HAY todo un lenguaje ligado a los complementos. Es legendario, ya lo sabrán, el de los abanicos pero no es esa la tierra que hoy se ha de pisar habida cuenta que les traigo noticias de la Fiesta de los Sombreros Locos, primer paso de los carnavales de este año que impulsa la trigésima edición del Barnaval, idea que nació de las imaginaciones del director de La Ría del Ocio, Arturo Trueba, y de Gontzal Azkoitia entre otros. El Barnaval, lo supondrán, invita a la hostelería a ambientarse por carnavales desde hace tres décadas. ¡Que nadie pierda la cabeza!, era el lema del día.

También los sombreros tienen su idioma, pero habida cuenta la variedad que ayer se exhibió en la sede de Bilbao Centro durante la fiesta –salacot, tirolés, de pirata, borsalino, pamelas floreadas, de espadachín, chisteras, bombines, de aviador, gorra escocesa, de payaso, de Sherlock Holmes o de vaquero entre otros muchos...– habrá que quedarse con uno. El de vaquero, por ejemplo. Si uno se pone el sombrero de vaquero hacia adelante significa que busca problemas. Si se lo pone hacia atrás, significa que no busca problemas. Si se lo pone de lado, quiere impresionar a las mujeres. ¿Ven? No diré cómo lo llevaba, por ejemplo, Jorge Aio, el gerente de Bilbao Centro, por ahorrarle fatigas.

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Llegó Marino Montero tocado con gorra de plato de marinerito y Álvaro Díaz de Lezana con gorra escocesa, propia de las Highlands. Cada cual lleva su historia en la cabeza a una cita en cuya organización participaron el Ayuntamiento de Bilbao, el Pucherito de Gontzal, Bilbao Centro (allí se vivió todo...), Bilbao Dendak, Deusto Bizirik, La Salve, Bilbao Historiko, la Asociación de Comerciantes del Casco Viejo y bodegas Arane. Perdón, se me olvidaba: el cartel promocional del Barnaval es obra de Rafa Uria, Amenofis, y se entregó el premio El ojo indiscreto del Barnaval al fotógrafo Miguel San Cristóbal, sorprendido en el gesto.

Sigamos con la descripción del retablo. Julio Alegría lucía una chistera y un parche en el ojo y Mariapi Alza un jardín en su pamela; Jon de Miguel un bombín y una pajarita XXL de motas rojas y blancas, Itziar Urtasun una chistera encogida y José Antonio Nielfa, La Otxoa, un tocado de espadachín. A Kepa Elejoste le caía bien la gorra de Sherlock Holmes y a Carlos Puente el gorro de aviador antiguo. Por economía de espacio y por dificultad en la descripción de las formas les diré que todos los presentes iban cubiertos pese a estar bajo techo. Entre ellos se encontraban, además de los citados, Txupo Sanz, con gorro ruso, Eduardo Gaviña, Yogurinha Borova, los hermanos Alfredo y Enrique Thate, Ana Trueba, Eugenio Behal, Ana Álvarez, Beatriz Marcos, Jone Carranza, Olga Zulueta, José Mari Amantes, Janire Torvisco, Julia Diéguez, Isidro Elezgarai, Amaia Saiz de la Maza, Naiara Cabezas, Bárbara Sarionandia, Maitane Álvarez, Joseba Solozabal, Xabier Zaldumbide, Anton Sansebastián y otra gente más, cachazuda y cachondona.