LA Venerable Madre Magdalena de Cristo, hija del Convento de Jesús María de Ibarra, en el valle de Orozko, en Bizkaya, una de las fundadoras del religiosísimo Convento de San Fernando de Madrid, de Religiosas Recoletas de la Real Orden de Nuestra Señora de la Merced, redención de captivos, murió con mucho crédito de Santidad, en 22 de noviembre. Año de 1706, de edad de 76 años”. Es la inscripción que aparece en el cuadro, al óleo sobre lienzo, que plasma la imagen, en actitud de oración, de la que para algunos estudiosos es considerada “ilustre vizcaina del siglo XVII”.

Así lo plasma y lo refleja Eugenio Rodríguez Condado -ya fallecido y que desempeñó las funciones de presbítero de la diócesis de Bilbao- en un libro publicado en 2003 con su biografía y así lo entiende también el investigador Iñaki García Uribe. “Cuando leí la obra me quedé enamorado. Tenía ante mí la biografía de la que, seguramente, sea la persona más importante que ha dado vida Orozko pero, sin embargo, se trata de una gran desconocida”, afirma con entusiasmo. Tanto es así que, solo un años después, Uribe escribió un artículo en la revista Egunean para “dar a conocer a la sociedad la su vida y obra” de una vecina de Orozko que no destacó “por sus posesiones, ni por su poder o capital, sino por su dedicación a los más desfavorecidos, a los humildes, a los pobres, a los enfermos, a la mística, a la religiosidad y a la espiritualidad”, enumera.

El día exacto de su nacimiento no consta en ningún documento pero debió ser cercana al 20 de septiembre de 1629, fecha de su bautismo en la iglesia de Santa María de Zaloa, ubicada justo enfrente del caserío familiar. Sus padres le impusieron el nombre de su amama materna, Magdalena, tomó el sobrenombre de Cristo cuando con 17 años “se casó con Dios al tomar los votos de Obediencia, Pobreza y Castidad el 11 de junio de 1947” mientras que los apellidos Angelua y Ugaldea hacen referencia a la casa de su aita en el barrio de Zaloa y el caserío molino de su ama, respectivamente.

Eso sí, fue antes de cumplir los 15 años cuando entró al Convento de Jesús María de Ibarra, por entonces aún un Beaterio de Religiosas Mercedarias, donde en compañía y tutela de las hermanas completó, la todavía adolescente, una educación religiosa que respiró desde su tierna infancia en la casa familiar. De su estancia en el convento, la biografía de Eugenio Rodríguez destaca el suceso ocurrido la noche de Navidad de 1652. “El día 12 de diciembre, Magdalena acepta vivir en clausura en el Convento de Ibarra y el 24 se produce un dramático incendio. Ella salió la última, por una ventana en la que hubo que torcer un barrote de hierro. Fue un milagro que saliera de allí”, relata Iñaki García Uribe. Tuvieron que reconstruir el inmueble, algo que se logró gracias al esfuerzo y las privaciones de las religiosas.

Quince años después, Magdalena fue Comendadora del Convento de Jesús María de Ibarra “cuando solo tenía 38 años” y otra fecha importante fue la del 22 de junio de 1676. “Fue llamada para instalarse en el recién fundado Convento de San Fernando de Madrid. Era la primera vez que salía de Orozko y tuvo que realizar un duro viaje de varias jornadas en carruajes” con un pequeño equipaje compuesto por un hábito de repuesto, sus libros de rezo y las provisiones para el camino. Dejó atrás a su familia y a las 30 monjas del convento y en su nuevo destino pasó tres décadas, enfermó en varias ocasiones y, sobre todo, padeció afecciones óseas y de columna vertebral. Allí murió el 22 de noviembre de 1706, a la edad de 77 años, y fue enterrada en el cementerio conventual de Madrid. Por tanto, nunca regresó a su querido Orozko natal.