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Con madera de director

Con madera de directorAitor Abio

A sus 24 años, el vecino de DurangoAitor Abio volverá al Festival de San Sebastián, dentro del programa Zinemara Kimuak, con su cortometraje Dicen que tu padre. La obra, escrita junto a Ibai Aristegi Ziaran, supone su segundo paso por el prestigioso escaparate internacional, tras haber presentado en 2024 Patrimonio, también en el marco de Kimuak. “Este año he terminado en la Escuela de Cine del País Vasco y que un proyecto nacido allí pueda tener nuevamente recorrido internacional es una ayuda muy grande, sobre todo ahora que salto al mercado laboral. Es un gran reconocimiento y siempre un gran escaparate”, asegura agradecido el joven director con la oportunidad de volver a estar en el Zinemaldi.

Tras completar sus estudios en la villa durangarra, primero en Nevers y luego hizo el Bachillerato en el Instituto, Aitor cursó Comunicación Audiovisual en Mondragón. Su vocación cinematográfica se consolidó en la Escuela de Cine del País Vasco, donde acaba de completar tres años de formación en Dirección Cinematográfica. El joven director reconoce que su acercamiento al cine no fue una vocación temprana. “He visto cine toda la vida como todo el mundo, supongo. Cuando entro en Comunicación Audiovisual sí que tengo una tendencia sobre todo a editar, no tanto a ver cine, sino que me gustaba trastear. Sigo el camino, voy descartando cosas y me quedo con lo que más me gusta. Cuando llego a la escuela sí que veo que no me equivoco y el cine era lo que me gustaba, pero no es que desde pequeño lo tuviera en mente”, repasó sus inicios.

Estreno este sábado

El nuevo cortometraje narra la historia de Izaro, una joven que descubre cómo acusan a su padre, entrenador de un club de natación, de haber grabado a las niñas que entrena. La protagonista inicia entonces un viaje de preguntas, atrapada entre la memoria de su padre y los rumores del presente. “El cortometraje nos posiciona en un lugar cercano al del acusado. Este lugar es de Izaro, que abre debate entre la memoria y el relato actual de su padre. Sin la pretensión de concienciar, el corto evita caer en la condena o defensa. Las decisiones son parte de un proceso que narra una pérdida de inocencia, descubrimos un hombre donde siempre hubo un padre. Si algo lo hace injusto, es la forma en la que Izaro se ve envuelta en esta trama. Pues obligada a decidir, va en busca de una verdad. Aunque siempre la ha tenido delante, todos han decidido y ella no va a cambiar las cosas”, reza la sinopsis del trabajo que se estrenará el próximo sábado, día 20, a las 16.00 horas.

Preguntado por el proceso creativo a la hora de dejar volar su imaginación para producir, el durangarra reconoce que, varía según el proyecto. “A la hora de escribir cada vez que trabajas es un mundo diferente. Patrimonio por ejemplo fue algo más genuino. Me llegó una idea, tienes que aprovecharla porque sabes que es buena y hay que desarrollarla. Dicen que tu padre fue más una inquietud, más trabajado… Lo primero que hice es descubrir el conflicto que era y quise presentarlo para ver dónde me llevaba explorando cómo un conflicto de este tipo puede afectar a una familia”, reconoció el director. 

Izaro, protagonista del cortometraje

En la actualidad, Aitor Abio concentra gran parte de su energía creativa en la escritura de un largometraje. No se trata de un proyecto inmediato, sino de un trabajo planteado a largo plazo, que requiere paciencia, constancia y dedicación. Él mismo lo define como un proceso de varios años, un viaje que apenas está comenzando y que, según calcula, no entrará en fase de rodaje antes de dos años. Lejos de impacientarse, asume este ritmo con serenidad, como parte natural de la maduración de una obra cinematográfica.

Sin volverse loco pensando en el futuro, Aitor reconoce que no se guía por grandes sueños ni por metas fijas. “No tengo sueños a largo plazo. Tampoco metas”, confiesa con honestidad. Su objetivo, más bien, es no perder el contacto con la escritura, seguir trabajando en proyectos que le mantengan en movimiento, que le obliguen a pensar y a crear. Para él, la escritura no es solo una herramienta, sino un espacio personal de descubrimiento y de calma, un terreno donde puede explorar sus inquietudes y dar forma a las preguntas que lo acompañan.

Ese apego a la escritura se ha convertido en su brújula, en la garantía de que, más allá de los resultados o los reconocimientos, seguirá fiel al impulso inicial que lo llevó a dirigir. “No quiero perder la costumbre, ni lo que me da”, explica convencido de la importancia que tiene para él seguir escribiendo. 

En la actualidad, Aitor reconoce que su relación con el cine en Euskadi se encuentra en un punto de equilibrio entre la ilusión y la realidad. “Justamente ahora, yo no podría decir que vivo del cine, pero hay más facilidades”, comenta con sinceridad. El joven director sabe que abrirse camino no es sencillo, pero también percibe que el panorama local ofrece más oportunidades de las que a veces se piensa.

Aunque todavía no ejerce como director en todos los proyectos, Aitor ha encontrado su lugar en distintos equipos técnicos de rodaje. Ha participado en diferentes películas desde varios puestos, lo que le ha permitido adquirir experiencia y conocer de cerca la dinámica del sector. “La verdad es que no me está faltando trabajo, no de director, pero sí en diferentes producciones”, explica, dejando entrever que esa práctica constante es la base sobre la que construye su futuro.

Talento emergente

Con apenas unos meses desde su salida de la Escuela de Cine del País Vasco, el salto al mercado laboral no le resulta tan angustioso como podría haber imaginado. “Acabo de saltar al mundo laboral, no te sabría decir si es difícil vivir o no, pero trabajo hay”, reflexiona. Sus palabras transmiten prudencia, pero también confianza: la certeza de que la industria vasca, aunque pequeña, es capaz de sostener el talento emergente y darle un espacio para crecer.

Entre sus influencias actuales cita a directores como Andrey Zvyagintsev, Haneke y Ulrich Seidl y menciona películas que lo han marcado recientemente: Sin amor (Andrey Zvyagintsev), Leviathan (Andrey Zvyagintsev), Cache (Haneke) y Sorry we missed you (Ken Loach). 

Con paso firme y la ilusión de seguir trabajando en el sector, Aitor se está consolidando como una de las voces jóvenes del cine vasco. Su mirada inquieta y su capacidad para transformar relatos cinematográficos le han llevado ya dos veces al Festival San Sebastián. Y, aunque evita hablar de metas muy lejanas, su camino apenas acaba de comenzar. “Lo que me gusta de las películas es que me permiten poner palabras a lo que siento y a lo que transito, y descubrir que otras personas también pasan por lo mismo. Esa conexión me recuerda que no estoy solo en ello. Para mí, el cine es una forma de entenderme a mí mismo y de comprender a los demás. Por estos motivos veo y hago cine”, zanja ambicioso y con ganas de seguir creciendo.