Elixane Castresana

balmaseda - Si aparecen cuatro hojas de roble significa que ha salido de las manos de Joseba Aretxederra. El logotipo representa el sello de calidad de piezas únicas, distinas unas de otras, elaboradas a la antigua usanza “si se cuidan bien pueden durar para toda la vida”. En Mercadillo, Sopuerta, crea desde hace treinta años artículos en cuero de manera artesanal y comparte los secretos de las técnicas y materiales con quienes se apuntan a los cursos que ofrece para todas las edades. En Navidad, con el ajetreo de regalos que se avecina para Olentzero y los Reyes Magos, se multiplica la actividad dentro y fuera de su taller: enseñó a los niños a confeccionar sus propios colgantes en la Semana Cultural de Balmaseda y hasta el 5 de enero cuenta con un puesto en la feria artesana de Bilbao, ubicada en El Arenal. El número 24 del recinto.

“Es un aprendizaje continuo si te gusta lo que haces”, asegura sobre el oficio que le atrapó “ya cuando tenía 17 años, por lo que empecé a trastear”. Se define como “autodidacta, menos quizás en esta última etapa en la que se apoya en la tecnología para darse a conocer a través de Internet. Aunque recientemente sufrió un contratiempo. “Me olvidé de renovar el dominio Aretxederra.com y para cuando quise hacerlo ya lo habían adquirido en China. Ahora corresponde a una web de apuestas y para acceder a la mía hay que dirigirse a Aretxederra.es”, relata. Su página carece de tienda virtual porque prefiere “la venta directa” en eventos a los que acude en Enkarterri y alrededores y los encargos “personalizados” que recibe directamente en el taller.

Se puede decir que “mi fuerte son los cinturones”, aunque también da forma a “carteras, monederos, maletas o bolsos” en los que puede llegar a emplear varios días por unidad. “A veces la gente se lleva las manos a la cabeza. Solo en materiales a mí me cuesta sobre sesenta euros. Un bolso de curtición vegetal, por ejemplo, si se trata bien puede durar para siempre, pero sin mojarse porque se pudriría”, describe. Salvando las distancias, “el vacuno que utilizo se asemeja a la piel humana, incluso se pone moreno”.

El WhatsApp le ha facilitado el trabajo en el sentido de que “puedo enviar a los clientes fotografías de los artículos para que se hagan a la idea del resultado final” y también les aconseja sobre los colores porque “la luz puede modificar el tono”. Por eso pinta él mismo en “rojo, negro, azul y gama de marrones”. Un verde “podría acabar en negro el amarillo también cambia bastante”.

Antes de darles forma definitiva diseña plantillas en cartón “y cuero de inferior calidad al mío para calcular las medidas con exactitud”. Su línea básica, “guiarme por mi intuición para conseguir productos con identidad propia, que no puedan adquirirse en tiendas”. Al menos de momento, está centrado en los complementos y no se plantea probar suerte con colecciones de ropa.

Clases de varios meses Además, abre las puertas de su taller para transmitir sus conocimientos acerca de “tipos de costura, cómo trenzar teñir, grabar, poner un broche o modalidades de acabado -es decir, cómo tratar los cantos de la piel-”. Junto a las sesiones puntuales da la posibilidad de inscribirse en un programa más detallado, “que abarca desde septiembre a junio al igual que un curso escolar y puede ser hasta más largo”. Él sabe que “en esta profesión se suben escalones poco a poco” y armándose de paciencia.

En el caso de talleres pensados específicamente para los niños como el que dio durante la Semana Cultural que Balmaseda acogió el pasado fin de semana, “no se utilizan herramientas para evitar que puedan lesionarse”. Si les gusta podrán seguir aprendiendo como hace Joseba.