L humor propio, entendido como la capacidad de reírte de ti mismo y de tu entorno, es un rasgo de lucidez. Uno diría que es casi la sublimación del amor propio. La sensación que a uno le queda cuando es capaz de alcanzar esa cumbre es placentera, como si fueses capaz de romper la última muralla. El Teatro Arriaga de Bilbao acogió ayer el estreno de Ez dok ero, pieza teatral de Patxo Telleria, llevada a escena de la mano de cargo de Tartean Teatroa. El espectáculo, dirigido por Jokin Oregi, se presenta como "una imagen deformada, divertida y alucinada la cultura vasca, del teatro vasco, de la sociedad vasca. Una loca road movie del teatro vasco". Junto al propio Patxo aparece en escena Mikel Martínez y entre ambos comienzan su disparatado viaje con una frase que les sonará: "En un teatro de Euskal Herria de cuyo nombre no quiero acordarme...".

Desde la propia compañía aseguran que se han inspirado "en dos arquetipos de la literatura universal: Mikelote tiene mucho de Don Quijote, con su idealismo absoluto, dueño de un impulso imparable para hacer el bien y lograr la gloria, pero con una interpretación excéntrica de la realidad. Pantxo nos recuerda a Sancho Panza, pragmático, realista, carente de imaginación. En el fondo, tan loco el uno como el otro". Mikelote y Pantxo son los protagonistas de una historia singular.

Saquemos del programa de mano virtual un resumen del guion. Mikelote y Pantxo han sido una exitosa pareja artística durante años. Pero su fórmula está gastada. Han perdido el sitio, que ahora ocupan las nuevas generaciones de cómicos. Ha llegado la hora de dejar los escenarios.

Pantxo asimilará bien el retiro forzoso. Llevaba ya mucho tiempo deseando alejarse de ese loco mundo del teatro, aspiraba a una vida normalizada, tranquila, sensata. Pero Mikelote no acepta que haya llegado el final. El veneno del teatro corre desbocado por sus venas. Y ese veneno le conducirá a la locura.

Un día, Mikelote, estrafalario teatrero andante, se presentará ante Pantxo para invitarle a echarse al camino, a actuar por toda Euskalerria, de pueblo en pueblo, con la ilusa creencia de que "el teatro vasco nos necesita". En su recorrido fantástico sufrirán enredos desquiciados y conocerán increíbles personajes deformados por la febril imaginación de Mikelote. El público que ayer fue testigo del estreno universal de la obra se tiraba por los suelos. Digamos que Ez dok ero es una obra de ficción bien enraizada a la realidad, en tanto en cuanto está tejida con hilos de referencias propias. Después de su estreno en el Arriaga (y de la sesión que repiten esta tarde...), el montaje comenzará una gira a lo largo de la geografía vasca.

Entremos en juego. Al estreno acudieron los consejeros Josu Erkoreka y Bingen Zupiria; el dramaturgo David Barbero, el artista José Ibarrola, Maite Najera, Aurelio Erdozain, Javier Font, Andoni Etxebarria, Kontxi Gurrutxaga, Mikel Olabarria, Begoña García, Maialen Etxarri, Hodei Cebas, Karina Bravo, Alejandra Muñoz, Josefa Porras, Álvaro Urrutikoetxea, Ane Iturriaga, Saioa Bengoetxea, Aitor Ajuria, Jon Mendizabal, Ander Gorostiaga, María Ángeles Elizondo, Miren Urrutia, María Ángeles Ortiz de Zarate, Alazne Iribar, Jaione de Cérdigo, Amaia Zubikarai, Covandonga Sánchez, Mariví Gantxegi, Maitane Olaizola, Begoña García, Aintzane Muguruza, Oihane Agirre, Ainhoa Bilbao, Izaskun Álvarez, Joxe Mari Lizarraga, Mikel Gandarias, Maialen Aresti, Nekane Alonso y un buen puñado de asistentes -acudieron al patio de butacas en torno a trescientas personas...- de múltiples generaciones que disfrutaron de un paseo chiripitifláutico por el teatro de Euskal Herria. Ese era el propósito de la obra, llegar a todos los públicos y a todos los tiempos para, en común, compartir carcajadas y una liviana tarde de teatro que aligera la carga de estos días.