- Hoy se cumplen quince días de la entrada en vigor del decreto de alarma por el covid-19 y por ende del confinamiento obligatorio de la ciudadanía en general en sus domicilios. Un compás de espera que empieza a pesar en el ánimo de los mayores, de los adultos y cómo no en el de esos cerca de 360.000 niños y niñas vizcainos menores de 15 años -de ellos 250.000 menores de 10 años- cifrados por el Eustat en 2018 y que han cambiado su clase y su patio de recreo, sus extraescolares y sus juegos y amigos por un encierro continuado en casa que deben acatar, aunque no acaban de entender muy bien por qué. Como señala Nagore Hornes, una comerciante que regenta la tienda de golosinas Pi Po Gozokiak en el centro de Gallarta, "hay que intentar animarles, motivarles, sorprenderles e incluso premiarles y para ello las golosinas pueden ser una buena herramienta hasta para aprender higiene dental". Esta antigua peluquera y hostelera reconoce que el encierro ha hecho también "que los regalos de Olentzero estén más amortizados que nunca porque hay que ver la de veces que, sobre todo la niña pequeña, juega con ellos" y para que los más pequeños sobrelleven de una manera más dulce el confinamiento ha puesto en marcha un servicio de venta a domicilio de chucherías en los barrios de Gallarta y Sanfuentes en Abanto-Zierbena.

"Solo recojo pedidos para estas dos zonas porque en Las Carreras hay tienda o tiendas de golosinas y yo no trato con esta venta a domicilio de hacerles la competencia sino ayudar a las familias y a mis clientes habituales a pasar esta situación especial y pensando sobre todo en los más pequeños que son los que más a rajatabla están cumpliendo el confinamiento", sostiene esta emprendedora que el próximo mes de mayo celebrará cuatro años al frente de Pi Po Gozokiak. "El nombre de Pi Po lo pusimos porque era el nombre que mi hijo le había puesto a un perro de peluche del que no se despegaba", aclara Nagore.

Para esta gallartina, madre de un niño de 15 años, Aitor, y una niña de 21 meses, Irati, que tiene un negocio al público que es su medio de vida, decidió cerrar por el decreto de alarma del gobierno -aunque su epígrafe de Alimentación y Bebidas no se lo exigía-. "Lo hice con el fin de no animar a más gente a salir a la calle y que estuviera el mayor tiempo posible en casa. Este local a pesar de que tiene casi 60 metros cuadrados no es el más apropiado para guardar distancias de seguridad y tampoco me parecía bien poner una mesa en la puerta porque este tipo de producto, sobre todo las golosinas, de las que hay casi 200 referencias, tienes que verlos. Así que decidí cerrar el mismo día 15 de marzo y no he vuelto a abrir", enfatiza mientras atiende a una clienta que había salido a las compras del día, se acordó del pedido y se acercó a recogerlo.

"Me planteé al cerrar que con mis hijos, sobre todo con la pequeña, tenía muy fácil llevarle algunas golosinas que la encantan para levantarle el ánimo en momentos en los que se la veía tristona o que empezaba a llorar porque se aburría y no veas qué contenta se ponía cuando le daba alguna cosa", recuerda Nagore que pronto se puso en el lugar de sus clientes habituales y sus vástagos. "Ello me llevó a pensar en poner en marcha la posibilidad de acercarles las golosinas a domicilio y vi en Facebook la opción de plantear la idea pensando sobre todo en el fin de semana cuando la familia puede estar al completo", señala la gerente de Pi Po Gozokiak.

De hecho, la iniciativa contempla la recogida de pedidos entre lunes y jueves en el WhatsApp 680 936 186. "La idea se inició en Facebook e Instagram y ahora, con el boca a boca, se ha ido animando. Ya sé que no me va a resolver el mes porque la compra más importante la hace la chavalería que viene los fines de semana y ahora están en casa con sus estudios y sus cosas pero bueno espero que me ayude a pagar los gastos más acuciantes del negocio", plantea Nagore Hornes que ha encontrado en su marido, Asier Tejera, transportista de profesión, su mejor complemento. "Yo me encargo de preparar los pedidos y luego cuando él viene los va repartiendo", comenta Nagore que sabe muy bien que "a nadie le amarga un dulce".