A suya es una voz libre y cálida que canta y cuenta. La vida, digo. Porque Olatz Salvador ha grabado, hace no mucho, Aho uhal, un trabajo nacido en los estudios Haritz Harreguy con Pablo Novoa, ligado a figuras como Bebe o Julieta Venegas, y que ha contado con colaboradoras de lujo para las letras, como Alaia Martín y Ane Labaka, y con artistas de la talla de Rozalén, La Mare, Iván Ferreiro o Idoia Asurmendi, entre otras. Para ser sincero, la etiqueta de cantautora se queda corta para una joven procedente de una estirpe de músicos, que crea melodías llenas de sensibilidad y pop épico e intimista. Ayer volvió a demostrarlo en el Teatro Campos Elíseos, abarrotado para la ocasión, si es que hoy en día puede usarse ese adjetivo en las definiciones de hoy en día.

Olatz es cuña de la misma madera, sin que en esta ocasión la expresión conlleve una mirada oscura sobre su música. Más al contrario, la música de Olatz cautiva. Lo que hay que puntualizar es que ella es hija del bajista Eduardo Salvador y sobrina del pianista Iñaki Salvador, una rama del mismo roble melódico. En ese entorno sintió la llamada de la música y desde 2010 era teclista y hacía los coros en el grupo Skakeitan, participando en numerosos festivales de música. En 2014, comenzó una carrera en solitario animada por sus amistades que le impulsaron a cantar en público sus propias composiciones, las mismas que hoy encandilan sobre el escenario a varias generaciones que aprecian sus creaciones.

Aho uhal es el segundo disco personal de la artista. Después del éxito logrado con su anterior álbum, Zin-tzilik, se ha lanzado a este segundo largo con el que espera repetir en buenas críticas. Le acompañan en la travesía Ander Zulaika (batería), Jagoba Salvador (bajo) y Mattin Saldias (guitarra) para interpretar las canciones de este nuevo trabajo en el que han colaborado los artistas antes nombrados. Escuchándola en toda su primavera, en pleno esplendor, uno se acordaba ayer de Jimi Hendrix, aquella guitarra que nos dijo algo así como que cuando el poder del amor supere al amor al poder, el mundo conocerá la paz.

No en vano, los doce temas que forman Aho uhal, un álbum muy ecléctico, tienen más letra o, "al menos más trabajadas", que las que había en su debut y con nuevos músicos que aportan sonidos diferentes. Un disco que la artista confesó que tuvo miedo de mostrar en un principio al ser "más oscuro". Ser más frágil no significa ser más débil, intuyó. Agarró su guitarra acústica y se lanzó al vacío. O se lanzó hacia una creación que ayer dejó boquiabierta a la concurrencia al Teatro Campos Elíseos, casi escalofriado por el sentimiento volcado en escena.

Testigos de todo cuanto les cuento fueron los asistentes, entre los que se encontraban Ainhoa Odriozola, Aitor Aranguren, Mikel Uriarte, Matxalen Orbegozo, quien hace relativamente poco tiempo ya le había escuchado en el Teatro Barakaldo; Ane Ibaibarriaga, Miren Zarate, Ander Agirre, Izaskun Bilbao, Maialen Etxebarria, Irune Muñoz, Koldo Arakama, Gorka García Palacios, Ander Urrutia, Olatz Mendia, Naiara Legarreta, Julene Lahuerta, Imanol E. de Eulate y Ane Lahuerta, entre otra gente sensible que aguardaba el desembarco de las muchas historias con las que Olatz llegaba a la tierra firme del escenario bilbaino.

Una sensación de vuelo alcanzó a varios de los asistentes, como si la melodía tuviese nosequé superpoder. No sé si pensarán lo mismo pero puede preguntarles a gente como Asier Vega, Diana Urrea, Carlos Alonso, Arantza Apeztetxea, Julen Alonso, Javier Hernández, quien aseguraba soñar con tocar la guitarra como Olatz; Noemí Abad, Maider Fernández Azkorra, Leire Mendiguren, Federico Martín, Gorka Muñoz, Alazne Azkarate, Miren Basabe y otra mucha gente sensible que disfrutó de lo lindo.

La donostiarra Olatz Salvador presenta su último trabajo, 'Aho uhal', en el bilbaino Teatro Campos Elíseos

Se trata del segundo disco de la artista, después del éxito logrado con su anterior álbum, 'Zintzilik', lo que provocó ayer el lleno