La Bastille, el muro de Grenoble, enfatizó a Ciccone y coronó a Jonas Vingegaard en el Dauphiné, el ensayo general del Tour. El danés regaló la carrera el pasado curso a Roglic. Vingegaard era el más fuerte pero le concedió el honor al esloveno, que en el Tour se alió con su compañero para derrotar a Pogacar. Un año más tarde, las huellas de Roglic se han dirigido al Giro. Oro rosa para el esloveno.

La fiebre amarilla del Tour persigue a Vingegaard, que evidenció su jerarquía en el Dauphiné. Se quedó con dos etapas, tras exhibirse, y la general. Adam Yates, su mejor rival, concedió 2:23 y Ben O’Connor, 2:46 en el recuento final. Les separó un mundo.

Vingegaard está en otra dimensión. El danés es una certeza absoluta a tres semanas del gran reto. El rey de Francia quiere regresar a sus dominios para ampliarlos. Vingegaard conquistó el Dauphiné mostrando una superioridad insultante. Inaccesible para el resto.

Ciccone celebra la victoria de etapa. A.S.O. / Billy Ceusters

Pisó la Cima de la Croix de Fer la víspera, venció en Salins-les-Bains y en el cierre desvencijó al resto de favoritos en el puñetazo hacia La Bastille, un final muy duro, de rampas que frisaban el 20%. El paraíso para Vingegaard, que festejó la victoria de la carrera en la intimidad, con los suyos. Tras el triunfo de Ciccone, el danés soltó las piernas sobre el rodillo ante la mirada atenta de su mujer y su hija.

No necesita Vingegaard el teléfono que le conectaba en las cumbres del Tour con su familia. “Estoy muy contento con la victoria. Nunca he estado solo gracias al gran trabajo del equipo”, subrayó el danés. Quedó la sensación de que Vingegaard pudo haber ganado solo, a modo de un solista. Incluso en el ocaso del Dauphiné, en las rampas que asustaban, no tuvo que ponerse de pie Vingegaard. Las subió sentado, entronizado el rey. El danés se tomará unos días de asueto antes de afilarse para morder el Tour, la pieza de caza mayor. El gran desafío.

Landa, lejos de su mejor versión

A Mikel Landa el Dauphiné le arrancó de cuajo la ilusión. Siembre de dudas. Una mala señal cuando al Tour apenas le restan tres semanas para irrumpir con toda su fanfarria desde Bilbao. El escalador de Murgia, que dijo que el Dauphiné, su regreso a la competición, se antojaba una toma de contacto, le soltó un calambrazo. Electroshock. Se perdió en el anonimato el alavés, retratado en todas las montañas. Su hábitat.

El Tour que arranca en Euskadi exige un gran estado de forma en la primera semana, donde la montaña enseñará los incisivos. Gran escalador, a Landa, el ensayo del Tour le está cambiando el gesto. En el Col du Granier, 9,8 km a 8,7%, catalogado como Hors Categorie, fuera de categoría, Landa se resquebrajó. Padeció en el resto de puertos y finalizó el Dauphiné con un tachón. En La Bastille tampoco pudo acercarse a lo que es. Chocó contra el muro de Grenoble.

Landa aspira a encontrar un resquicio para adentrarse con sigilo en el podio del Tour, la que se supone única plaza libre en la foto de París. Todos conceden a Vingegaard y Pogacar el privilegio de poder competir por la victoria con garantías. En realidad, salvo accidentes u otras derivadas ajenas a la competición, son los únicos aspirantes al trono.

Por eso, es imprescindible que Landa se corrija en los días que restan para el arranque de la Grande Boucle si quiere pisar un podio que en 2017 se le escapó por un segundo. En la cima del Col du Granier, Ciccone, Alaphilippe y Benoot resistían. Los mejores de la fuga. Alaphilippe, que cumplía 31 años, quería regalarse un buen día. O una victoria. Vingegaard, con su alfil inmiscuido en la fiesta del francés, dejó hacer.

Castroviejo, lo intenta

Desenredado el descenso con Jumbo e Ineos pastoreando el grupo, esperaba el Col du Cucheron, otra montaña ruda para radiografiar los restos del Dauphiné. Castroviejo, resistente, un ciclista enorme, tremendamente fiable, se ató a la fuga, muy agitada. Guerrearon. Dobles parejas. Ciccone y Alaphilippe. Benoot y Castroviejo.

En el retrovisor, los costaleros de Adam Yates marcaron la tendencia en el Col de Porte. Simulacros para el Tour en el último puerto del Dauphiné. Landa, agobiado, se descascarilló. Daniel Martínez palideció. Otro descarte.

Alzó la voz Adam Yates, pizpireto su pedaleo, grácil, fluido. Vingegaard, solvente, dominante, se enroscó al inglés. Se desenroscó el resto, atascado, oxidado. Enric Mas se quedó en silencio. Sin nada que decir. O’Connor, Hindley, Haig... reaccionaron después para posarse sobre Vingegaard y Yates, que habían recogido los escombros de la fuga. Después se esfumaron.

Sólo Ciccone tenía un racimo de segundos de renta. Los rentabilizó el italiano, kamikaze en el descenso y sufridor en la ascensión definitiva. Tomó La Bastille, el muro de Grenoble. El danés lo atravesó. Conquistó el Dauphiné mientras prepara el asalto a París. Vingegaard va muy en serio. En modo Tour.