ispaster. No puede ser una comparación, pero el mismo día que Lance Armstrong, más Tours que nadie en la historia, siete, corre y acaba en Australia, en pleno verano, la última carrera que disputará lejos de Estados Unidos, David Seco, tantos estatales de ciclocross como Talamillo, seis, siente un frío intenso mientras suda, resopla y sufre en las campas de Ispaster. Hace 3 grados y eso duele, pero al busturiarra, que pedalea lejísimos de Murgoitio, arrollador de nuevo, el soplido gélido le llega de dentro, de las entrañas. Es un sentimiento, porque la consciencia asume, quizás por primera vez, que en un par de vueltas más todo se habrá acabado, será el fin de la historia, 24 años -desde que debutara como cadete de primer año en invierno de 1987 en Güeñes- de barro y frío que forman parte del panteón ciclocrossista estatal. Seis títulos estatales, once de Euskadi, diez de Bizkaia y tropecientas victorias se lleva Seco a su siguiente vida.

Murgoitio, 26 años, el sucesor que le gustaría a Seco, habla en una esquina, la piel de las canillas erizada, del legado del busturiarra. "Ha sido el mejor. El ciclocross de Euskal Herria le debe mucho, todo, quizás". Nadie le rebate.

David consume en la más absoluta soledad del circuito su última bocanada de barro. Viste de un blanco salpicado de despedidas. Cuando llega a meta le llueven los aplausos, se baja de la bicicleta para siempre y alguien se acerca raudo a preguntarle sobre el adiós, los sentimientos, la pena y la nostalgia. Seco, frío, los ojos claros y su tristeza insondable, dice que no cabe la pena en una decisión tan meditada y clara, pero que mentiría si no reconociese que después de pasarse todo el año corriendo cada carrera sin querer ser consciente de que cada una de ellas era la última, esta semana final ha sentido la congoja de la despedida. "Te das cuenta de que todo se acaba y de que es inevitable, porque viene, se acerca, y no se puede parar. Entonces, aparece la nostalgia", dice el vizcaino, al que le cuesta recordar que fue en Güeñes donde corrió su primer ciclocross. Que fue en 1987. Que era cadete de primero y que no ganó, pero hizo segundo y que aquello le gustó tanto que llevó su Zeus 2000 al taller, hizo de ella una bicicleta de ciclocross y salió la semana siguiente en Astarria. Ganó. Así nació su leyenda.

"En todos estos años", evoca, "ha habido buenos y malos momentos, pero llegado el final, y con el tiempo, quedan los mejores, los que más me han hecho disfrutar". Recuerda entonces sus seis estatales, especialmente el de 2006, el primero tras la muerte en junio de 2004 de su hermano Paul, su otra mitad. O cuando le ganó a Erwin Vervecken, tres veces campeón del mundo, en Asteasu. O el día que quedó segundo en Igorre detrás del inolvidable Mario DeClerc. "Hay mucho que rememorar". Y que lamentar, aunque sea inútil. "Quizás, pero tampoco hay que darle más vueltas, me quedo con la cosa de que podía haber ganado algún estatal más. También me llevo la ausencia de un resultado internacional importante. Un podio en la Copa del Mundo o algo similar. Paul y yo trabajábamos para ello, pero luego ocurrió aquello y...".

En los últimos cinco años, Seco bajó su nivel. Debido, principalmente, a que en invierno de 2007, en el despertar de la temporada, sufrió una caída fatal en la que se fracturó la tibia y el peroné. El busturiarra argumenta siempre que, más que la edad, fue esa lesión, que le tuvo un año sin correr, lo que le tumbó.

¿Y ahora, 24 años después, qué? "Pues de momento, tengo unas 25 comidas pendientes", responde, esquivo, Seco. Luego, habla de sus proyectos inmediatos que pasan por incorporarse al mundo laboral, de que tiene en mente el proyecto de una escuela de ciclocross y, antes de eso, de que organizará el 19 de febrero un ciclocross-show en Busturia.

"Al ciclocross le falta autocrítica, capacidad para reconocer que las cosas no están tan bien como se intenta hacer creer", cuelga finalmente Seco de la atmósfera fría de Ispaster antes de darse la vuelta y despedirse "hasta siempre". Como Armstrong.