El pasado domingo de Pascua, la pequeña localidad arratiarra de Artea perdió a una de sus vecinas más queridas. Emilia del Barrio Arza, ferviente feligresa de la parroquia de Santa María, falleció a los 87 años dejando en el pueblo “una gran huella por su forma de ser y por su trabajo como voluntaria dirigiendo el cementerio de Artea durante muchos años”, destaca el cura Jose Mari Kortazar. Y es que el municipio tiene la particularidad de no disponer de un camposanto público y municipal, sino que es de carácter parroquial. “Por eso, cuando se tenía que enterrar a alguien, Emilia se encargaba de llamar al enterrador, tener los papeles al día, encargar que se cortara la hierba... Nunca cobró ni un euro por su gestión, tarea que realizaba con una diligencia y entrega digna del trabajador más responsable”, añade.

Hubo ocasiones en las que Emili, como se la conocía familiarmente, recibía llamadas de vecinos de madrugada “para hacerle saber que su madre o su padre habían fallecido y preguntando qué hacer en ese momento tan delicado”. Siempre respondió de manera atenta y diligente. “Nunca una palabra de más, siempre dispuesta a ayudar. A veces alguna familia no pagaba al enterrador y la parroquia tenía que adelantar ese dinero hasta que cumpliera su palabra. Emilia, sin hablar fuerte, de manera suave y modesta, tal y como exigía el momento, sin faltar el respeto, ya fuera invierno o verano, cumplía fiel su cometido”, recuerda Kortazar sobre su figura y su dedicación como voluntaria.

Tal era el cariño que sus convecinos le procesaban que el templo religioso de Artea, al que tanto tiempo dedicó, rindió, en febrero de 2013, un emotivo y modesto homenaje a Emilia del Barrio que estaba ya delicada de salud y había dejado su responsabilidad. La gestión del camposanto se ha ido normalizando tras la firma de un acuerdo con el consistorio, de tal forma que “la parroquia mantiene la propiedad del cementerio, respetando la voluntad del donante, y el ayuntamiento se encarga de la gestión. Una cesión para treinta años, sin coste alguno, que permite que el ayuntamiento no necesite expropiar terrenos ni gastar más dinero en construir otro cementerio”, explica el párroco.

Gran pesar

La despedida de Emilia del Barrio Arza se realizó con aforo reducido por las medidas legales vigentes, “y la misa de salida se celebrara cuando se normalice algo esta situación”, anunció su único hijo, Gustavo. “Mujer profundamente creyente, resucitó a la nueva vida, el mismo día que la liturgia católica celebra la resurrección de Jesucristo y el final de la Semana Santa. Y en ese cementerio de Artea, que tan fielmente cuidó durante largos años, descansa en la paz del Señor”, apunta Kortazar. Por su parte, Loli Atutxa, compañera de Emilia durante muchos años en la parroquia, destaca “su servicio constante y responsable en todas sus tareas, pero sobre todo en el tema de la gestión del cementerio y sus terrenos”. Jose Inazio Ortúzar, voluntario de la parroquia, no quiere que se olvide su “sencillez, discreción y disposición siempre a ayudar a cualquier persona”. Y Pili Abasolo, voluntaria que asumió algunas de sus tareas, la define como “una persona fina, una gran trabajadora”.

“Dirigió el cementerio muchos años con una diligencia y entrega muy digna y responsable”

Párroco de Arratia

“Era discreta, sencilla y estaba siempre dispuesta para ayudar a cualquier persona”

Voluntario de la parroquia