Posee la subida el recuerdo del mito de Sísifo, una metáfora de la vida contemporánea que abruma a los hombres, como a los viejos héroes, a soportar duras pruebas, a estar dispuestos siempre, como el castigo de Sísifo, a volver a empujar montaña arriba una pesada roca. El ciclismo es padecer. Xorret de Catí, 3,8 kilómetros, (pendiente media del casi el 12% y el 15,3% en un kilómetro infernal, entre el 2 y 3) es una sucesión de paredes.

La sublimación de un muro. El clavario. Rampas que empujan cuestas. Un puño que brota desde las entrañas de la tierra en Alicante. El puerto es corto, pero denso, espeso, pesado. Dureza en hipérbole, concentrada, entre repechos hostiles. La pendiente baila hasta el desmayo, frisando el vuelco. Al 22%.

Una ascensión que clava voluntades, que arrodilla el deseo y fija la mirada en la nebulosa del esfuerzo sobrehumano, el punto de fuga del abismo, donde uno no sabe si vive o no. La montaña es la eternidad. Un túnel en el tiempo. Se comienza a subir con la exuberancia de la juventud y se repta después encorvado, como un anciano al que le pesa la vida.

Uno envejece varias vidas en el Xorret de Catí, donde se acumulan las ojeras que se comen el rostro, que hunden la ojos y achata la nariz. Ecce homos. Las patas de palo. Los pulmones, de arena. El ocaso llega en la montaña como una noche repentina. El tiempo es infinito en el sufrimiento. Julian Alaphilippe (2017), David Moncutié (2010), Gustavo César Veloso (2009), Eladio Jiménez (2000 y 2004) y el Chava Jiménez, que la inauguró en 1998, derrotaron con anterioridad la cumbre.

Esprint entre los mejores

El monstruo de tres cabezas, el Jumbo, quería pinchar la burbuja de la fuga para ondear en el Xorret de Catí. Primoz Roglic clavó su estandarte. Sepp Kuss tomó el liderato. Poder amarillo, ahora rojo. El esloveno derrotó en el esprint de la montaña a Remco Evenepoel que, asediado por el ejercito amarillo, se mostró granítico. Sin poros. Máscara sin grietas. Repelió el asalto de Kuss y peleó cada centímetro de gloria con el esloveno, que abrió gas en un final trepidante, para agarrar la victoria, la undécima en la Vuelta.

Sepp Kuss, nuevo líder de la Vuelta. Efe

A Roglic le reconforta la carrera española. En Xorret de Catí estiró el idilio que mantienen. Celebró el logro con un grito de alegría que era el aplauso a Kuss, el nuevo líder. El gregario alado que cuidó de Roglic en el Giro y de Vingegaard en el Tour, manda en la Vuelta. La idea del Jumbo parece una herencia. Una muñeca rusa. Matrioska. Tres vidas posibles. Elige tu propia aventura.

De momento, el discurso es Kuss, con una ventaja de 43 segundos sobre Soler y de 1:00 sobre Lenny Martinez, que se deshilachó en su numantina defensa. Mikel Landa, que ascendió un escalón, es quinto, a 2:29 del colibrí de Durango. El de Murgia concedió 41 segundos con Roglic. Los más distinguidos, empero, se encuentran más atrás, a la espera de que la crono individual del martes en Valladolid reconfigure el ábaco de la Vuelta.

Landa, en la ascensión a Xorret de Catí. Bahrain / Sprint Cycling

Una Vuelta apretada

Entre Evenepoel y Ayuso hay apenas veinte segundos. Entre medias, Roglic presiona al belga, a solo 7 segundos. Vingegaard se deja notar a una docena de segundos de Evenepoel. Mas está a la misma distancia. La Vuelta es un pañuelo. Xorret de Catí lo anudó más fuerte.

Antes de encarar la ascensión de mirada hosca, amenazante y pendenciera, hubo agitación en la coctelera de una día con relieve, con cuatro cumbres que gestionar. Hubo una fuga de una treintena de dorsales.

Ninguno con dinamita para la azotea, pero con purpurina en las piernas. Menguó la escapada y quedó en petit comité: Oier Lazkano, Caruso, Kron y Costa. En el pelotón, Lenny Martinez, el líder cenceño, ordenó a sus muchachos disponer un ritmo de contención respecto a la fuga.

Gran etapa de Lazkano

No la quería muy lejos. Quería verla con los prismáticos. En el Jumbo, que completó con éxito su maniobra en el Pico del Buitre, donde anidó Kuss, decidieron dar más decibelios a la persecución. Pusieron en marcha la lijadora con Gesink y después Van Baarle.

El hombre que masticó los adoquines de la París-Roubaix hacia globos con el asfalto. El solo se merendó a una escapa con galones. Imponente. Una locomotora. Todo lo tritura. Hasta Oier Lazkano, fenomenal su actuación, tuvo que rendirse en la subida.

Oier Lazkano, al mando de la fuga Movistar / Getty

Después de Arinsal, donde elevó el mentón, orgulloso, Evenepoel y el Pico del Buitre, cuando al belga le picotearon la moral Vingegaard y Roglic, la cima alicantina serviría para tratar de desencriptar la Vuelta, igualada entre los mejores, que comparten baldosa.

El enigma querían resolverlo los Jumbo aunque no dispusieran de la inteligencia, la pasión, la convicción y la dedicación de Alan Turing. Les bastaba con la charla del autobús y las piernas tiránicas. A Lenny Martinez se le cayó encima la montaña. Colapsó el líder francés, torturado. Padecía en la agonía. Se quedó sin aire. Peleó con honor Martinez en su despedida del trono.

Kuus, el primero en atacar

Kuss, Vingegaard, Roglic, Evenepoel, Ayuso y Mas se reunieron en una ascensión agónica. Una partida de póquer. Desconfianza. Kuss fue el primero en cargar la mesa con una apuesta. Tomó unos metros, pero no puedo romper.

Evenepoel, confiado, recuperado del episodio del Pico del Buitre, no le dio carrete. Se recompuso la reunión de patricios en rampas infernales, donde la mente se queda en blanco y pesan hasta los 21 gramos. El alma también sobra.

Evenepoel giraba la cabeza, rodeado de amarillo. Una maldición. Roglic, en un lado. Vingegaard, en el hombro. Kuss, en el retrovisor. Sólo la mirada al frente le concedía algo de respiro a pesar de la opresiva ascensión y la sensación claustrofóbica de estar emparedado.

Los pulmones mendigan aire. Mas y Ayuso se situaban en el mismo compás. Nadie conseguía separarse. Las penas, mejor en compañía. Enemigos íntimos. La subida radiografió la igualdad. Hombro con hombro, jadeo con jadeo, doblaron el Cabo de Hornos.

Sin diferencias

No había tiempo para ponerse un pendiente tras el logro. Esperaba un descenso burlón. Evenepoel enfiló con saña. Final de MotoGP. Trazaron las curvas a toda velocidad. Roglic se subió al rebufo del belga. El esloveno es letal en finales así.

Posición felina, el medallón que recuerda su pasado de saltador de esquí bamboleaba su ambición. Aceleró Roglic, inalcanzable. Evenepoel se sentó. Ayuso insistió. Vingegaard y Mas, a un chasquido. Roglic alzó los brazos. Vingegaard hizo eco con el puño en alto. Kuss lanzó el suyo al aire. La réplica del Jumbo. Roglic estruja la Vuelta.