“El otro día un entrenador me decía: ¿Por qué no me puedo duchar con los chicos? Le contesté: Porque no es conveniente. Luego surgen situaciones que se normalizan, bromas, comentarios sexuales...”, cuenta Iñaki Alonso, miembro del grupo de expertos internacionales del Consejo de Europa en prevención de violencia contra la infancia en el deporte, quien analiza algunos de los casos denunciados en Bizkaia.

Esta semana se ha celebrado el juicio contra el exentrenador de Gernika acusado de agresión sexual continuada a una jugadora menor de edad. ¿Qué opina de este caso?

Más allá de lo que se decida judicialmente, llama la atención que haya admitido haber tenido paseos de la mano, besos y otro tipo de comportamientos con la víctima. Entonces él tenía 31 años y la chavala 13. Se normalizan determinadas conductas no admitiéndolas como violencia y ese es uno de los retos que tenemos pendientes en el mundo del deporte, que situaciones que históricamente se han hecho o se entienden como normales son violencia objetivamente.

El acusado ha declarado que fue una relación “de tipo platónico, sin ningún tipo de contenido sexual”.

Tendrán que determinarlo. En el deporte lo que sí subyace debajo de cualquier tipo de violencia es el desbalance de poder. Hay un desequilibrio de poder muy importante entre las personas que suelen perpetrar la violencia y quienes la reciben. Es una relación, además, de dependencia, de control de quien va a tomar las decisiones. Todo esto en muchas ocasiones desgraciadamente ha servido para ir escalando en acciones y finalmente desembocar en violencia grave.

¿Funcionaron los protocolos en este caso, se arropó a la víctima?

“Situaciones que se han hecho históricamente o se entienden como normales son violencia objetivamente”

Esta situación ocurre hace muchos años y se denuncia ahora porque la persona lo puede hacer, pero no es como una situación que pueda ocurrir in situ en un club o que se verbalice en el momento inmediatamente posterior a que pase. En estos casos desde 2021 existe una normativa legal muy clara que obliga a las entidades deportivas a responder de una manera determinada bajo responsabilidad civil o penal. Ahora no hay excusa legal para no responder adecuadamente activando los protocolos.

Diez clubes vizcainos de fútbol sala han denunciado a un árbitro por su comportamiento “inapropiado e invasivo” con algunas jugadoras. Al parecer, contactaba con ellas por redes, les llamaba por su nombre en el campo... ¿Le sorprende?

Para nada. Es más, ha sucedido previamente, no en Euskadi, pero en otros contextos. En este caso se ha valido de información con respecto a algunas chicas que practican deporte para luego contactarlas por redes sociales e intentar conductas violentas. Ese es uno de los ejemplos que pones en las sesiones de formación, desde un punto de vista de análisis de riesgos que tiene que haber en la práctica deportiva, y que a la gente le puede sorprender: “Jo, pero hasta ese extremo no vas a llegar” y ahora vemos que hay diez capitanas de diez equipos de Bizkaia que están señalando a una persona porque se apropia de información personal de algunas de ellas para luego violentarlas on line. O sea, que no me sorprende.

¿Sufren las jugadoras más este tipo de conductas que los jugadores?

El porcentaje más alto de personas que sufren violencia sexual en la infancia en los diferentes ámbitos son chicas. Vivimos en una sociedad que tiene una estructura francamente machista que provoca que exista ese tipo de violencia, pero también es muy importante evidenciar que en el mundo del deporte hay muchos más chicos que son víctimas de violencia sexual de lo que la gente cree.

¿Sus casos no salen a la luz?

En las escasas investigaciones realizadas en el Estado y en Europa se visibiliza un porcentaje relativamente alto de chicos que sufren violencia sexual en la práctica deportiva. Lo que ocurre es que, probablemente también por esta estructura machista, socialmente en ocasiones para un chico identificarse como víctima de violencia sexual perpetrada por un hombre puede ser más complejo, puede tener un estigma más grande y puede incluso estar más invisibilizado.

Cuatro jugadoras del club Pauldarrak de Barakaldo denunciaron el año pasado a un entrenador de fútbol por abusos sexuales. ¿Cómo está ahora este caso?

Está a la espera de juicio.

Algunas personas han denunciado que, pese a alertar sobre los agresores, no les apartaron de su actividad. ¿Hay muchos ‘encubridores’ en las entidades deportivas?

Sí, aunque este tipo de conducta no solo se da en el ámbito deportivo. También hemos sido testigos de otros ámbitos donde no se ha asumido la responsabilidad: ámbito educativo, socioeducativo, centros escolares... que han vivido situaciones graves de violencia sexual y han reaccionado poniéndose ya no solamente de lado, sino de alguna manera intentando evitar cualquier mancha reputacional.

¿Cómo es posible hoy en día?

“No querer meterme en problemas, pero luego decir: ‘Era algo sabido’ es cobarde e injusto con las víctimas”

Esta es una realidad que sigue pasando porque sigue asentada la creencia popular de que me tengo que desmarcar inmediatamente de este tipo de situaciones porque va a afectar a mi reputación cuando la cultura de protección a la infancia que intentamos instaurar debe transferir la idea de que quien reacciona adecuadamente y se pone a disposición de la investigación y fundamentalmente de proteger a la presunta víctima está haciendo no solo lo correcto, sino lo que debe de hacer. Ese cambio todavía no existe, aunque ha habido una evolución. Cada vez hay más clubes o entidades que de manera preventiva apartan a la persona hasta que se aclaren ese tipo de cuestiones.

¿Están atados de pies y manos los clubes si no hay una resolución judicial o el caso está prescrito o se les puede apartar con una denuncia de una jugadora o jugador?

Hay casos en los que la sospecha de que pueda estar ocurriendo algo es tan sumamente importante o grave como para tomar esa medida y hay que tomarla. Esto no es una complicación para ninguna de las entidades deportivas donde puede ocurrir porque existen mecanismos perfectamente validables en este momento para compaginar la percepción de inocencia de la persona con la protección a otra infancia que puede estar en peligro. Hay que balancear esos dos derechos y son completamente compatibles, así que no creo que haya ninguna justificación para decir: “Estoy atado de pies y manos”, todo lo contrario.

En el caso de algunos agresores se habían oído rumores durante décadas y nadie dijo nada.

Ahí operan la cultura del silencio y la de la normalización. La cultura del silencio implica que esta persona es relativamente conocida, relevante, no la vamos a meter en ese tema, hace cosas a veces, pero ya está... La cultura de la normalización es decir: es normal lo que está ocurriendo y, por lo tanto, lo dejamos pasar. A mí lo que me duele enormemente es que cuando se conoce un caso de estos y se certifica que efectivamente ha ocurrido, luego hay un coro de personas, entidades y grupos que dicen: “Es que era normal porque algo raro había”. Esa cultura de no querer meterme en problemas pero luego decir: “Era algo sabido en el pueblo” no solamente es cobarde, sino completamente injusto con las víctimas de violencia.

¿Diría que fuera de las instalaciones deportivas no deben establecerse relaciones entre el personal de los clubes y los menores?

Un entrenador me decía: “Ya prácticamente no vamos a poder decirles nada a los chavales”. Si el trabajo que yo desempeño les da la sensación de que les está coartando determinados comportamientos en el fondo me están insinuando que los comportamientos que tienen no son adecuados. Nosotros, además de entrenadores, somos adultos referentes para ellos. Para generar entornos seguros para la infancia en el deporte necesitas vínculo, confianza, tratar bien, pero al mismo tiempo esto también puede ser utilizado de manera inadecuada y puede ser un riesgo de perpetrar violencia contra la infancia. Así que ojo con cómo hacemos las cosas. No se trata de prohibir determinados comportamientos, sino de promover comportamientos sanos y protectores.

¿Los vestuarios deben ser un lugar especialmente vigilado? ¿Deben entrar los entrenadores?

El vestuario es un sitio para los chicos y las chicas, un espacio donde tienen que tener privacidad y donde no creo que deban estar personas adultas en momentos de cambio o de ducha. Eso no implica que no tengas que estar fuera pendiente de que pueda ocurrir algo dentro, de que haya gritos, una pelea o una situación en la que tengas que entrar porque estás protegiendo el bien mayor.

Parece que en el fútbol todo vale, ¿también en el deporte escolar?

En los últimos años ha habido un avance en el hecho de visibilizar y ser conscientes de que existe violencia contra la infancia en el ámbito deportivo porque daba la sensación de que no existía. Hemos asociado violencia solo con lo que se ve, no con lo que no se ve. Si hemos normalizado cosas que se ven, nadie lo va a entender como violencia. Insultos, peleas, comentarios, actitudes, manejos de redes sociales con los chavales... Se ha entendido que siempre lo hemos hecho así y era hora de decir, sobre todo desde dentro del deporte, que tenemos que cambiar cosas que están cimentando este tipo de cultura deportiva.

Con todo, ¿diría que es relativamente habitual la violencia verbal, física, sexual... contra los menores en el ámbito deportivo?

En todas las actividades deportivas en las que hay niños, niñas y adolescentes hay riesgos de sufrir situaciones de violencia. Para mí es mucho más profunda la realidad de situaciones de violencia contra la infancia que ocurren en la práctica deportiva que la creencia popular de que siguen siendo excepcionales. Es decir, cada vez que sale un caso como el de Gernika, el del monitor de surf, el del entrenador en Almería, el de las chicas de fútbol sala o el de la campeona olímpica de vela argentina que acaba de denunciar abuso sexual, yo pregunto a mi entorno: “Hemos recibido cinco casos en una semana, ¿eso es excepcional o tiene que tener otra palabra?”. Da la sensación de que cuando dices que no es excepcional estás diciendo que está normalizado. No quiero decir que esté normalizado, pero sí que está mucho más normalizado de lo que la gente cree.

¿Los clubes deben tener una figura que vele por la protección de los menores? ¿Puede cumplir su cometido o se encuentra con trabas?

Yo fui el responsable de protección a la infancia en el Athletic Club y ahora lo soy en Pauldarrak, pero trabajo para equipos de primera división, clubes importantes, y la figura del responsable de protección a la infancia es una figura exigida por la ley, cuyas funciones no están desarrolladas. Por otra parte, al ser una figura interna, puede dar la sensación de que tiene que estar alineado con el club cuando su trabajo tiene que ver con cuestionar cosas de la gestión interna del propio club, porque analizas riesgos, comportamientos inadecuados, situaciones que se podrían hacer de otra manera... Eso te expone personalmente cada día si realizas bien tu tarea.