MARKINA-XEMEIN. Navarro de Lukin, en Lizarraldea, César Alcoz se confiesa un “herrero”, si bien desde su taller ubicado en el polígono Kareaga de Markina-Xemein, elabora forjados de hierro con un toque artístico. Originalidad y laborioso trabajo se unen en una profesión que este markinarra asentado en la localidad desde hace 15 años lleva en la sangre. Hijo y hermano de herrero, un forzado paro le llevó a apostar hace algunos años ya por una profesión en la que apenas quedan exponentes en Bizkaia. “Somos pocos, sí”, asevera, tantos que se podrían contar con los dedos de una mano, “pero no cambiaría por nada lo que hago”, afirma contundente.

Visitar el taller de Alcoz, que antes tuvo su emplazamiento en otra área industrial de Gizaburuaga, es internarse en un mundo de hierro. Forja de todo: desde rejas para balcones tradicionales para caseríos a esculturas de animales, desde aldabas a medida a muebles de gran tamaño. La nómina de materiales con los que trabaja tampoco se ciñe exclusivamente al hierro, sino que también labora con vidrio, piedra o madera. Sus creaciones, además, son propias, por lo que aporta exclusividad a quienes se hacen con una de sus obras. Tanto es así que apenas crea dos piezas iguales. “Mucho de mi trabajo me llega de gente que conozco, de personas que saben lo que hago y como lo hago. Más que nada me suelen llegar por encargo y es entonces cuando emprendo el proyecto a gusto del cliente”, señala. “Es más cómodo así”, incide un herrero que participa en la asociación Arbaso -Asociación para el Fomento de la Artesanía Tradicional de Euskal Herria- que antes apostaba por darse a conocer más en las ferias de Euskal Herria, si bien ahora prefiere centrarse en su trabajo en el taller. “Bastante tengo con sacar adelante la faena en el taller y suelo acudir a pocas ferias”, indica.

De su padre, José María, le viene a César su pasión por la forja en una familia que siempre conoció un taller. Estudió además para ello, incluso acudiendo a diferentes cursillos en el Estado, encuentros del sector, estudiando en los libros y experimentando por su propia cuenta. No obstante, “la práctica es la que te hace el oficio”, evidencia Alcoz sobre una profesión “a la que dedico muchas horas, muchísimas. Pero me gusta el trabajo en el taller”, afirma. No en vano, asegura que “no hay secretos” en lo que hace, que “más vale maña que fuerza” al golpear el hierro o moldearlo a su antojo y que “la paciencia es clave”. Los detalles también son muy importantes. Su trabajo puede verse en su página web: www.cesaralcozforja.com.

Artesanía y modernidad son otros dos conceptos que César Alcoz conjuga, ya que “trabajo desde restauraciones -como por ejemplo en los balcones del palacio Sosoaga de Lekeitio- hasta esculturas con forma de hormiga”. De hecho, también utiliza diferentes técnicas de forja. “Siempre suelo querer quedar a gusto con lo que hago y, la verdad, no me importa darle vueltas a un trabajo hasta que realmente hago lo que deseo”, apunta. “Pero también realizo trabajos a demanda, en las que trato de orientar a los clientes y, respetando sus gustos, hacer siempre lo que me piden”. Son trabajos que principalmente realiza en caseríos -incluso rehabilitando hierros antiguos para darles una nueva vida- o antiguos palacios, si bien también realiza encargos de interior para confeccionar muebles, estanterías, marcos para espejos, reposalibros, bodegueros...

Por su cuenta

Con sobrada experiencia en la forja -ayudó a su padre en el taller que poseían en su localidad-, Alcoz hizo de la herrería su trabajo hace algunos años. “Estuve trabajando en una empresa y de la noche a la mañana me quedé en el paro. Y tuve claro que era el momento de montar un negocio por mi cuenta. Era entonces o nada. Era el momento de recuperar el trabajo de herrero”, rememora. Es entonces cuando, sondeando las opciones, tuvo ayuda de Azaro Fundazioa para poner en marcha su negocio y conocer las ayudas que podría recibir. Analizadas todas las vertientes, Alcoz no dudó en dar un paso adelante. “La verdad es que al principio costó, pero poco a poco la carga de trabajo ha ido creciendo”, señala. Tanta que ahora se ha embarcado en trabajos más especiales. Como el último que muestra: unas perchas con forma de cola de ballena, “salidas de un encuentro realizado entre diseñadores y artesanos” que fue organizada por Beaz, una entidad de la Diputación. “Fue provechoso y esperamos que este trabajo pueda tener salida”, incide. En concreto, esas piezas podrían colgar las chaquetas de quienes acuden al Museo Guggenheim. “El asunto es no parar, experimentar con todo lo que te llega e intentarlo”, relata gráficamente.