió a Pogacar. Cerca del mar. Nació en el Mediterráneo.

Volta a Catalunya

Primera etapa

1. Nick Schultz (Israel) 4h 11:38

2. Tadej Pogacar (UAE) m.t. 

3. Stephen Williams (Israel) m.t. 


General

1. Nick Schultz (Israel) 4h 11:28

2. Tadej Pogacar (UAE) a 2’’

3. Stephen Williams (Israel) a 6’