BILBAO - Ya no hay vuelta atrás. La bicicleta se ha convertido en un transporte alternativo para la ciudadanía en Bilbao y está dispuesta a conquistar la vía pública. Compartir espacio con el resto de los vehículos no es baladí; por eso, se precisan unas nociones, mínimas al menos, de conducción. DEIA ha realizado uno de los cursos gratuitos que ofrece el Ayuntamiento durante octubre, noviembre y diciembre para aprender a circular en bici por la villa. La primera sorpresa es que los cursos están prácticamente completos; la segunda, que la mayor dificultad para el ciclista urbano son las rotondas y los giros a la izquierda. Pero, dicho esto, Bilbao no tiene tantas cuestas como parece.

Los cursos están organizados en tres niveles. El primero es para aquellos que no saben andar en bicicleta; el nivel intermedio, para los que conociendo el funcionamiento de los velocípedos, tienen que mejorar el equilibrio y ganar en confianza para pedalear, girar o frenar. Nos apuntamos al tercero, el más avanzado, lo que nos permitirá conocer en primera persona las dificultades de circular por la villa, tanto por carriles bici como por zonas compartidas con vehículos a motor.

El curso consta de dos sesiones de dos horas cada una y se desarrolla en un entorno de tráfico real, con los obstáculos propios que esconden las calles de la ciudad. Javier Umaran y Carlos Mazón, monitores de la asociación Biziz Bizi, son los encargados de impartir las clases, tanto teóricas como prácticas.

La cita es a las 17.30 horas en la explanada del Itsasmuseum, donde nos facilitan las bicicletas. Por cierto, no son eléctricas, así que la primera preocupación son las cuestas de Bilbao. El grupo está formado por Idoia, de San Inazio; Mari Fe, de Miribilla; Arantza, de Rekalde, e Irati, de San Adrián. A todas les produce respeto e incluso miedo circular por la carretera junto con otros vehículos, pero quieren utilizar la bicicleta en sus desplazamientos diarios, así que el curso les viene como anillo al dedo.

“Andar en bici es algo que nunca se olvida, aunque hayan pasado años desde la última vez que te has montado”, dice Javi para tranquilizar a los más novatos. Y lo comprobamos.

Lo primero que aprendemos es que si hay bidegorri hay que circular por él; si no, por la carretera directamente. Si vas en grupo debes distanciarte un metro del compañero y también debes separarte un metro de los coches aparcados. Se trata de evitar que si un coche abre una puerta, por ejemplo, te tire.

Hay que interiorizar también que debes respetar las señales lo mismo que si fueras en coche o moto. Todas. Es decir, que hay que parar en un stop, pero también te pueden multar si pasas por una línea continua para cruzar. Los stops se pueden hacer antes o después del paso de cebra.

El equipo de Biziz Bizi nos pone chalecos para hacernos más visibles al tráfico. Hemos llegado a la conclusión de que llevar un chaleco es un salvavidas. Da tanta seguridad como cuando te tiras con un flotador a una piscina sin saber nadar. Ah, los cascos no son obligatorios en la ciudad.

Trayecto urbano De la explanada del Itsasmuseum subimos al Puente Euskalduna, para coger desde allí la calle Iruña, Jon Arrospide, Julio Urquijo, Camino de San Felicísimo, Ballets Olaeta, Rotonda del Puente Euskalduna, subida al Sagrado Corazón y retorno al Itsasmuseum.

Las bicis tienen su propia cestita para llevar artículos, pero coincidimos en que este transporte requiere ropa cómoda y mochila mejor que bolso. Si llueve, aparte de la indumentaria, hay que extremar la precaución en las rejillas del metro y las traviesas del tranvía.

Aunque la calzada no esté pintada no quiere decir nada. “O bidegorri o carretera”, dice Javi. “¡Con lo segura que se ve una por la acera!”, pensamos en alto. La primera dificultad que se nos presenta a quienes no somos usuarios habituales de bicicletas son las cuestas. Subir hasta la Plaza del Sagrado Corazón, así en frío, parece un primer reto difícil, pero hay que decir que Bilbao engaña y en general las pendientes no son tan inclinadas.

El grupo que realiza el curso utilizará la bici en sus actividades diarias, así que hacemos un primer caso práctico: simulamos ir a la compra a un supermercado situado en Jon Arrospide. Mari Fe pregunta: “¿No se puede girar si hay línea continua?”. Rotundamente no, es la respuesta. Hechas las compras, llegamos al final de la calle y nos disponemos a subir a Julio Urquijo. El tráfico es denso y la sensación de proximidad de los coches intimida. Tanto es así que el semáforo en rojo divide al grupo. Otra cosa que no sabíamos es que un grupo de gente en bici es como un autobús: si pasan las dos primeras unidades, aunque el semáforo se ponga en rojo, puede pasar todo el grupo.

Idoia reconoce que cuando eres automovilista te incordian los pelotones, pero sobre la bici hay que reconocer que arropa mucho ir en grupo. Llegamos a la primera rotonda en Deusto antes de bajar por el Camino de San Felicísimo. Es un avance de la que vendrá después y superamos la prueba con tranquilidad.

Yo obligaría a llevar chaleco reflectante porque comprobamos que los coches, y no digamos los camiones, te respetan mucho más. Carlos dice que por la noche son incluso más efectivos que las propias luces. Y pone la nota de humor: “En una ocasión por la noche íbamos en bici con chalecos, en Navarra, y un coche que nos vio incluso se dio la vuelta. Supongo que pensó que igual íbamos a hacer un control de alcoholemia”.

Seguimos nuestro recorrido para llegar a Ballets Olaeta. Subir las cuestas entraña cierta dificultad pero bajarlas, también. Da cierto vértigo porque la bicicleta coge velocidad casi sin querer y con los coches a ambos lados temes que pueda ocurrir cualquier accidente. Así llegamos hasta darnos de frente con el Puente de Frank Gehry.

rotondas, la mayor dificultad Seguimos con relativa soltura por la calle que bordea la clínica del Igualatorio Médico Quirúrgico, en Zorro-tzaurre, para enfrentarnos a lo que es la prueba más dura para un ciclista urbano: las rotondas. En general, todas tienen su dificultad, pero la del Puente Euskalduna riza el rizo porque en lugar de dos carriles, como suele ser habitual, tiene tres, así que para dar la vuelta te incorporas al primer carril; después, al segundo, hasta llegar a la vía interior. Y lo mismo para salir de la rotonda. Esta maniobra, cuando se realiza con tráfico denso aunque parezca fácil no lo es. Para Irati es importante aprender bien este paso porque quiere utilizar la bici en sus desplazamientos desde San Adrián, donde vive, hasta el Instituto de Botika Vieja. Tiene 17 años así que le acompaña su tía Arantza, que quiere cerciorarse de que su sobrina podrá conducir con seguridad. Sin duda la rotonda más que impresionar da miedo. Lo mejor, si lo ves muy complicado, es dar más de una vuelta hasta que lo veas fácil.

Una vez cogida la salida llegar al Palacio Euskalduna ya es pan comido. El curso termina con nociones de seguridad para aparcar las bicicletas y que no las roben.