A finales de la década de los 90, el Ayuntamiento de Bilbao preguntó a sus vecinos qué transformación reciente valoraban más en una ciudad aún en plena metamorfosis. Cuenta el entonces responsable de Urbanismo y Medio Ambiente, Ibon Areso (Bilbao, 1944) que la respuesta fue contundente: por encima del recién inaugurado Museo Guggenheim o del estreno del metro, los bilbainos señalaron el saneamiento de la ría.
Areso, que más tarde asumió la makila —el bastón de mando del Ayuntamiento— entre 2014 y 2015, tuvo un papel clave en la limpieza de la arteria fluvial de Bilbao. Ahora, tres décadas después, DEIA y el Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia reconocen su labor en los IV Lurra Sariak, que se celebrarán el próximo 18 de junio en el Teatro Campos.
La conversación con el exregidor transcurre durante la mañana de un viernes de principios de junio. Bilbao rebosa actividad y el sol, tras días de ausencia, se asoma a una villa en la que vecinos y turistas pasean junto a la ría, la misma que hace no tantos años mostraba un color marrón turbio, espeso, casi inmóvil. El color de un agua que había olvidado fluir. “Era una cloaca navegable”, resume Areso. “La ría, aquí, delante del Ayuntamiento, olía mal. Salían burbujas de metano que explotaban. Venían del subsuelo, que estaba podrido”, añade.
“El área metropolitana alcanzaba un paro del 25% y en algunos municipios como Sestao era del 30 o 35%
Esa podredumbre era alimentada por los vertidos de talleres y fábricas instalados en la ribera. Durante décadas dieron trabajo a cientos de miles de personas, pero a finales de los 80, Bilbao agotó un modelo económico centrado en la industria. Las mismas factorías que durante años habían sostenido a buena parte de la ciudad cerraron sus puertas. “El área metropolitana alcanzaba un paro del 25% y en algunos municipios como Sestao era del 30 o 35% y muchísimas familias tenían a todos sus miembros sin ningún puesto de trabajo”, concreta Areso.
En ese contexto —cuando Bilbao aprobó el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), que marcó el inicio de la ciudad de servicios actual—, la sostenibilidad no era una prioridad, sino una herramienta para lograr un objetivo: la recuperación económica. “En aquel momento, la prioridad social, lo que la gente nos exigía, lo que Bilbao sentía, no era la problemática de la ciudad deteriorada, sucia o contaminada”, recuerda Areso. La demanda, por encima de todo, era empleo es decir, tener trabajo y salir de esa situación de pobreza. Paradójicamente, su regeneración fue el catalizador del despegue económico que llegó a mediados de los 90.
Transformar Bilbao
El enfoque estaba en generar nuevas actividades para reemplazar los empleos industriales perdidos. “Venía una nueva industria mucho más robotizada, mucho más 4.0 , que creaba riqueza pero un empleo bastante menos masivo que la anterior y, por tanto, había que implantar nuevas actividades económicas. Y en eso se basó la transformación de Bilbao, en la posibilidad de tener una terciarización que generarse esos puestos de trabajo”, explica Areso.
Sin embargo, el paso a una economía de servicios requiere de entornos mucho más cuidados, subraya. “Estas actividades no se implantan en entornos degradados y medioambientalmente desastrosos”, apostilla. La regeneración de la ría, más allá de razones ecológicas, fue también una apuesta por la recuperación económica de una ciudad que, en palabras de Areso, “estaba absolutamente hundida”.
Para reflotarla , el Consistorio, junto al Consorcio de Aguas, tuvo que intervenir incluso en el interior de los edificios bilbainos. Las fábricas no eran las únicas que vertían desechos en una ría moribunda. “Hubo que anular todas las fosas sépticas de la ciudad. No solo fue una obra pública a gran escala, también implicó a todas las comunidades de propietarios de Bilbao”, puntualiza.
Obra faraónica
La intervención alcanzó una magnitud inédita para la ciudad, también en lo económico: “En el momento en que se ejecutó ese plan de saneamiento, con todas sus tuberías y plantas depuradoras, solo había dos obras con un presupuesto comparable: el metro y la ampliación del puerto”, destaca el también expresidente del Consorcio entre 2003 y 2015.
El colosal trabajo ya está “más que amortizado en el recuerdo de la gente”, asegura Areso. Quien fuera una figura clave en la regeneración urbana de Bilbao cree que sus vecinos , esos mismos que aquel viernes paseaban junto a la ría, ven hoy un agua limpia como algo tan natural como respirar. Sus prioridades han cambiado, como las suyas. Ya jubilado, camina a diario para mantenerse activo. Lo hace con la radio encendida, mientras observa cómo la ciudad que ayudó a transformar fluye, por fin, a otro ritmo.