NTRE ramas de eucalipto y acebo, flores de pascua y campanillas de invierno las vendedoras del Mercado de las Flores lloran. Lloran de rabia e impotencia por la actitud del Ayuntamiento de Bilbao hacia los profesionales del mercado semanal. "Nos tratan como a basura", resume una vendedora sobre el comportamiento de las autoridades municipales con un colectivo que lleva casi medio siglo poniendo una nota de color al lado de la ría y que forma parte del patrimonio vecinal de la villa.

Las vendedoras denuncian que el Consistorio lleva semanas amenazándoles con cerrar este mercado dominical y que la "arbitraria" limitación de espacio, de puestos autorizados y de número de compradores les deja prácticamente sin actividad. "Estamos casi toda la mañana mirando, sin vender, mientras que fuera del recinto vallado hay una larguísima cola de personas que quieren comprar", se lamenta una vendedora veterana.

Las y los floristas de El Arenal no comprenden que el Ayuntamiento no haya habilitado los dos tinglados habituales para, así, desplegar más puestos, ganar espacio y facilitar el flujo de clientes. "Estamos como ovejas en un redil", se quejan los profesionales al tiempo que reclaman que en lugar de una única cola de acceso cada puesto pueda tener su propia fila de compradores. "Hay espacio suficiente", alegan. Las floristas señalan que pese a trabajar al aire libre y con muchos metros alrededor, al mercado se le han impuesto unas condiciones "discriminatorias", porque "en las grandes superficies comerciales o en los hipermercados, aunque son lugares cubiertos y cerrados, no se está limitando el número de clientes".

35 clientes

La limitación impuesta por las autoridades municipales de un máximo de 35 compradores a la vez dentro del recinto vallado depende únicamente de la regulación que realiza "a ojo" un joven cuyo salario es sufragado por los propios floristas. "El Ayuntamiento nos dijo que no tenía dinero y que lo debíamos pagar nosotros". También les argumentó que instalar y desinstalar el vallado era "muy caro" y por eso no se podían utilizar los dos tinglados.

Fuera, los clientes, que esperan entre media y una hora en una higiénica y ejemplar fila caracterizada por la paciencia y la distancia interpersonal, tampoco entienden tantas limitaciones y trabas, sobre todo "en un espacio al aire libre". "Cualquier día de labor en las aceras de la Gran Vía hay mucha más gente y más junta que aquí y nadie les pone restricciones", afirma una joven. Este domingo el contraste entre el número de personas que aguardaban turno para comprar flores y los pocos clientes que podían acceder a cada puesto era tan desconcertante como contradictorio, porque con bares y terrazas cerradas la opción del Mercado de las Flores gana puntos. Sin embargo, una evidente mala regulación solo sirve para que cientos de bilbainos experimenten la frustración de una larga espera sin entender las razones para constreñir los puestos en un pequeño espacio.

A las fuertes e "inexplicables" restricciones que viven los vendedores se suma el "maltrato" institucional. "Hemos presentado al Ayuntamiento un escrito de alegaciones muy bien documentado y no nos han contestado. La única respuesta es una contundente amenaza de cierre definitivo", se queja una representante del colectivo, entre quienes hay personas que sufren ansiedad y depresión porque ven en peligro su trabajo.

Con la participación de puestos al 50% y el espacio y los clientes limitados, las ventas prenavideñas, que siempre son altas, están al mínimo. "Nuestro producto es perecedero", recuerda una florista, "lo que no vendamos hoy no sirve para la semana próxima". Esta vendedora exige "reciprocidad" a los responsables municipales: "Yo valoro el trabajo de los políticos, pero ellos deben respetar el nuestro y sin estar aquí y sin ver que así el mercado no está funcionando bien no deben tomar decisiones que solo nos perjudican".

El pintor francés Henri Matisse dijo que "siempre hay flores para el que desea verlas", hoy debemos pedir que siempre haya flores para el que desea comprarlas.