¿Qué ha ocurrido para que se haya disparado la preocupación entre los padres y madres?

—Se ha acentuado el uso de los dispositivos y de aplicaciones como Tik Tok, de refuerzo instantáneo, con un algoritmo muy potente que provoca un enganche brutal. Empieza a ser un problema cuando la socialización de los chavales, desde primero de la ESO e incluso bastante antes, es tener una máquina. Es una realidad que crece exponencialmente.

¿Están viendo problemas de adicción a edades cada vez más tempranas?

—Sí, impartíamos talleres en programas de prevención, pero el uso abusivo estaba tan normalizado que empezamos a trabajarlo en consulta. Y las personas a las que atendía eran cada vez menores. No teniendo una gestión emocional ya estamos desarrollando una posible adicción.

El debate está ahora centrado en acordar una edad para entregar el primer dispositivo. ¿Qué dicen los expertos al respecto?

—No hay un consenso claro. No es lo mismo un niño de trece años, que una niña de trece años. Y cada niño es un mundo y tiene un nivel de madurez. Me parece complicado establecer una edad concreta. He visto hasta a niños de 6 años con un teléfono propio.

¿Y qué ocurre con los padres que ya han entregado ese móvil? ¿Qué pueden hacer para que el uso sea más racional?

—Es muy importante que el niño tenga cierto grado de autocontrol y que se consensuen, desde el primer momento, unas pautas. Lo ideal es que los padres también tengan cierta formación. Se deberían establecer unos horarios e, incluso, controles parentales. También acotar el uso de ciertas aplicaciones, para que no terminen entrando con 13 años en páginas de apuestas, por ejemplo.

¿Cómo afecta a los niños y adolescentes el temor a pensar que se están perdiendo algo por no tener teléfono?

—Es muy duro ver que todos los compañeros tienen un teléfono y ellos, no. ¿Por qué yo no? Lo viven desde el desamparo, incluso desde la vergüenza, la frustración y el enfado. Es importante que los niños también tengan pensamiento crítico para que entiendan que no están capacitados para tener una herramienta así en sus manos.

Uno de los aspectos que más alarma a los padres es el acceso ilimitado al porno.

—Sí, es un problema muy serio que vemos mucho. Acceden a páginas porno desde edades muy tempranas, cada vez más. Incluso puede desarrollarse una adicción. Los chavales entienden que el sexo es porno y eso trae consigo unos problemas más serios a futuro que hay que trabajar mucho. En consulta nos encontramos con casos de riesgo por la interpretación que hacen del sexo.

¿Se refiere a situaciones de abuso?

—Sí, se inspiran en esas formas y prácticas, por lo que es más fácil que se den formas de abuso a las mujeres o adicción al sexo, de una forma desmedida y desde la compulsión y la ansiedad, más que desde el deseo y lo natural. Como si el sexo fuese una droga, el componente adictivo es similar a las sustancias.

¿Manejan ya estudios que relacionan la salud mental con el uso desmedido de ‘smartphone’?

—Me encuentro cada día con adultos que no pueden estar sin el móvil y si lo pierden experimentan un síndrome de abstinencia. Empieza a ser un problema serio, el pensar que no podemos vivir sin móvil.

Es indispensable que los progenitores den ejemplo.

—Es importantísimo, que no se crea que el móvil es un juguete. Muchas veces los padres están poteando y el chaval está cuatro horas con el móvil. Es peligroso porque estamos desarrollando posibles riesgos.