ES la suya una vida enrevesada, un camino sembrado de zarzas que acabó convirtiéndose en una alfombra roja. Una cuesta arriba hasta el cielo. No por nada, aunque a principios de los años setenta firmara algunos de los artículos más recordados de la Edad de Oro de la revista Rolling Stone –como el reportaje sobre Dennis Hopper en Nuevo México junto a la fotógrafa Annie Leibovitz–, Robin Green nunca fue reconocida por la publicación como se merecía. Auténtica especialista en retratar a sus protagonistas, no duró mucho en el selecto círculo del Nuevo Periodismo. Fue expulsada por el fundador de la revista, Jann Wenner, al negarse a realizar un encargo sobre la familia más célebre de Estados Unidos, un reportaje sobre los hijos del asesinado Bob Kennedy. Así se vio Robin fuera del círculo.

Fue entonces cuando tiró de memoria. Su abuelo era un gánster judío de poca monta. En aquella época estaba prohibido vender alcohol en Estados Unidos. La mercancía le llegaba de Canadá. Vivían en una pequeña ciudad de la costa y los barcos llegaban por la noche. Su abuelo iba armado con sus hombres y recogían los barriles, el alcohol, los llevaban a casa y los vaciaban en la bañera. Después lo metían en botellas con la etiqueta de ginebra Gordon. Confiesa que le sigue encantando esa ginebra, es la que siempre bebió su familia. Y cuando terminó la Ley Seca, el abuelo, que era un inmigrante ruso que había trabajado para el zar Nicolás II, y huyó de Rusia, montó una licorería. Se volvió una persona legal.

Con todo, lo que oía en casa le sirvió para su siguiente trabajo de guionista. Ya como guionista y productora de televisión, Green recibió tres premios Emmy y dos Globos de Oro por su trabajo en series como Doctor en Alaska y Los Soprano, aunque Tony Soprano era mucho más violento que su abuelo. Hoy, es considerada el símbolo de las mujeres que ayudaron a transformar la cultura popular y cuyo reconocimiento ha sido negado durante demasiado tiempo.

Ayer Robin Green pasó por Bilbao. Lo hizo para presentar su última novela, La única chica. De redactora en Rolling Stone a guionista de Los Soprano. Se trata de un texto lleno de humor y brutalmente honesto. El libro cuenta los inicios de su carrera, su reinvención como escritora y mujer, y su absoluto triunfo en una profesión plagada de hombres. Un camino dedicado a sobrevivir e imponerse hasta la victoria final. La alfombra roja de la que les hablaba antes.

La presentación se realizó con un diálogo con Patricia Millán, redactora estratégica, crítica literaria y comunicadora cultural, especialista en cómic e integrante del jurado del Premio Euskadi de literatura en castellano en sus dos últimas ediciones, y con el editor de Liburuak, Pablo Salgado, como testigo. Todo esta inmerso en una suerte de road movie, algo que se llama un Book Tour que la llevará por varias ciudades de España. Llegó a la Sala BBK de la mano de Liburuak, en colaboración con Caostica (Jon Dopico, Xabier Uria, Iñigo Portillo y Nytia López entre otros estuvieron ayer presentes...); la Asociación de Guionistas de Euskal Herria (EHGEP), cuyo presidente, Aitor Eneritz, acudió acompañado por el cineasta Haritz Zubillaga y Ane Hormaetxea; y Zinemakumeak Gara!, con su directora, Ana Gutiérrez, a la cabeza.

Al filo de las siete de la tarde ya estaban presentes en la sala Norma Vilas, Iera Uriona, Ainara Ipiña, Ricky Ibáñez, Lorena Mencía, Patricia Sesán, el traductor Eneko González, Lorenzo Portillo, Erika Santiago, Marta Galdós, Idoia Belaustegigoitia, Kepa Bilbao, Johannes Urkixo, Ramón Ibarrondo, Aitor Urrutia, Cristina Zudaire, Matxalen Zarate y un buen puñado de mujeres y hombres que se acercaron a vivir, en primera persona, un buen rato con una mujer sobresaliente.