“¿Son más violentos ellos o les estamos dejando que exploten?” es una de las cuestiones sobre las que reflexiona Iker Fernández, miembro de la Junta de Gobierno del Colegio de educadoras y educadores sociales del País Vasco, tras la muerte de una profesional en un piso de Badajoz.
¿Qué reflexión hace tras la muerte de la educadora social de Badajoz?
Eso también puede ocurrir aquí. De hecho, aquí ocurren muchas cosas, lo que pasa es que no hemos llegado a ese punto. Llevamos mucho tiempo trabajando con justicia juvenil, tenemos muchos recursos residenciales y una red de infancia y adolescencia que igual no tienen en todo el Estado, por lo que nuestra experiencia es mucho mayor. También hay muchas entidades, muchos sitios y muchas formas diferentes de trabajar. La externalización y la privatización de los servicios lleva a la precariedad y es donde pasan cosas. Depende de cuál es la entidad, recortan o no, no se cumplen los ratios... Cada entidad hace las cosas a su manera sin supervisión. Sí bajo unos mínimos, pero muchas veces no se cumplen.
¿Cuál es el ratio de menores por educador en ese tipo de pisos?
Los ratios varían mucho. En un piso básico un educador se puede quedar solo porque son niños de 3 o 6 años, estás cambiando pañales, y también hay adolescentes, pero que no suponen ningún riesgo. Es un hogar. Luego pasamos a los recursos de conducta, donde el perfil es de 14 años en adelante, algunos tienen problemas de salud mental, están medicados... Los perfiles pueden ser diversos y muchas veces ese es el problema. Por último, en justicia juvenil hay diferentes niveles. El máximo, que es Zumarraga, es un nivel 1, una cárcel de menores donde los menores no salen. Allí, como en cualquier nivel de justicia juvenil, no debería bajo ningún concepto trabajar un educador solo.
"La externalización y la privatización de los servicios lleva a la precariedad y es donde pasan cosas"
¿Y en los recursos de conducta puede estar un educador solo con varios adolescentes en una vivienda?
No debería, pero alguna vez pasa. En un piso de conducta donde tienes once chavales y el fin de semana siete están de pernocta, si en algún momento se queda un educador solo, el otro tiene que estar cerca por si pasa algo. Si, por ejemplo, tienes que llevar a un niño a urgencias, ahí se valora. Pero tiene que haber una pareja educativa y es lo que exigimos.
En el caso de Badajoz parece que ya había habido problemas previos.
Creo que la educadora había denunciado ya a alguno de los menores de ese piso y seguía yendo a trabajar. Yo tengo compañeros a los que han agredido y al día siguiente van a trabajar con la misma persona y no pasa nada, cuando esto no debería de suceder. Eso no es cuidado ni hay un protocolo. El protocolo debería de ser apartar a esta persona o apartar a este menor y muchas veces no se da ninguna de las circunstancias. Entonces, lo más normal es que se repita o que se agrave el problema. Eso es lo que ha podido suceder en Badajoz.
¿Qué agresiones suelen sufrir los educadores sociales en Euskadi?
La mayoría son de violencia verbal, te insultan, te tiran cosas... A veces es horrible y luego no hay respuesta porque no tenemos suficiente personal. Al Colegio nos llegan muchos casos de estos, de trabajar en unas circunstancias donde se vulneran nuestros derechos como trabajadores y se atenta a nuestra dignidad. Esto es fundamental y se denuncia mucho. También se dan agresiones físicas, como mordiscos o puñetazos. Estamos en un estado de alerta constante.
¿Cuáles son los casos más graves de los que tiene constancia?
Han pasado muchas cosas. Se ha quemado Amorebieta, se ha quemado algún hogar y son hechos graves. Podría haber ardido alguien dentro. Siempre estamos un poco al límite.
“Compañeros agredidos al día siguiente van a trabajar con la misma persona. Esto no debería suceder”
¿Qué medidas se deberían implantar para evitar estos riesgos?
Desde el Colegio exigimos medidas preventivas, recursos suficientes, que se cumplan los ratios, condiciones laborales seguras, evaluación de los riesgos... Un apicultor se pone su traje para la crianza y el cuidado de las abejas para que no le piquen. Nosotros nos exponemos directamente con nuestro cuerpo. Necesitamos también formación para hacer contenciones físicas, que se dan mucho. La violencia está muy instaurada y muchas veces hay personal poco cualificado por la precariedad que hay. Entonces, ¿son más violentos ellos o les estamos dejando que exploten? Es la pescadilla que se muerde la cola.
¿Con suficientes recursos se evitarían este tipo de situaciones?
Cuando se dan las medidas suficientes y hay un equipo educativo fuerte, se cumple la normativa del hogar, se cumplen las consecuencias y se cumple todo. Cuando eso no se da, ellos también ven la grieta y es cuando suceden las cosas. Cuando se quema un hogar es porque algo ha pasado, porque no ha habido la vigilancia suficiente. Esa es la vulnerabilidad.
Dice que desde 2015 han aumentado las denuncias por agresiones a educadores. ¿En qué porcentaje?
No tenemos datos. Hablo desde 2015 porque el Colegio, desde la Comisión de Deontología y Ética, una de las más potentes a nivel estatal, empezó a recoger estas cosas que le estaban llegando. Según una investigación que se hizo, en 2015 un 18% de los educadores decía haber sufrido agresiones en su trabajo. Ahora no los tenemos constatados, lo deberíamos de hacer.
¿No sabe el número de denuncias que hubo el año pasado?
No. A veces lo que nos llegan no son denuncias porque, dependiendo de la entidad para la que trabajas, dicen que va en contra de la intervención educativa: “No, hombre, no puedes denunciar al chaval” y muchas veces los educadores y educadoras no denuncian. En algunas entidades externalizadas los profesionales te dicen: “Si denuncio, mi entidad me manda a la calle”. Esto pasa también.
"Vas a trabajar en tensión porque no tienes el respaldo suficiente para solventar una situación de violencia"
¿Se sienten desprotegidos, en general, en el ejercicio de su profesión?
La administración llamó al Colegio por la preocupación de que cada vez tenían menos profesionales porque hay muchas bajas. Como hay equipos nuevos, con falta de formación, que se exponen a esto, cada vez se dan más casos. Estamos en reuniones con ellos y les estamos presentando todas las medidas: cuidar del que cuida o valorar los riesgos psicosociales o físicos, que encima luego no están contemplados porque te agreden o coges una baja por ansiedad y la baja no lo refleja como laboral, sino como si fuera gripe. Hay una desprotección y un desconocimiento total de la figura del educador. A diferencia del apicultor, nosotros no tenemos herramientas. Nuestras herramientas son que se cumpla el ratio y que yo tenga un equipo detrás bien respaldado para hacer frente a un episodio de violencia.
¿Las bajas suelen estar motivadas por trastornos de salud mental derivados de estas condiciones?
Sí, por ansiedad. Muchas veces no te ha ocurrido nada, pero vas a trabajar en tensión porque no tienes el respaldo suficiente para solventar una situación de violencia. Igual estás solo con un compañero que acaba de entrar ayer y estás en alerta porque no sabes cómo puede responder si un adolescente tiene un brote o un episodio de violencia. La ansiedad es extrema, no nos sentimos seguros.
¿Alguna reivindicación más?
Para que un hogar funcione hace falta seguridad, intervención socioeducativa y que seamos los educadores, y no los menores, los que manejemos la situación. Reivindicamos la figura del educador social, no estamos ahí como sacos de boxeo.