El tejado está revestido de hierba y la orientación de la casa, levantada prácticamente a mano por sus propietarios, tampoco se ha dejado al azar para aprovechar los ritmos naturales del lugar. Formados ambos en Bellas Artes, Erika Yurre y su pareja, Pedro Salgado, se mudaron hace ocho años al barrio carranzano de Cezura, para desarrollar todo el potencial de la asociación Anamnese. El nombre “procede del griego Anamnesia y significa lo contrario a perder la memoria”, explica ella. Aplicado a su proyecto vital, “todo lo que hacemos tiene que ver con eso, recuperar lo que estaba olvidado en el tiempo ya sea elaborando jabones naturales y haciendo pan artesano con masa madre”, detalla. Hace una semana, la salida a la vivienda y los talleres organizada desde el parketxea de Armañon se cerraron “con las plazas llenas y lista de espera”, lo que ha animado a Erika y Pedro a programar de forma más regular las visitas a su hogar que ya se llevaban a cabo para grupos pequeños y colegios.

Fueron la tercera familia que desembarcó en Cezura, “cerca de Ahedo y el palacio de La Lama”, para continuar con la ilusión de construir una comunidad respetuosa con el entorno y la cultura rural sobre la sensibilización “agroecológica y autosuficiente”. Ya habían creado la asociación Anamnese en Bilbao, “con trabajos fotográficos y audiovisuales encaminados hacia lo medioambiental y lo cultural”.

Ponerse manos a la obra para erigir la casa en Karrantza con sus propias manos suponía un reto mayúsculo para el que solicitaron colaboración “a través de una red de voluntariado internacional”. Expusieron en una base de datos en qué consistía la obra “y ofrecíamos a los participantes formación a cambio”. A lo largo de cinco años “han pasado por aquí más de 250 personas”, muchas de ellas contribuyendo por iniciativa propia. Grupos más numerosos y que permanecían menos tiempo en verano y con estancias más prolongadas en invierno. Ahora que Erika y Pedro han formado una familia ya no recurren a los intercambios internacionales.

El resultado del trabajo salta a la vista en cada detalle de la casa. Se trata de una construcción “bioclimática, que aprovecha al máximo la luz del sol. De esta forma, “se abren grandes ventanales con orientación sur y la parte norte está más cerrada, con ventanas muy pequeñas y paredes forradas de paja y revocadas de cal y arena”. El tejado “se realizó a base de tierra y piedra, que es un buen aislante”, describe Erika. Además, incorporan materiales reciclados, un sistema de depuración de aguas residuales y “somos autosuficientes en cuanto a la energía”. Complementaron su residencia con talleres de plantas medicinales y un obrador de pan artesano, denominado Ama Orea. Los miércoles y los sábados encienden el horno de leña “y la gente se puede acercar a comprar el pan”. Los productos de la huerta ecológica los reservan para consumo propio.

Arquitectos, representantes de asociaciones ecologistas o de la las organizaciones Ingeniería sin fronteras y Veterinarios sin fronteras se han acercado a Cezura para conocer de primera mano la filosofía vital de Erika Yurre y Pedro Salgado. También reciben a colegios y grupos de al menos diez personas y un máximo de veinte que han oído hablar de ellos. El boca-oreja que ha propagado su labor les ha hecho replantearse la organización de las visitas. Ahora, de momento, “pedimos que el grupo de diez personas esté ya configurado y quedamos de acuerdo en un día, que suele ser el domingo, preferentemente desde las 11.00 horas”.

La visita consta de aproximadamente dos horas y media de recorrido mientras Erika y Pedro relatan “nuestra experiencia real, cómo una familia ha materializado su proyecto con ayuda de la solidaridad y el trabajo colaborativo. Los asistentes pueden conocer la casa y el obrador con un coste de ocho euros por persona. Es posible añadir otras actividades, como demostraciones de talleres de jabón natural reciclando aceite vegetal, elaboración de preparados de plantas medicinales, plantas silvestres comestibles, cocina saludable con productos locales y pan ecológico en horno de leña por 35 euros por persona. O degustar un menú ecológico de primer y segundo plato con postre, tisana o café saludable, por un importe de quince euros.