Bilbao - Consagrado en Richmond con rotundidad, ahuyentados los fantasmas que le perseguían en el palmarés, abierta la vitrina para plegar el maillot de campeón del mundo que dejó el peleón Kwiatkowski, Peter Sagan se reafirmó como un ciclista enorme a sus 25 años. “Es mi mayor victoria, estoy muy contento. He tenido que trabajar mucho tras la caída en la Vuelta, es increíble para mí conseguir esto”, describió el eslovaco. En Peter Sagan respira la improvisación, el derroche, la inocencia del niño que corre por puro deleite, por la sensación del viento en la cara, por disfrutar. El público ama a esos corredores intrépidos, inegniosos y entusiastas. Probablemente ese sea el motivo por el que recibió la felicitación y el reconocimiento de muchos compañeros del pelotón, que se alegraron con la victoria del eslovaco, un ciclista con agallas.
Reconocía el brillante campeón del mundo que la carrera “ha sido extraña” y que en las dos últimos giros le tocó imaginar. “Mi hermano Juraj y Michal Kolar conmigo han estado siempre conmigo, pero han tenido problemas, alguno con cambio de bici, y en las dos últimas vueltas estaba algo perdido”. Incluso en una situación compleja, el instinto tiró de Sagan y le susurró al oído que atacara, consciente de que en un sprint, a pesar de su punta de velocidad, sus opciones serían limitadas por la acumulación de fatiga y porque entre quienes resistían los había con mayor aceleración en un sprint. “Sabía que todo el mundo estaría cansado después de 250 km. Yo veía que también estaba cansado para el sprint y he pensado en ir a por todas en un solo ataque”, expuso el eslovaco después de una victoria descomunal, un laurel que le subraya y que sirve para espantar algunos calificativos que se acumulaban en su hoja de servicios. El triunfo de Sagan tuvo un efecto balsámico y reivindicativo al misto tiempo. “He leído muchos comentarios de que no soy bueno en carreras largas, pero ahora tengo este maillot”, lanzó a modo de recordatorio.
Iconoclasta, lejos de la ortodoxia que acompaña y encorseta a menudo a los deportistas, Peter Sagan aprovechó la peana dorada de campeón para referirse ala crisis de refugiados que vive Europa. “Para mí era una gran motivación ganar aquí en el Mundial y poder hablar de la difícil situación que vivimos en Europa. Como población mundial tenemos que cambiar, la situación es muy difícil, espero que en el deporte podamos ser ejemplares y seguir haciéndolo, para hacer un mundo mejor”.
“un buen resultado” Alejandro Valverde, finalmente quinto en Richmond, expuso que el Mundial “ha sido más duro de lo que se pensaba, al final hubo filtro por eliminación, hubo constante peligro por la velocidad y las caídas. Lo considero un buen resultado porque ya dije que el circuito no era para mí, si bien es cierto que se ha hecho más exigente. Hemos estado un año más, dando todo lo que se podía al igual que el resto de la selección”.