Cuando hace unos años comenzó a extenderse el uso de las impresoras 3D en los hogares, pocos se podían imaginar que ese puñado que muchos habían considerado o etiquetado como frikis podrían ser capaces de responder de la forma en la que lo han hecho ante el desabastecimiento de mascarillas y escasez de material de protección para que sanitarios, operarios y trabajadores municipales, policías locales e incluso las tiendas de alimentación puedan protegerse del covid-19.En el caso del grupo de makers de Amorebieta-Etxano, Egoitz Etxeandia explica que en esta situación ha cambiado el valor y la consideración que podían tener las impresoras domésticas de 3D. “Vimos que estábamos ante una situación muy difícil y compleja, con una necesidad de material a la que no podían dar respuesta ni el Gobierno estatal ni las empresas privadas y lo que empezó como una pequeña movilización de 3-4 personas se ha convertido en un grupo de más de 500 personas en Euskadi con ganas de ayudar”.

En el caso del grupo zornotzarra, Egoitz participa en esa iniciativa solidaria junto a Iker Aburto, Josu Barandalla, Beñat Vadillo, Roberto Caballero, Sara Fernández, Jon Apeztegia, Gorka Goitia, Unai Vargas, Iragarne Aboitiz, Raúl De la Cruz y Asier Bilbao. Con una media de edad que ronda los 30 años, ninguno de ellos ha dudado en poner sus impresoras a pleno rendimiento y destinar también parte de esa producción directamente a cubrir las necesidades del pueblo. Desde el inicio de la crisis sanitaria calcula que habrán realizado cerca de 500 viseras de protección para los vecinos y vecinas zornotzarras, que ya se han podido repartir en el ambulatorio, en la residencia de mayores, a los propios trabajadores municipales y en los pequeños negocios y locales que deben permanecer abiertos en estos momentos.

Egoitz destaca que toda la producción realizada por la comunidad maker de Euskadi contra el coronavirus se hace de forma ordenada y en base a unos prototipos validados y supervisados por Osakidetza. “Contamos con unos formularios para recoger la demanda existente y los cruzamos en una hoja de cálculo con los datos de producción y vamos dando respuesta a cada necesidad actual”.

Un gesto solidario que asegura no sería posible sin la ayuda de otros muchos ciudadanos. “Es importante reconocer la labor de otros voluntarios que aunque no tengan impresoras, compran material o las láminas de PVC, la labor de centros como Maristak Durango y Lauaxeta Ikastola que han sacado de las clases las impresoras para hacer este trabajo desde casa, del centro de formación profesional Tknika y la colaboración de los operarios de la DYA y de los taxistas que de forma totalmente voluntaria recogen este material y lo llevan a los hospitales o donde sea necesario para realizar el reparto”, puntualiza.

Una comunidad maker que sigue creciendo sin descanso cada día, poniendo su grano de arena para hacer frente a esta gran crisis sanitaria con la fabricación de material de protección y que también sigue trabajando en el desarrollo de respiradores, que ya están en proceso de validación por sanidad.