Leioa - Agujas, guitarra, moto, surf, teclas y... ¡hasta zombies! Todo ello forma parte de la vida -real y literaria- de Iker Polo Tomé, de 28 años. Ya lo admite él mismo: “Eso de estar quieto en casa nunca me ha gustado”. Este enfermero de profesión, que toca en una banda de música rock -Las horas muertas-, forma parte de un grupo de aficionados a las motos -Los Villanos- y que empieza a hacer sus pinitos cogiendo olas, acaba de escribir su primera novela, Hilak, en la que Luis, un oficinista de 33 años de Bilbao, un hombre frío y centrado en sí mismo, sufre un accidente doméstico y acude al hospital de Basurto. Allí, una extraña epidemia se desata haciendo que los infectados se transformen en seres hambrientos de carne humana y extremadamente agresivos.

“Hay gente que me ha dicho que Hilak es un canto a la vida, entre tanta muerte. Para mí, ha sido un libro de autoayuda, me he conocido más y mejor. Me ha servido de mucho. Empecé porque siempre había escrito letras para el grupo y alguna historia más breve. Pero con las canciones y la poesía estás pendiente de la métrica, la rima? Estás un poco enjaulado. Y con un libro, eso da igual: si son 100 folios, pues adelante, si son 50, 50? Al final, me salieron 180”, cuenta este vecino de Leioa. Ciertamente, las canciones compuestas para Las horas muertas son el prólogo de su primera novela, una experiencia muy gratificante -ya está trabajando en su segunda obra, además-. “Al principio, el folio en blanco era una depresión y luego solo quería estar todo el rato escribiendo. Había noches en las que no pegaba ojo porque estaba pensando sin parar en la novela. Una vez, me desperté a las cuatro de la madrugada y me puse a escribir. También lo hacía en el móvil cuando tenía huecos o en los ratos muertos de las guardias de 24 horas o de 15”, desvela Iker. Sin duda, su vocación y función como enfermero han influido en esta publicación. “Totalmente”, destaca. “La primera parte se desarrolla en Basurto y además hay vivencias y conversaciones que tiene la gente en un hospital que las he reflejado, porque las he mamado de haber trabajado allí. También la reflexión entre muerte y vida. Porque ves mucho, hablas mucho, oyes mucho y te enfrentas a situaciones duras? La primera vez que ves un muerto se te hiela toda la sangre, la segunda no tanto, la tercera menos? Tienes que tirar para adelante. No puedes atascarte. Eso también está en el libro de alguna manera. Tiene mucho de mis reflexiones, hay mucha parte de mi vida, y también del miedo a la muerte que tiene la gente”, sostiene este leioaztarra.

Él es un enfermero todoterreno. Ha trabajado en Basurto y este verano está “entre Pediatría y adultos de un ambulatorio en Begoña”. También estuvo ejerciendo en la cárcel de Basauri. “La experiencia fue agobiante, porque me ponía en la piel de los que están allí y... tiene que ser horroroso; quitarte la libertad tiene que ser un castigo tremendo. Muchos lo merecen, claro. Todo es estrechísimo, vigilado 24 horas? A mí me agobió mucho: una puerta no se abre si la otra no está cerrada...”, recuerda.

Acordes, rugidos... Otra faceta de Iker es, por tanto, la musical, la que abarca con su guitarra. “El grupo es local, de barrio, de canción protesta, porque para nosotros la música es un medio de comunicación muy bueno. Nunca hemos querido que nuestras canciones sean un ritmo pegadizo y ya está. Además, la cosa no está para estar callado. Y no decimos ninguna locura. Solo es una protesta pura y dura”, señala. También tienen alma solidaria y, en este sentido, Las horas muertas ya está preparando la cuarta edición de su festival benéfico con el Sáhara, Aldatu Rock, que se celebrará en octubre.

Y la moto es otra de las pasiones de este enfermero, escritor y músico. Su Harley es una de las que ruge en el grupo leioaztarra Los Villanos. “Sobre todo, tenemos Harleys pero al final nos da igual la moto que sea. Es más el rollo que uno tenga y que le guste salir por ahí”, considera Iker, que exprime todos los minutos de suvida.