ETS llega a la Azoka de la mano de su sexto disco, Konkista (Baga Biga), que acaba de publicarse y marca el mundo de contrastes emocionales vividos por su líder, Iñigo Etxezarreta, en el último año, traducidos en un trabajo ecléctico que aúna pop, folk, bachata, electrónica, urban, indie rock… “He hecho un disco de contrastes emocionales y musicales, en plena libertad creativa y desde la tranquilidad”, explica el músico alavés, que solo se plantea como retos los conciertos del grupo previstos en Madrid y Barcelona en 2026.
Ha vivido en Gasteiz, pero ha vuelto a Yekora.
—En el último año, por cambios personales. En el disco hablo de regresar a casa, pero es una metáfora y tiene que ver más con cierto estado de tranquilidad. Y eso es Yekora para mí.
El disco muestra un viaje, un itinerario musical que arranca con cansancio y caos y culmina con la sanación.
—En la primera canción, Ta orain zer?, me paro al cantar y tomo aire. Es intencionado; además de con la música y la letra, con la intención se dicen muchas cosas.
¿Estaba fastidiado cuando empezó a componer?
—Se ha hecho en un año. Desde los conciertos del BEC teníamos claro que había que parar tras 20 años y darnos el permiso de descansar y no girar en verano. Esa canción es la primera que surgió, en marzo, y el nivel de autoexigencia, estrés y cansancio era muy alto. Y lo representa con su mensaje de querer parar y cuidarnos. En alguna otra también me lo transmito a mí mismo, más que a la gente.
Y concluye con una reconstrucción.
—He tenido un año de bastantes altibajos y cambios personales y emocionales, y creo que los representa bien el disco. Es un disco que refleja muy bien esos contrastes de la vida. Urte bete, el tema que lo cierra, pone en valor el tiempo. A veces queremos ir muy deprisa y dejo claro ese año mínimo para volver a ser uno mismo.
“La Azoka de Durango es el lugar en el que recibes el amor que imprimes en las canciones”
Reivindica ir despacio, pero inició la composición en marzo y se publica ahora.
—Sí, pero no estaba en agenda, solo los espectáculos de Madrid y Barcelona de 2026. Estos 8 meses de parón, de estar en Yekora, han dado para mucho. Componer es la razón por la que me dedico a la música, así que el disco ha salido casi solo tras años de vivir muchas experiencias emocionales. Ha sido terapéutico y ha salido sin presiones y en plena libertad creativa, lo que se refleja con tanto cambio en estilos. Va de la mano con el motivo principal, esos contrastes de la vida.
A veces, estar jodido renta en lo artístico ¿no?
—Sí (risas). Yo no había compuesto desde este lugar, así que este es un disco muy personal, inspirado en cosas cercanas aunque también hay ficción, al ser arte. El sufrimiento va de la mano de la belleza artística en ocasiones. Y sirve de terapia, como cuando yo cogí la guitarra tras la muerte de mi hermano, con 16 años. Era lo único que me calmaba y ahora he vuelto a ese lugar pero con plena libertad creativa y desde la tranquilidad. La cohesión y coherencia las da el contraste.
¿Ese era el reto?
—Solo hacer lo que me diera la gana, probar estilos, trabajar con productores nuevos… La sociedad tiende a tapar los sentimientos, pero eres quien eres gracias a tus épocas dolorosas también.
¿Eutsi eskutik es el tema más especial?
—Es una conversación actual mía con mi hermano fallecido. Hace 12 años le dediqué Aurkitu genituen, pero he visto necesario transmitir mis sentimientos. Es dolorosa, pero necesaria.
Hay también fiesta, pasión y hedonismo.
—Cada canción intenta representar un estado de ánimo. Once estilos de música y once emociones. Yendo a las que te refieres, en Zure begi ilunek hablo de hasta dónde puede llegar la imaginación y Gure batxata se refiere a la tentación, la pasión y la culpa. Saco a la luz los deseos prohibidos.
Le veo más valiente.
—Lo habitual es llevar un concepto sonoro unitario, pero hemos querido jugar a contracorriente y que ese contraste y diversidad estilística sea el propio concepto. Por eso hay canciones orgánicas y muy tranquilas, y otras que son lo más electrónico que hemos hecho, como Beharbada, o lo más latino y urbano.
¿Este eclecticismo es fruto de sus últimas escuchas?
—Así son mis playlists, me inspiro escuchando música. Siempre me han gustado los himnos del mainstream, pero sigo con el pop rock, el indie, el folk… Algunos de los temas me los han inspirado los argentinos Luck Ra y Paulo Londra, por ejemplo.
ETS cada vez suena menos a ese ska–rock de los inicios.
—Guitarras hay en cuatro canciones aunque potentes solo en una. Y tienes razón en los metales. Hay que diferenciar en la composición, que corre a mi cuenta, y luego los directos, que tendrán arreglos de metales, de banda completa. Eso sí, en los inicios de ETS no había metales. El tema Bide ona izan es una representación previa a ellas, a ese rock que hacíamos con 17 años. No quería sentirme representado en el sonido al que hemos estado vinculados. La música y el arte tienen que ver con sentirse libres, así que aunque tengas trompeta y trombón no siempre tienen que sonar. No soy el mismo que con 17.
¿Cómo encara la azoka? ¿La ve como una conquista como pueblo?
—Sí, claro. Es el lugar en el que recibes el amor que imprimes en las canciones. Aquí está ese cara a cara, esos comentarios a los ojos de quien espera la cola para hablar contigo. Aquí se cierra el círculo de este año de composición cerrado y fuera de lo mediático. Apetece ya tener impacto y remover emociones en la gente.
¿Ganas de escenario?
—Me he dado cuenta de que disfruto más componiendo que tocando. Lo disfruto, pero está todo más medido y atado, y vamos a empezar a preparar los conciertos a partir de ahora. De momento, Madrid y Barcelona solo. Serán la presentación de este último disco. Queremos darle valor a que la gente se mueva, ese es el reto.