EL Hotel Ercilla genera un ambiente singular durante Aste Nagusia. Un ecosistema propio basado en la mixtura.

A eso del mediodía de ayer, el matador Morante de la Puebla, con sus patillas de señor decimonónico, camisa vistosa y el habano a medias entre los dedos, salía “a dar un paseo” por Bilbao. Unas horas más tarde se las vería con astados de Puerto de San Lorenzo. Hablaba, muy despacio y con pose de guitarrista flamenco, a dos señoras que habían cruzado el tercio de la setentena y cargaban el esportón de la mirada con una indisimulada fascinación que rozaba la bravura.

Junto a la admisión, Eider Ayuso y Pablo Benegas, el guitarrista y compositor donostiarra autor de buena parte de los éxitos de La Oreja de Van Gogh, recogían sus bagajes.

En el bar americano Teodoro Royo, Francisco Jaime, Vicente Carravilla, Iñaki Lahera y Juan Ignacio Jaime, originarios de las localidades zaragozanas de Malón y Novallas, cerca de Tudela, se habían vuelto a reunir como cada Aste Nagusia desde hace 20 años. “Unos vinos, buena mesa, toros... y lo que surja”, bromeaba Teodoro, que es vecino de Bilbao.

Emilio Camarero, de Hellín, pululaba por el recibidor, libreta en mano, buscando a celebridadades con las que sacarse una foto. “Vengo todos los años a las fiestas”, confesó antes de pescar a Álvaro Escassi. El jinete, jugador de polo e ilustre de la prensa rosa, estaba con Bocha Castaño, Elena García, Eduardo Galván, Nacho Saracho, Esther Moreno, Gelu Rodríguez, Almudena Domínguez, Raphael Henríquez de Luna, Marian Azcárate, Carmen Matutes, hija del exministro y empresario Abel Matutes, y María Baqué.

A pocos metros, cerca de la exposición de carteles, las concelajas Itziar Urtasun y Nekane Alonso con Xabier Ochandiano y también la teniente de alcalde Yolanda Díez con los ediles Álvaro Pérez, Iván Calderón y Jon Bilbao, a la sazón presidente del Consejo de Administración de la Plaza de Toros de Vistalegre.

Aguardaban el ascensor para subir a la terraza de planta 13, que ofrece unas espectaculares vistas sobre la villa, Elena Lujua, Fernando Urquijo, Marcelino Gorbeña –secretario del Club Cocherito de Bilbao que se lamentaba de la ausencia de Roca Rey, pero al mismo tiempo se alegraba de la presencia de Alejandro Talavante– y Amaya López.

En la jaima habilitada en la misma calle recuperaban fuerzas María y Nagore Echevarría, la bahiana Cristiane Atayde, Ainhoa Ortube, Juste Herrero y una María Loizaga que revelaba que venían de Bakio y Bermeo a disfrutar de la jornada. En la misma tesitura se encontraban Olatz Gandiaga, Beatriz Uruñuela, Mercedes Lacorzana y Ana Pérez, que tenían previsto irse a almorzar y, por la tarde, acudir al Teatro Arriaga a ver La jaula de las locas. Bromearon con que corrían el riesgo de que les sacaran a ellas mismas al escenario.

Por fin, Morante subió escalera arriba, hacia los dominios del uniformado recepcionista Guillermo Arco y se perdió en la calle Ercilla.