dROGAS, redada en su domicilio por sustancias dopantes, detención en control de alcoholemia, disparos, malos tratos a su mujer, separación matrimonial, hijas a las que no podía ver, depresiones, intentos de suicidio, crisis de locura en forma de visiones y personas que no existían, rescisiones de contrato profesional? Todo ello constituye una especie de fatalismo, ribeteado de tintes melodramáticos (juguete roto, estrella maldita, etc.) por lo que pudiera pensarse que el final de la vida de Frank Vandenbroucke estaba abocado al que desgraciadamente ha tenido lugar.
Más allá de esta suerte de exposición, quizás pudiéramos bucear en algunas razones que expliquen la trágica muerte de lo que parece haber sido una vida atormentada. La conducta del ser humano es la resultante de una serie de factores, entre los que podríamos destacar: la personalidad del sujeto, sus motivaciones, aquellos valores en los que sustenta su vida, las creencias que determinan su estilo de comportamiento, las obligaciones a las que cada persona cree estar sometida, las habilidades psicológicas de percepción y afrontamiento de los hechos, el poder de las situaciones que le toca vivir y de la elaboración que hace de dichas experiencias. Y, por supuesto, desde lo social, el entorno significativo del individuo que contribuye a modelar su personalidad y a actuar como soporte emocional.
Muchas de las referencias periodísticas hablan de un ciclista de débil carácter, atribulado y obsesionado con terminar su existencia. Alguien que alcanzó el reconocimiento y la fama desde muy joven y en quien se depositaron unas altísimas expectativas, de alguna manera fue desarrollando una espiral de sucesos en su vida que parecían encadenarle a una dinámica de la que no ha podido sustraerse. Destaca su soledad, tanto desde el punto de vista familiar como del profesional. Soledad que seguramente contrasta con la adulación en sus momentos de apogeo profesional y que finalmente queda reflejada notoriamente en el momento de su muerte: en un país alejado del suyo, en un hotel y al lado de una compañía ocasional.
Es significativo el intento de Vandenbroucke por justificarse ante las grandes esperanzas depositadas en su talento al titular su autobiografía como No soy Dios (2008). En ella hace duras acusaciones a compañeros de profesión, lo que también revela un sentimiento exculpatorio. Además confesaba que "me encuentro mejor, pero no estoy seguro de haber salido de la pesadilla". David Millar, que también corrió en el Cofidis, entonó el mea culpa cuando fue declarado culpable de dopaje, proclamó su propósito de enmienda y desde entonces ha entrenado duramente hasta el punto de haber vuelto a vencer en una gran prueba. Es una clara forma de crear el clima mental y comportamental requerido para la necesidad que podía tener el ciclista. Es también una manera de aportar a la sociedad, lo que equivale a contribuir en la propia reconstrucción.