Gernika vive desde primera hora uno de sus días grandes. El Último Lunes llena el municipio de vida, con calles como Artekale y Juan Calzada convertidas en una arteria infinita de puestos y orgullo por el producto euskaldun.

Desde temprano, los talos han sido protagonistas. “Llevamos aquí desde las nueve, pero merece la pena”, decía Ane, de Mungia, mientras compartía bocado con su amiga Nerea. “Es tradición, si no desayunas talo, no es Último Lunes”, añadían entre risas.

El recorrido por las calles muestra un escaparate del campo y la tradición. En Juan Calzada, Antxon Aketxe observa con atención una de las máquinas expuestas. “Estoy buscando algo para cuidar un terreno, pero hay tanta opción que es difícil decidirse”, comenta mientras compara modelos. Muy cerca, Markel Felipe, responsable de un stand de maquinaria agrícola, asegura que “estar hoy aquí es un escaparate a todo Euskal Herria".

Feria del Último Lunes de Gernika José Mari Martínez

Los puestos de queso, miel y txakoli no dan tregua. “El nivel de este año es impresionante; se nota que hay ganas y producto”, cuenta Iñaki, ganadero de Arrasate, mientras ofrece degustaciones de su queso Idiazabal.

En el corazón del mercado, la estatua de José María Iparraguirre amanece rodeada de música y expectación ante la tradicional subasta del queso que se celebrará en el escenario junto a ella.

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Entre el bullicio, el bilbaino Mikel García participa en un juego de adivinar el precio de una cesta de productos. “He dicho que vale 250 euros, pero con lo bueno que está seguro que vale más”, comenta. “Vengo todos los años, este día no se puede perder. Hay que mostrar el producto local al mundo”.

Con el ambiente festivo en la etiqueta de cada producto, Gernika vuelve a convertirse en un ilusionante escaparate  donde el mundo rural y la familia y los amigos confluyen en una jornada prometedora.