Septiembre está lleno de comienzos. Para muchas personas supone el arranque de nuevas tareas, responsabilidades y propósitos como si del comienzo de un año nuevo se tratase. Así lo es también para los viticultores y viticultoras de Bizkaia, que viven uno de los momentos más importantes del año por el comienzo de la vendimia. Además, este año lo es aún más por la necesidad de mejorar la producción respecto a las dos últimas cosechas. En bodegas como la de Magalarte en Zamudio, confían en "poder ver la luz y recuperar la sonrisa tras dos años muy duros".
En los últimos años las consecuencias del cambio climático han causados estragos con temperaturas extremas, fuertes lluvias y cambios bruscos de tiempo unidos a la reducción del número de estaciones. Unas condiciones que afectan con especial virulencia al buen crecimiento de la uva y en consecuencia a la campaña de la vendimia. "Empezamos muy bien, el momento inicial de brotación-floración y cuajado iba bastante equilibrado, pero a finales de primavera empezamos a tener un contraste de temperaturas bajas y lluvia en demasiada abundancia. En el periodo de verano, los golpes de calor nos han supuesto enfrentar a nuestra viña con temperaturas de 40 grados e incluso más", explica Iñaki Suárez, director técnico de la Denominación de Origen Bizkaiko Txakolina.
Unas condiciones que obligan a los viticultores a mirar constantemente al cielo y a intensificar la vigilancia. "Los días de contraste con sol y calor y los días de lluvia aumentan el nivel de humedad, incrementando también en consecuencia la posibilidad de la botritis (enfermedad fúngica que pudre el fruto)", añade Suárez.
Otras amenazas
Aunque la climatología adversa es el principal problema al que se enfrentan, existen otras amenazas que condicionan y perjudican la cosecha. "A raíz de la cuestión climatológica, aumenta también la presión sanitaria y fúngica. En el territorio nos afecta fundamentalmente el mildiu (enfermedad de las plantas causada por hongos que se manifiesta con manchas amarillentas en las hojas), que se produce por una combinación de temperaturas de calor y humedad", asegura el director técnico de la Denominación de Origen Bizkaiko Txakolina.
Además, añade que este año la situación ha sido especialmente compleja porque "no se ha expresado únicamente en zonas concretas, sino que lo ha hecho en todo el territorio y en rincones de las propias parcelas ". Una cuestión que ha obligado a los viticultores a "una vigilancia permanente y a una alerta constante" y que ha dificultado su control.
A estas amenazas también se suma la presión de carácter biológico provocada por la presencia de animales como los corzos, jabalíes, la avispa asiática en algunas zonas y las aves que acechan los campos para comerse los frutos. Todo ello unido a lo que Iñaki Suárez califica como "amenazas exógenas" que tienen que ver con el comercio y la mercantilización del producto. "Los famosos aranceles de los Estados Unidos y la inestabilidad geopolítica no ayudan a que haya una calma y un equilibrio en el mercado, que es el objetivo final de nuestras bodegueras y bodegueros para poder vender el producto", lamenta.
Esperanza de mejora
A pesar de las dificultades a las que se enfrentan los viticultores, entre ellos existe la esperanza de que la producción de este año supere a la de los dos anteriores. "Nosotros en comparación con el año pasado, hemos sacado un poquito más. El año pasado fue un año bastante polémico en nuestra bodega, pero este año estamos sacando un poco la cabeza", afirma Haizea Aretxabaleta, de la Bodega Magalarte que comenzó su andadura en el año 1850 y a día de hoy ha alcanzado ya la quinta y sexta generación de txakolineros, a la que pertenece la propia Haizea.
Sin embargo, a pesar de que a priori han notado cierta mejoría respecto a campañas anteriores, esta viticultora lamenta que "en las parcelas hemos recogido menos de lo que pensábamos. Cuando se acercaba el momento de empezar a vendimiar veíamos que íbamos a coger bastante, pero la última quincena o así empezó la botritis, se ha quemado un poco la uva, etc. Ha habido una serie de cosas que han hecho que ese porcentaje que pensábamos tener, también bajara".
En este sentido, Haizea Aretxabaleta asegura que el tiempo es el factor que más incide en el crecimiento de la uva. "Es necesario que en cada época haga el tiempo que tiene que hacer para que esa uva, cuando se esté creando, esté en sus óptimas condiciones y cuando ya se haya creado, crezca lo mejor posible. También es importante que haya un poco de sol para que se madure mejor, aunque sin pasarnos de calor", apunta.
En la Bodega Magalarte recogen los últimos frutos de sus parcelas para continuar con el proceso y pasar a la siguiente fase con la esperanza de que este año las cosas mejoren y puedan revertir las pérdidas de las dos campañas anteriores.