Era, de alguna manera, una noticia esperada, pero ha dejado un poso de tristeza en la villa de Ugao-Miraballes, sobre todo entre los vecinos que le conocieron y que más le trataron. Tanto es así que el fallecimiento, el pasado 1 de abril, de Ángel Meaza Idirin a los 57 años de edad ha motivado numerosos mensajes de pésame y muestras de condolencia a sus familiares y allegados, ya sea de manera directa como a través de las redes sociales. Todas ellas evidencian el gran cariño y respeto de un pueblo hacia un convecino con síndrome de Down que llevaba ya en torno a 8 años postrado en la cama sin salir de casa y bajo el cuidado de su familia debido al agravamiento del alzheimer que padecía.

Los calificativos más repetidos sobre su persona le definen como "todo bondad" y "muy cariñoso", sobre todo con los niños de corta edad a quienes colmaba de atenciones e intentaba, por todos los medios, hacer reír.

Llamaba mucho la atención que era un fiel seguidor de la Real Sociedad, camiseta que lucía con orgullo por las calles de la villa cada vez que tenía ocasión. "Seguramente lo hacía para llevar la contraria, para ir contra corriente, y porque suponía para él un tema de conversación con el que se lo pasaba muy bien", recuerda el ugaotarra Iñaki García Uribe que añora las innumerables visitas que recibía de Ángel en su establecimiento comercial. "Pasaba aquí más horas que en su casa", asegura al tiempo que destaca que "fue mi compañía durante los 3 primeros años en los que cogí el estanco al morir aita y ama y fueron muchas las conversaciones que teníamos mano a mano".

Antes de que la enfermedad hiciera una mella irreparable en su calidad de vida, Ángel Meaza disfrutaba también de su con devoción de su fe religiosa. "De alguna manera, se puede decir que hacía las veces de sacristán de la parroquia de San Bartolomé, en el sentido de que no faltaba nunca a ninguna misa semanal, ni a un funeral o a un bautizo. Y muchas veces, venía a pedirme las llaves que se guardaban y custodiaban en el viejo estanco". No es de extrañar, por tanto, que además fuera un devoto y colaborador de la Cofradía de la Virgen de Udiarraga, hermandad que organiza actos en honor a la patrona de la villa como la comida del día de la alubiada. En definitiva, "todo él era bondad, un parroquiano ilustre, un amigo de verdad que se hacía querer y lo conseguía. Era muy querido por todo el pueblo, toda una institución social en Ugao-Miraballes", afirma García Uribe.