En estos tiempos tan extraños, la vuelta relativa a la normalidad, la celebración de nuevo de eventos, actividades y festividades se vive, en muchos casos, como si fuera la primera vez. Así, ayer lunes muchos santurtziarras y vecinos de los municipios limítrofes volvieron a llenar de color y alegría las faldas del Serantes como ocurre habitualmente cada Lunes de Pascua con la celebración de Cornites. La climatología no fue la mejor y eso hizo que más de uno dudase a la hora de echarse al monte y disfrutar, pero la lluvia no hizo acto de presencia pese a que el cielo estuvo muy gris.

Pero los más madrugadores no tuvieron ningún atisbo de duda y, por eso, se calzaron las botas y ropa cómoda dispuestos a cumplir con una tradición con la que solo pueden cuestiones extremas como ha sido en los dos últimos años con la pandemia. De este modo, las faldas del Serantes fueron tomando color y actividad gracias a las personas que, con la misma ilusión que la primera vez, quisieron cumplir con la tradición de subir a la cima santurtziarra el Lunes de Pascua. Sin lugar a dudas, la de ayer no fue una edición más de Cornites, fue la edición de volver a disfrutar en cuadrilla o en familia del monte, algo básico pero que se ha echado mucho de menos en los últimos tiempos.

Con todo, sobre todo entre los más madrugadores, el objetivo era llegar a la cima del monte santurtziarra ubicada a 450 metros sobre el nivel del mar. La mayoría lo hicieron a pie, aunque también hubo quien cubrió la ruta en bicicleta y a caballo. En mitad del camino, aunque aún no estaba abierto el parque infantil en la zona de El Mazo, sí había una actividad: el taller de creación de cajas nido que comenzó a las 11.00 horas en el fuerte. Una muestra más de que el aprendizaje también puede ser en una fiesta tan esperada. En la cima, por su parte, el ambiente era estupendo y, una vez llegado a lo más alto, había quienes se sacaban una foto para inmortalizar el día y quienes, además, aprovechaban para visitar el torreón del Serantes, una fortificación construida en 1880 y que fue reinaugurada tras su restauración en la edición de Cornites de 2019. La última que se había podido celebrar hasta ayer lunes. Así, por momentos, hubo una cola considerable en el entorno del torreón. Unos metros antes de llegar a la fortificación se encontraban Marta, Concha, Mari Jose, Gorka, Isaac y Ulrich, un grupo en el que además de mezclarse jarrilleros y alemanes, también compartían vivencia auténticos expertos en Cornites con debutantes en la jornada. "Solemos venir todos los años y esta vez, tras los dos años que no se ha podido celebrar, esperábamos con ganas este día", señalaron Marta y Concha, quienes, a buen seguro, fueron unas guías de lujo para Ulrich, debutante en estas lides. "La verdad es que hemos estado muy pendientes del tiempo estos días y ha salido un día bastante aceptable. Ahora, una vez hemos llegado a la cima, bajaremos y nos iremos a Portugalete, donde nos pegaremos una buena alubiada", comentó este grupo que fue fiel a la tradición y degusto el afamado cornite.

No hace falta irse hasta Alemania para encontrar debutantes en Cornites; ayer lunes dos getxotarras, Iñigo Rebollar y Sergio Muñoz, vivieron su estreno en esta fiesta. Cruzaron de la margen derecha a la margen izquierda de la ría y pasito a pasito fueron haciendo camino hasta llegar a la cumbre del Serantes. "Es una fiesta que teníamos apuntada, a la que queríamos venir y aquí estamos. Hemos llegado a la cima y solo podemos decir que el ambiente que se vive aquí es magnífico. El Serantes es un monte muy especial porque es un entorno cercano y que está muy humanizado", explicaron. Mientras caminaban hacia el pico del Serantes vieron algunos de los puestos en los que se vendían rosquillas y pastel vasco, entre otros dulces, y ellos, sin duda alguna, iban a optar por comer pastel vasco. "Ahora en la bajada pararemos a comprar pastel vasco para reponer fuerzas", apuntaron Iñigo y Sergio.

Según avanzaba la mañana, el Serantes iba ganando en ambiente, ya que al ver que la lluvia no hacía acto de presencia, mucha gente decidió subir al monte y sumarse a la fiesta. El epicentro de la actividad fue la zona de El Mazo, punto en el que se estableció el parque infantil que abrió hacia las 12.30 horas. Los más pequeños también tenían muchas ganas de disfrutar y esta zona infantil se convirtió en un hervidero. A escasos metros del parque infantil estaba, como es habitual, la txosna en la que se podían reponer fuerzas comiendo talo y refrescar el gaznate con sidra, refrescos y cerveza. También en esa zona había un par de puestos de venta de rosquillas y pastel vasco. Para los vendedores, la de ayer también era la jornada de poder volver a trabajar en esta cita. "Estoy viendo a la gente muy animada y con ganas. Se está vendiendo más de lo habitual teniendo en cuenta el tiempo raro que está haciendo hoy -por ayer lunes-. La gente, después de estos dos años, tiene ganas de salir y disfrutar", subrayó Javier Tejedor, del puesto de Rosko-Gintza, que es uno de los clásicos en Cornites ya que "es una fiesta en la que, si hace buen tiempo, se vende muy bien".

Unos tirando de comida salada y otros comiendo dulces, repusieron fuerzas y tomaron energía para seguir viviendo una jornada tremendamente especial que vivió su colofón a las 18.00 horas, cuando dio comienzo la romería que corrió a cargo del grupo Basajaun. Así, al ritmo de la música vivió Cornites sus compases finales en una edición muy esperada y que muchas personas vivieron con la ilusión de la primera vez. Y es que tras todo lo vivido en los dos últimos años, volver a reunirse y disfrutar del monte es un bien muy preciado.

"La gente, después de estos dos años tan duros, tiene ganas de salir y de disfrutar"

Rosko-Gintza