Gatika tiene siempre muy presente a sus vecinos y vecinas de mayor edad y por eso, con motivo de la celebración del Día de la Madre, la asociación de mujeres Txirin Txirin y el Ayuntamiento brindaron este pasado domingo un merecido homenaje a Isabel Goyenaga, de 96 años de edad y que cumplirá 97 el próximo 5 de noviembre. Se trata de la segunda mujer más longeva del municipio -tras Paulina Urresti, vecina centenaria homenajeada el año pasado- y una de esas personas que puede dar testimonio de una época, y que ha dedicado la mayor parte de su vida al campo.

De esta manera, representantes de la asociación, junto con la alcaldesa de Gatika, Onintze Amezaga, visitaron a Isabel en la residencia Santa María de Gatika, donde vive actualmente, acompañados de los hijos de Isabel: Anabel, Román, José Luis y Aitor. Allí le entregaron una placa y un ramo de flores, además de brindarle un aurresku en su honor. “Fue muy emocionante y súper bonito. Nos emocionamos todos al verla a ella emocionada”, relata su hija Anabel Barandika, quien explica que en la residencia “está muy contenta porque está cerca de su casa y eso le tranquiliza”.

Precisamente llegó a la residencia durante la pandemia y fueron momentos muy duros para ella y su familia. “Con el covid-19 lo pasó mal y nosotros también porque no podíamos ir a verla”, recuerda Anabel, quien apunta que, aunque la edad le va pasando “factura a nivel físico”, ve a su ama que tiene “la cabeza muy bien”.

De Mungia a Gatika

Sobre esta línea, Isabel se crió en Mungia, pero es gatikarra de adopción. Vino al mundo un 5 de noviembre de 1925 y pasó su infancia en el caserío familiar de Billela. Con 11 años le tocó vivir el amargo trago de la Guerra Civil, que le llegó a dejó sin hogar tras un bombardeo. “Durante la guerra se tuvieron que marchar de Mungia y su caserío fue destruido. Posteriormente, lo tuvieron que reconstruir”, recuerda Anabel.

Más tarde, Isabel se trasladó de Mungia a Gatika después de casarse con Juan José Barandika, vecino del barrio de Butrón y natural del caserío Arratza. Allí ha pasado gran parte de su vida, dedicada al campo y a la vendeja. “Fue vendejera y vendía los productos que cultivaban en la huerta en el mercado de Portugalete”, rememora su hija. Su aita además era angulero del río Butrón y solía vender este suculento manjar por los restaurantes.

Una vida llena de sacrificio y trabajo duro en el campo que Isabel no abandonó hasta que “los huesos le dijeron que ya era suficiente”, indica Anabel. “Los últimos años cultivaba algunos productos para comer ella, no para vender. Así se mantenía activa”, agrega.

Durante los últimos años en casa le gustaba jugar al dominó con una vecina y ahora disfruta de su tiempo libre con el bingo que organizan en la residencia. También saborea esos pequeños placeres que otorga el dulce. “Es golosa, le gustan mucho los pasteles y esas cosas”, desvela su hija. Por eso, este pasado domingo no dudaron en agasajarle con unas pastas para endulzarle el Día de la Madre.

Un merecido homenaje para esta gatikarra ilustre que ha dedicado su vida a labrar el futuro de su familia a base de esfuerzo y sacrificio. Por eso sus familiares agradecieron “enormemente el cálido homenaje” que le brindaron Txirin Txirin y el Consistorio a su ama en un día tan señalado.