Hay personas a las que solo se les enciende la llama de la solidaridad con el fósforo navideño y otras que albergan un fuego perpetuo con el que iluminan vidas a lo largo del calendario. A este segundo grupo pertenece Roxana, la mujer de Ibiza que, conmocionada por la brutal paliza que pulverizó el futuro de Alexandru Ionita en Amorebieta, sufraga desde hace dos años buena parte de sus gastos. Y lo hace desde la sombra, sin lucecitas ni taquígrafos. “La gente que necesita ayuda la necesita todo el año, no solo en Navidad”, dice. No viene mal recordarlo para quien empaqueta su generosidad cada año con el arbolito y las led.

A Roxana, madre de dos veinteañeras, la salvaje agresión grupal que dejó postrado en la cama con graves secuelas a este joven rumano –que podría haber sido su hijo o el de cualquiera– le anudó en su día el estómago y aún hoy le estrangula la voz. Se emociona, salvando las distancias figuradas y los más de 800 kilómetros que separan Ibiza de Bilbao, igual que lo hacía Ana Claudia Ionita, la madre de Alex, cuando relataba cómo le llamó mamá otra vez, tras dos años y pico de silencio impuesto por los golpes y patadas.

Las palabras de Roxana, anegadas al otro lado del teléfono por el recuerdo de aquella dolorosa noticia, no dejan lugar a dudas. Lo suyo hace mucho tiempo que trascendió el puro altruismo para entrar de lleno en el terreno del corazón. No en vano Ana Claudia y ella se dan los buenos días cada mañana, intercambian imágenes, hacen videollamadas... Dos desconocidas unidas por una tragedia. Dos madres que se han convertido en más que amigas letra a letra, desde su primer contacto a través de Facebook hasta su último whatsapp. Y, entre ellas, Alex y su objetivo común de mejorar la calidad de su maltrecha vida. Les cueste lo que les cueste, aportando una su amor y esfuerzo infinito a pie de cama y otra, su cariño y los medios.

Así evoluciona Alex, el joven que sufrió una brutal paliza en Amorebieta

Así evoluciona Alex, el joven que sufrió una brutal paliza en Amorebieta Pablo Viñas

Podría ser la amistad tejida entre estas dos mujeres de clases opuestas el guion de un bonito cuento de Navidad, si no fuera porque el hijo de una de ellas se comporta, a sus 25 años, como un bebé de dos por una bestial agresión. Un gran dolor envuelve su historia, atada con un lazo que ambas estrechan a base de consuelo, aliento, muchas risas y algunas lágrimas. Solo se han visto las caras a través de las pantallas, pero se consideran familia. “Es como la segunda madre de Alex. Es una persona maravillosa que ha estado siempre a su lado. Estamos todo el rato en contacto y nos ayuda muchísimo”, explicaba Ana Claudia hace poco más de un mes. La segunda madre de Alex dicho por su propia madre. No debe de haber reconocimiento mayor. “Me emociona e impacta mucho que me considere así”, confiesa Roxana. “Ella ayuda mucho a muchas personas, pero ahora está muy centrada en Alex porque le ha cogido mucho cariño. Está todo el rato pendiente de él”, atestigua una amiga de la familia.

Roxana no quiere protagonismo ni oír hablar de cifras, pero los gastos que conllevan los cuidados y la rehabilitación de Alex se cuentan por miles de euros al mes, que se sufragan en buena parte con sus aportaciones, con la pensión que cobra el joven y las recaudaciones solidarias que se realizan en Bizkaia e Ibiza, donde Roxana ha reclutado para la causa a su círculo de amistades.

En Año Nuevo el propósito de Alex ya no será ahorrar para comprarse un coche o un pisito en Rumanía, sino seguir aprendiendo a tragar, a hablar, a moverse... El de su madre, que se haga justicia, estando el juicio a los acusados mayores de edad a la vuelta de la esquina. “A los padres de los agresores no les diría nada. Bastante desgracia tienen de que les salga un hijo así”, afirma Roxana, que en ese duro trance apoyará a Ana Claudia “al cien por cien”. Como cada día.