Un 10 para el décimo Torneo de Gimnasia Rítmica de Getxo. El polideportivo de Fadura se llenó el pasado domingo de emoción, alegría, esfuerzo, dedicación... También albergó algunas que otras dosis de nervios, y un puñado enorme de compañerismo y de amor por un deporte que engancha a multitud de niñas y jóvenes. El tapiz casi no dio a basto para recibir a 280 participantes de 27 clubes de Euskadi y puntos cercanos. ¡Ahí es nada! Eso sí, un centenar de ellas eran de casa: del Club Gimnástico de Getxo, un todoterreno en el territorio, que se volcó en la organización de este campeonato tan redondo.

Hay mucho trabajo detrás de una cita así: la mañana empezó a las 08.45 horas y se extendió más allá de las 14.30 horas. A ello, hay que unir todas las tareas previas, que no son pocas, claro. Pero la ilusión mueve montañas. Y la implicación de este club es mayúscula. Coreografías, música, buen rollo, cariño, familia, picoteo, charlas... Getxo festejó la décima edición de su torneo, que podían ser más claro, pero el covid impidió las piruetas en 2020 y 2021.

“Lo hemos vivido con muchísima ilusión porque, además, echas la vista atrás y hemos evolucionado muchísimo; las niñas están muy contentas”, resume con apasionadas y amables palabras Lara Bermúdez, coordinadora y entrenadora. El Club Gimnástico de Getxo atesora una gran energía con niñas desde los 5 años a jóvenes de 23. En total, son 110 gimnastas, de las que 16 son de precompetición y el resto acuden a pruebas en Bizkaia, autonómicas y estatales. La entidad conserva varias medallas en los territoriales y autonómicos ya en la vitrina, además. Y entre la vorágine de la temporada, llega este torneo propio, cariñoso, especial.

“Lo organizamos porque las gimnastas, durante el año, tienen competiciones de la liga escolar pero no tienen una medalla física, que me parece estupendo, porque ellas vienen a hacer deporte y no a ganar medallas, pero por otro lado, los clubes vamos haciendo este tipo de torneos, que son muy divertidos y en los que entablas relación con otros equipos, las niñas se van haciendo amigas... Con el trabajo bien hecho, ellas se suben a un podio y tienen una medalla, y eso les hace ilusión, aunque insisto en que no es nuestro objetivo”, explica Lara.

Aprendizaje

No es la meta porque el camino ya está plagado de propósitos. “Nosotras siempre buscamos que las niñas se lo pasen bien y aprendan, que lo pueden hacer en cualquier extraescolar, pero nosotras incluimos la disciplina, el compromiso con las gimnastas entre sí, con el grupo, con las entrenadoras... Somos más estrictas porque nos gusta que haya compromiso con el entrenamiento. Aparte de ese tipo de valores, a ellas mismas, la gimnasia rítmica les aporta coordinación, sincronización, elasticidad, fuerza, trabajan mucho el oído...”, indica la preparadora, convencida, defensora de esta práctica que tan bien conoce.

“Además, las niñas en el club hacen amistades, ponen a prueba sus nervios en las competiciones, aprenden a cómo afrontar situaciones importantes delante de un público desconocido, a respetar a sus compañeras y entrenadoras... Todo eso les ayuda mucho en su vida y en su futuro, mas allá de en el deporte en sí. Al final, metidas en el mundo de la competición, les educamos en la igualdad, en el respeto, la convivencia y el compromiso. Les tratamos de inculcar que lo importante es participar, sin olvidar el afán de superación y concienciarse de que a veces se gana, pero siempre se aprende”, destaca Lara. Esa es la verdadera medalla.