bilbao. Hace unas semanas Ricardo y Javier fueron a Donostia a quemar la mañana. Pasearon por La Concha, visitaron el Casco Viejo y tras una larga caminata, agotados, decidieron avituallarse en una cafetería. Fueron dos con leche. Los pidió Javier, los recogió en la barra y los llevó hasta la mesita donde esperaba su padre. "Cuando llegué me di cuenta de que de la taza que llevaba en la mano izquierda se había caído un tercio del café. De la de la derecha, ni una gota".

En los últimos meses la salud de Javier se ha resentido. Cuando abandonó el hospital tras el accidente después de meses ingresado, los médicos le hablaron de los seis edemas cerebrales -coágulos de sangre- que le habían quedado en el cerebro. Le dijeron que era mejor que estos no se movieran, que se quedaran donde estaban. ¿Y si no? "Si no, podía pasar lo que ha pasado ahora, que uno de esos edemas se ha movido y está dándole problemas".

Hace meses que Javier no anda en bicicleta y oyéndoselo contar a él estremece porque el ciclismo ha sido el catalizador de su vida, el sueño de crío, su profesión y, luego, después del accidente, la razón principal que le impulsó a recuperarse de sus lesiones para obrar el milagro y volver a estar sobre dos ruedas. "Pero ahora", cuenta, "lo que me preocupa no es la bicicleta, sino mi salud". Javier no puede subirse a una bici porque su sentido del equilibrio se ha visto visiblemente afectado. "Igual para dar un paseo puedo cogerla, pero entrenar... No, a entrenar no me atrevo porque las últimas veces que iba llegaba mareado y ahora le he cogido algo de miedo".

Los neurocirujanos de Cruces tratan de descubrir qué es exactamente lo que provoca que Javier haya perdido el equilibrio en una degradación repentina que ha afectado también al lado izquierdo de su cuerpo. Apenas tiene sensibilidad y precisión en esa parte. "Con la mano derecha no tengo ningún problema para coger las cosas, pero con la izquierda me cuesta mucho más", dice.

"Por lo demás", suspira su padre, "Javier continúa arrastrando las secuelas del accidente". El cambio de temperatura le sigue afectando a los huesos, la cabeza de los hombros, la tibia, el peroné, los pies... Su memoria es intermitente. Olvida cosas fundamentales y al rato habla con profuso detalle, por ejemplo, de que Steve Jobs, el creador de Apple, ha tenido que dejar su cargo porque sufre un desequilibrio hormonal. Javier rebusca con habilidad genial en su iPhone el nombre del sustituto de Jobs mientras lanza una de esas sentencias filosóficas: "¿Ves? ¿De qué te sirve tener dinero si no tienes salud?".

el juicio A los Otxoa les indemnizaron por la muerte de Ricardo y las secuelas de Javier tras un juicio eterno que acabó no hace tantos años. "Aunque era injusto, lo di por cerrado, no quería seguir con aquello", dice el padre de los gemelos de Berango. Sebastián López, el conductor que arrolló a sus hijos, fue condenado a un año sin permiso de coducir y a una multa de 1.500 euros. "Y ahora", lamenta Ricardo, "la justicia ha aprobado lo que yo reclamaba entonces, que aquel atropello fuese juzgado como homicidio involuntario. Nos ha llegado tarde que se penalice severamente la conducción temeraria y la embriaguez".