Si hay un restaurante montañero vasco por excelencia, ese está en Belagua. Ahí empieza el Pirineo y allí, muchos de mi edad, ascendimos las primeras cumbres de más de 2.000 metros. Luego fuimos a Picos de Europa, pero este rincón navarro fue un paraíso donde aprendimos mucho.
El restaurante en cuestión data de 1820. Era la chabola de Juan, que tocaba el pito. Una txirula que, en los días de niebla, común en la cota 1.200 metros, orientaba en las noches a los caminantes. Después les daba lumbre, comida y aprovisionamiento para seguir hacia Iparralde, hacia Francia o, al revés, bajar dirección Isaba.
Recuerdo que la primera vez que estuve, hace ya más de 40 años, me llamó la atención un cartelito en la pared de la barra que atendía a una rifa para la pro-captación de ETB. Compré un boleto. Todavía faltaba un poco para que la televisión pública vasca existiera.
¿Y qué se come en este restaurante de altura? Migas de pastor, costillas y chuletillas de cordero, el jarrete y el queso
Esta venta es una ventana aterrazada al valle de Belagua, ligada históricamente a la familia Martínez-Zamarrain de Isaba. El pasado 10 de agosto fui al lugar con mi amigo Xabier Ollo, de Iruñea, tras haber pernoctado en el Refugio de Belagua con el objeto de publicar el artículo 180 de esta sección de Historias Montañeras en DEIA (01-09-2024) que titulé: Una noche en el refugio. Estando en la terraza de la venta escanciando una botella de sidra llegó una cuadrilla de montañeros de los clubes Untza Mendi Taldea (Derio) y Tallu Mendizale Kirol Kluba (Mungia). A los primeros les había dado una conferencia el 16 de mayo en Kultur Birika en conmemoración del centenario de la Federación Vasco Navarra de Alpinismo (FVNA). Bajaban de haber hecho el Ani y el Arlas. Es el claro ejemplo de cómo en la Venta de Juan Pito nos encontramos los montañeros vascos. Hemos hecho de la histórica chabola pastoril un lugar de cita.
¿Y qué se come en este restaurante de altura? Migas de pastor, costillas y chuletillas de cordero, el jarrete y el queso. Estamos en las faldas del Lakora (1.877 metros) y su cumbre hace muga entre un Estado y una República, siendo Euskal Herria su país no reconocido. Se comparte mesa, tipo sidrería, y no existen reservas. Según se llega, se pilla; si no, se espera. Se coge un tique. Abren de viernes a domingo, fuera de temporada de veraneo montañero, de 12.45 a 17.30 horas y tienen unos precios muy normales y asequibles.
Cocina tradicional navarra cuyo destino es y ha sido el de los montañeros vascos, también aragoneses, catalanes y franceses, que han comido miles de truchas con jamón, pimientos del piquillo y hongos. Fue y es el Arzak montañero vasco.
“La borda o restaurante de Juan Pito se encuentra en un altozano de la ladera del monte Lakora”, apunta Juan Mari Feliú
Acaso igual es más conocido y visitado por turistas, también vascos, por la cercanía con el Tributo de las 3 vacas. Aquella guerra civil entre dos pueblos, léase países, acabó en tragedia. Parece que el Tributo es el protocolo de firma de paz más antiguo del mundo. Lleva celebrándose 649 años desde que se sentenció su juicio. Muchos hemos estado el 13 de julio en el Col de San Martín, y hemos comido migas de regreso en la Venta de Juan Pito.
Si existe un alpinista navarro histórico ese es mi buen amigo Juan Mari Feliu, traído a esta sección en varias ocasiones. Le he preguntado al pamplonica, escritor, editor, investigador y quien fundó los primeros clubes de montaña de Iparralde, que nos cuente algo del lugar del que hoy escribo.
“La borda o restaurante de Juan Pito se encuentra en un altozano de la ladera del monte Lakora, cercana al paso del collado de Arrakogoiti lugar transitado por montañeros y contrabandistas hacia Santagrazi y la garganta de Kakueta. Las llamadas golondrinas alpargateras desde Isaba, caminando, pasaban la frontera para llegar a Maule y estar el invierno trabajando. Desde hace unos veinte años se ha recuperado para la Memoria Histórica. Ahora hay un sendero homologado”, explica Juan Mari, que es el pionero en el Estado español en trabajar y publicar sobre senderos.
Anota Feliu algún detalle más: “Juan Pito fue donde conocí a Sebe Peña. Tenía yo 13 años y recuerdo que nos contó que fue hasta Lescun y volvió, de un tirón. Nos juntamos aquel mismo día del año 1955 con un autobús del Vasco de Camping; fue el último domingo de junio”.
Y así, contando batallitas y tirando de recuerdos, me doy cuenta de que nos quedan 48 horas para terminar este año. Por tanto, solo me queda ya desear un feliz 2025 a todos los y las lectoras de Historias Montañeras.