Acompañante de maternidad y de fin de vida, Carmen Koetsenruijter, a sus 53 años, ha ejercido más de veinte como voluntaria y su sonrisa luce como el primer día tanto en los nacimientos como en las despedidas. “Desde que giré mi profesión hacia el acompañamiento de procesos vitales siempre he tenido una parte de voluntariado. Son profesiones muy vocacionales y es difícil encontrar a gente que no trabaje también por lo comunitario”, explica esta voluntaria de la Fundación "la Caixa" en el marco del Día Internacional del Voluntariado, que se celebra este jueves.

En Holanda, donde nació, Carmen experimentó en carne propia la importancia de sentirse arropado en la despedida de un familiar. “Viví el fin de vida de mis tíos más queridos, vi una serie de opciones, de cuidados, de paliativos, de conversaciones muy amorosas, pero muy realistas, y dije: Yo esto es lo que quiero poder ofrecer también a las familias”. 

Dicho y hecho. Hace más de un año que esta vecina de Algorta acompaña, como voluntaria de la Fundación “la Caixa”, a pacientes en el final de su vida y a sus familias en el Hospital San Juan de Dios de Santurtzi, en el marco de un programa de atención a personas con enfermedades avanzadas con el que colaboran desinteresadamente 2.434 vizcainos.

Cuidar al cuidador

Cuando en la planta de paliativos detectan a un paciente sin red familiar o cuyos acompañantes necesitan un respiro, suena el teléfono de Carmen. “Es un momento en que los familiares quieren estar muy presentes, pero hay que cuidar al cuidador porque a veces pensamos que son carreras de corto plazo y no lo son”, advierte. Se trata, por tanto, de que “no se sientan solos en el camino, que puedan soltar, descargar”.

"Algunas personas van a abrirte su corazón y hablarte de la familia o de lo que dejan y otras van a hacer como que no está pasando nada"

Posando la mirada en los pacientes, Carmen afirma que cada uno es un mundo. “Algunas personas van a abrirte su corazón y hablarte de la familia o de lo que dejan y otras van a hacer como que no está pasando nada y tú tienes que seguirles el paso ahí donde estén”, explica, sin “provocar conversaciones ni evitarlas porque te parezcan difíciles”.

Sonriente por naturaleza, Carmen no renuncia a su esencia. “No te puedes echar unas risas si la persona está bajita, pero cuando entro en la rutina y el vínculo, recurro mucho al humor si me dan pie. Yo he visto más sonrisas que llantos”, asegura.

El "poso" de las despedidas

Como voluntario, indica, “hay que tener muy elaborados tus duelos” y muy claro que “estás para sostener, no para volcar tus emociones”. “Debes hacerte alguien cercano a esa persona en poco tiempo para que use de ti lo que necesite. Sabes que es una despedida, pero si con tu presencia mejora esa vivencia, lo satisfactorio vence a lo triste”, asegura.

De hecho, algunas ausencias, añade, dejan “un poso, pero es una mezcla de tristeza y de plenitud, de sensación de cosas bien hechas, de que se le ha ofrecido lo que se podía”. 

“Sabes que es una despedida, pero si con tu presencia mejora esa vivencia, lo satisfactorio vence a lo triste”

Carmen no olvida su primer acompañamiento a un señor mayor que estaba muy deteriorado y apenas se comunicaba. “Le cogía de la mano, le contaba cosas, hacía preguntas como si hablase conmigo misma... Acabamos teniendo conversaciones muy sencillas y un día me dijo: Gracias por tu cariño. Me pareció... Por eso estamos, porque es un topicazo, pero recibes mucho más de lo que das”.