Bilbao

BILBAO quedó ayer divido en dos. El corte de la Gran Vía por el paso de la Vuelta 33 años después es una buena representación de lo sucedido ayer a comerciantes y hosteleros de esta céntrica zona de la villa bilbaina. Por un lado, estaban aquellos que vieron cómo sus negocios se animaban con la algarabía de ciclistas y aficionados. Por otro, los grandes perjudicados, comerciantes cuyos locales quedaron barridos por la desolación.

Mientras los ciclistas daban pedales, la gente se agolpaba frente a la pantalla de la Cervecería Internacional Mugarri, y, bebida en mano, el aire acondicionado aliviaba el calor que azotaba a la villa. Las botellas de agua volaban entre aplausos y gritos de ánimo para el ganador, Igor Antón. Aunque uno de los grandes triunfadores de la tarde fue el hostelero propietario de la cervecería. "A primera hora de la mañana ha habido menos gente, luego el goteo ha sido constante. Es comparable a la afluencia de gente cuando juega el Athletic", explicaba Antonio Montero, propietario de la cervecería.

La panadería Correa e hijos, por otro lado, representaba la cara y la cruz de una misma moneda. El negocio había notado un aumento importante de gente durante todo el día y con el calor la gente demandaba helados, refrescos y agua. Sin embargo, el sabor amargo lo dejaba una multa que les había puesto la Policía Municipal de Bilbao por dejar la furgoneta estacionada en mal sitio durante la descarga matutina. "Me parece muy bien que venga la Vuelta y que dé más trabajo a las tiendas, pero no me parece normal que a primera hora de la mañana no faciliten el acceso a las furgonetas. No entiendo que te multen cuando saben que no hay otra manera de acceder a la tienda", explicaba una de las panaderas.

Asimismo, en la calle la gente estaba animada, y quien también estaba muy contento era Amalio, quiosquero de la Gran Vía. Sus ventas había aumentado porque "hay mucha gente, se nota muchísimo". Para otros, la mañana había pasado sin pena ni gloria, y apenas habían notado diferencia con un viernes cualquiera, tal y como aseguraba Luis, del local hostelero Cafele.

Mientras tanto, Marisa, propietaria de la floristería La violetera, esperaba sentada el paso de las horas. Los diferentes cortes de accesos que sufrieron ayer las principales arterias de la ciudad dificultaron en gran parte su trabajo. Marisa no pudo aceptar encargos para los que necesitase desplazarse en coche. "Hoy -por ayer-, no ha podido venir el repartidor, y por la tarde no ha entrado nadie en el establecimiento", lamentaba la florista.

En la misma situación estaban los empleados del taller de reparaciones Euromaster. Situado en Sabino Arana, a la altura del número 11, la calle permaneció cortada desde las 15.30 hasta las 19.30 horas, lo que supuso que descendiera de manera excesiva el vaiven de clientes. "La gente tiene miedo de bajar con el coche por aquí", explicaba Óscar, uno de los trabajadores del taller.

Pero el caos no fue tanto y la Vuelta fue tema de conversación entre dependientes, camareros, clientes y trabajadores. Además, la ronda española tuvo una excelente acogida entre los comerciantes y hosteleros de la zona. Y, sobre todo, permitió ver a una ciudad animada a pesar de las dificultades. La buena organización consiguió que estuviera más presente el incesante calor en la cabeza que los cortes de tráfico y desvíos.