Es hijo de la familia de Cirque du soleil, un artista que trasciende las barreras y las etiquetas. Slava Polunin es un ser extraordinario, un tipo en cuyo espíritu se celebran fiestas a diario. Se le conoce como colaborador en la creación de Alegría y posiblemente el clown en activo de mayor prestigio internacional y ha vuelto al Teatro Arriaga de Bilbao para ofrecer su espectáculo más popular: Slava’s Snowshow. Cuenta el programa de mano que ni su propio creador podía presagiar, allá por 1993, año de su creación, la impresionante trayectoria y repercusión mundial que llegaría a tener este espectáculo, que suma más de 12.000 representaciones y que ha dejado a más de 10 millones de espectadores enternecidos y asombrados por la extraordinaria belleza visual de esta creación. Ha obtenido los galardones más importantes del teatro, incluyendo el Laurence Olivier Award de Inglaterra y el Triumph Award de Rusia. Ayer alcanzó otra distinción fabulosa: el aplauso del pueblo de Bilbao. Casi nada.
Le acompañan al timón Victor Kramer y en escena gente tan virtuosa como Artem Zhimo, Aelita West, Yury Musatov, Vanya Polunin, Chris lynam, Andrey Klimak, Dima Merashchi y Dmitry Khamzin, hombres y mujeres de contrastado virtuosismo que ayer mismo provocaron una hecatombe de disfrutes en el patio de butacas del Teatro Arriaga, engalanado para una celebración de la vida en clave de goce.
La voz que lo presenta, como un maestro de circo, lo describe de la mejor manera posible. Slava’s Snowshow es un espectáculo teatral circense, poético e intemporal, que ha cautivado y potenciado la imaginación de toda clase de públicos. El show es un género en sí mismo y permanece tan espontáneo y mágico como el primer día, catapultando sistemáticamente a cada adulto de vuelta a su infancia. El espectáculo es una caravana de organizado caos, jolgorio y encanto que, sin descanso, rueda por el mundo ofreciendo a todos –jóvenes y mayores–, una oportunidad de dejar sus vidas cotidianas en las puertas del teatro y sumergirse en una condición de “feliz estupidez”.
Una multitud se arremolinaba a las puertas del teatro media hora antes de que comenzase la función, hasta el punto de que Jon González e Iker Salado se preguntaban si el de ayer no era el día de estreno, por tanta gente como aguardaba la cola que llegaba desde la puerta del teatro hasta el puente. Madrugadores en la media tarde fueron Diego Leuenberger, Martina Pérez, Michelle Pérez, Mirian Alzate y, en silla de ruedas, Elena Maillart. Unos metros más allá, Rosa Argote y Lidia Aranguren, se las veían para contener a Idoia, Peio y Ane Ugarte, entusiasmadas por el espectáculo prometido que les aguardaba. Y por todas las esquinas llegaba gente, como si fuese una desembocadura de gente que no quiso perderse el espectáculo que hoy iza el ancla y se va. Entre ellos se encontraban Matxalen Zubizarreta, Arantza Etxebarria, Ane Olabarri; la cuadrilla que forman, María José Ortega, Mari Carmen Garay y Maite Gorostiza; María Antonia Morro e Iker Bilbao junto a los pequeños Jon Morro y Unai Morro; Iñigo Angos, Pilar Solana, Mario Angos y Gabriel Angos, ejemplo de teatro en familia, Charo Cerón, Ángel Laso, Naia Laso, Gotzone Martínez junto a su amiga, la navarra Irati Oroz, Aranzazu Ballesteros, Xabier Artetxe, Iñigo Ortuzar, Ainara Muñoz, Maite Bilbao, Ainhoa Guridi, Pedro de las Heras, María Jesús Fernández, Aintzane y Nagore Belasko, Gonzalo Zapatero, Marisa Herranz, Gloria Arana, Izaskun Muguruza, Belén Rodríguez, Arantza Ortiz y un buen puñado de gente que se sumergió en un mundo de fantasía que aún dura hasta hoy. Luego este universo fabuloso quedará en la memoria de quienes han vivido, en primera mano, esa sensación de sentirse protagonistas de un hermoso cuento que le hace a uno volar.