Mientras muchos escolares desean reencontrarse con sus compañeros y estrenar mochilas, otros portan en la suya el drama de sufrir acoso escolar. La psicóloga general sanitaria Oihana Sagasti, miembro del Colegio Oficial de Psicología de Bizkaia, explica cómo viven la vuelta a las aulas.

¿Para algunos menores la vuelta al cole es la vuelta al infierno?

Sí y es una vuelta al infierno que empieza la primera quincena de agosto en función de las casuísticas. Todas están relacionadas con algún cuadro de ansiedad o depresión. Cuando estos chavales se van del colegio empiezan a vivir, incluso crecen, y al acercarse la fecha de volver, dependiendo del grado de sufrimiento, tal será el grado de infierno.

¿Verbalizan su miedo o callan?

Los chavales que están trabajados lo verbalizan y los que no, lo esconden. Porcentajes, al 50%. Hay mucha cosa que aún está encubierta y en casa no saben nada y otras que, por algún motivo, se han hecho visibles y, a partir de ahí, se han trabajado y esos funcionan de una manera muy diferente, pero sufren igual.

¿Qué síntomas presentan las semanas previas a volver al aula? 

Viven un cuadro terrible de ansiedad en mayor o menor grado. En función de sus estrategias de afrontamiento, las conductas son unas u otras. Algunos comen en exceso, otros dejan de comer, otros se autolesionan y de ahí para arriba.

¿Llegan a tener pesadillas, insomnio, ataques de pánico…?

El ataque de pánico puede darse cuando la entrada es inminente, el día D o la víspera. El sueño se les altera desde el principio, desde que aquello empieza ya a estar muy presente en su día a día. Junio y julio viven bien. Agosto ya lo viven mal. 

“El ataque de pánico se puede dar cuando la entrada es inminente, el ‘día D’ o la víspera, pero el sueño se les altera desde el principio”

En los casos que aún no han sido aún detectados, ¿qué enfermedades o síntomas orgánicos sufren?

El humor suele ser un indicativo. Un chaval cuando pasa de haber estado superbien y relajado a estar irascible, irritado por cualquier cosa, ya te está indicando que algo hay. Hay muchísima gente que desarrolla problemas de piel, tipo psoriasis, dermatitis, alopecias... de todo. 

Comprar el material escolar suele ilusionar a los menores. ¿Rechazarlo puede ser una señal?

No es lo más representativo porque hay gente que sufre, pero es muy artística, y simplemente por ser un estímulo visual les gratifica, aunque a qué va destinado no les motiva tanto. Hay otros a los que, con independencia de que tengan o no problemas, eso no les motiva porque no tienen ni ese gusto ni esa inquietud. 

¿Son fechas en las que se suelen dar más autolesiones o intentos de suicido para evitar volver?

Sí, sin duda. El que tiene problemas gordos y ya se autolesionaba antes seguramente habrá cesado en los primeros meses del verano y vuelven a primeros de agosto y, con ello, los intentos de suicidio, en función del sufrimiento y de las estrategias de afrontamiento.

¿Cómo interpretan los menores que sus padres les sigan llevando a un centro donde los acosan? ¿Les resulta difícil de entender?

A algunos les cuesta hasta ver que aquello que les ocurre no es normal porque lleva muchísimo tiempo ocurriendo o porque hay gente que lo ha visto alrededor de sus coetáneos y normalizan. Si ya para ellos es difícil a veces ver que aquello que están viviendo no deberían de vivirlo, no dan el paso siguiente a decir: ¿Cómo mis padres me llevan a esto?

¿Quedan esos casos silenciados? 

A veces este tipo de cosas no se dicen porque tienen miedo de que haya consecuencias y muchas otras veces por una normalización o porque son muchos años o porque el entorno tampoco hace nada y hay una indefensión. Ellos saben que están en un contexto en el que no están bien, no son felices, pero no responsabilizan a nadie.

“Me parece terrible que al niño haya que sacarlo porque el sitio no es capaz de proveer ese bienestar. ¿De quién es el problema?”

¿Aconseja cambiar de centro a la víctima? Si es así, ¿en qué casos?

Establecer un protocolo único es dificilísimo porque cada caso hay que cogerlo individualmente. Con independencia de esa discusión, de si hay que cambiarles o no, lo que no debiera es ocurrir. Lo que tiene que haber son los suficientes medios, protocolos bien establecidos y direcciones bien fijadas de, cuando ocurre, cómo se puede enmendar, es decir, lo que tiene que estar bien es el contexto. Me parece terrible que a un niño haya que sacarlo porque el sitio no es capaz de proveer ese bienestar. ¿De quién es el problema: del niño o del sitio?

Desgraciadamente, muchas veces es lo que acaban haciendo.

Eso significa que tengo un niño estratégicamente deficiente porque no sabe enfrentarse o anteponerse. Tengo que enseñarle, primero, a que entienda que aquello que está ocurriendo no debería de ocurrir. Segundo, tiene que encontrar la manera de defenderse. Sacarle de ahí es una estrategia de evitación. ¿A veces es necesario? Pues sí, cuando las cosas están muy torcidas, el sufrimiento es terrible, pero lo que tiene que ocurrir es que se ordenen las cosas en el propio sitio.

¿Los profesores tienen que estar en alerta al comienzo del curso?

Los profesores suelen ayudar bastante porque lideran el contexto y ven conductas que igual no tienen nada que ver, pero siempre se les enciende un farolillo rojo y levantan el teléfono: No sé si será, pero estad atentos a ver. Los padres, si la criatura se expresa, son el mayor activo. Si es de los de para adentro, los padres saben que tienen un problema, porque normalmente en algo siempre se manifiesta, pero no llegan a dar con el origen. Muchos se sorprenden. No se imaginarían que eso es lo que está aconteciendo.

¿También los padres de los menores que acosan se sorprenden?

En un porcentaje alto también. Hay algunos que igual no pueden darle una forma tan concreta, de seguro que mi hijo hace esto, pero no les sorprende tanto porque ya hay otras conductas que son indicadores. Lo pasan mal ambos bandos.

¿Hay que educar a los hijos para que denuncien estas situaciones?

Parece que con los años nos hemos deshumanizado un poco. Hemos perdido la responsabilidad para con lo que tenemos alrededor y echamos balones fuera. Si tú ves el sufrimiento de alguien que te rodea, lo que hay que hacer es enseñar cómo proceder en ese tipo de casos porque yo creo que ni siquiera todavía lo saben. Habría que formar porque son activos, están ahí, y muchas veces son parte del problema también o lo perpetúan.