“Me horroriza que mi hija esté con otras niñas de nueve años que ya tienen móvil”. Las palabras de Leyre Velázquez ejemplifican el rechazo que ha impulsado la unión de padres y madres para fomentar infancias libres de smartphone. Esta marea imparable, que comenzó en un grupo de Telegram en el barrio barcelonés de Poblenou, se ha extendido como la pólvora por todo el Estado. Y Bizkaia se ha subido sin pensarlo a esta corriente para difundir un mensaje que busca un compromiso colectivo para que los progenitores no entreguen teléfonos móviles a sus hijos antes de que cumplan 16 años. El grupo creado la semana pasada en el territorio ya cuenta con 528 miembros y se han generado comunidades específicas de una decena de centros vizcainos como Lauro Ikastola de Loiu, Askartza Claret de Leioa, Zipiriñe de Sopela o San José de Basauri. También se han formado agrupaciones en algunos municipios como Bilbao, Zamudio o Santurtzi.

La reflexión en torno a las consecuencias negativas sobre el uso del smartphone en los niños, que provocan conductas adictivas o fomentan el acoso, no es nueva en Euskadi. En los últimos años han aflorado diferentes iniciativas como Altxa Burua en Tolosa o Guk 16 de la ikastola Kuru-tziaga de Durango que invitaban a debatir sobre el uso de estos dispositivos. No obstante, la urgencia de esta preocupación es cada vez mayor. “A nivel personal, la gota que colmó el vaso fue La generación porno de EITB, un documental que te espeluzna”, revela Velázquez, madre de dos niñas de siete y de nueve años que aún no tienen teléfono propio y están escolarizadas en un centro concertado de Bilbao. Esta inquietud compartida con Cristian Espantoso, otro padre del mismo colegio, la llevó a abrir el grupo de Telegram en Bizkaia que cada vez cuenta con más adhesiones.

¿A qué edad le comprarías un móvil a tu hijo o hija?

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“Nos hacemos eco de esta iniciativa porque creemos que lo más valioso es trabajarlo en kilómetro cero”, revela esta madre, quien considera que “hay que sensibilizar a las familias de la necesidad de educar a los hijos en las nuevas tecnologías, desde el ejemplo, el respeto, la supervisión y el acompañamiento, además de la imposición de límites que tanto cuesta poner”. En ese sentido, considera que es indispensable ir de la mano con los centros escolares. De hecho, Leyre Velázquez y Cristian Espantoso ya han hablado con la directora del centro donde estudian sus hijas, quien se ha comprometido a trasladar esta inquietud a la junta directiva con ánimo de apoyarla. “Nos gustaría que fuera de la mano del centro y del AMPA. Necesitamos su espacio, su colaboración y su financiación”, expone Velázquez. Y todo ello sin prejuicio de seguir de cerca las acciones que puedan surgir a nivel estatal.

Sin demonizar

La apuesta por que sus hijas crezcan lo más lejos posible de los dispositivos con pantalla es “personalísima” en el caso de Leyre Velázquez. “Nunca hemos difundido fotos de mis hijas, ni las hemos invitado a que se acostumbren a comer con el móvil delante o que vean la tele desde las 8.00 horas”, expone esta madre, quien se congratula de que, salvo alguna excepción, los compañeros de su hija mayor aún no tengan un smartphone. Otro gallo canta en otros entornos como en los pueblos de veraneo, donde los niños se relacionan con otros menores de más edad. “Algunos tienen móviles y otros no. Hay que convivir con esta circunstancia. Prefiero estar presente que darle a mi hija un móvil para que esté comunicada conmigo”, añade.

Sin embargo, Leyre Velázquez considera que no hay que demonizar a los padres que han optado por otras decisiones. “Esto nos ha pillado a todos con el pie cambiado. Hace diez años se regalaba a todos un smartphone como si estuvieras regalando un tesoro. Todos hemos incurrido en el igual le compro una tablet a la niña”, expone. “Afortunadamente, alguien se ha molestado en hacer un estudio y pensar en las consecuencias negativas”, agrega visiblemente concienciada con los efectos nocivos de estos dispositivos, que van desde la falta de concentración al acceso a contenidos que no son apropiados para menores. “Estamos creando autómatas. Veo a cuadrillas de chavales a la salida del colegio alrededor de un teléfono. Yo me he criado jugando al balón”, reivindica esta madre.

En ese sentido, Leyre Velázquez asegura que predicar con el ejemplo es fundamental. Y es consciente de que los primeros que deben cambiar los hábitos son los progenitores, que fueron al instituto y a la universidad sin un smartphone del que muchos, ahora, no se despegan. “Como adulta es posible que no te enganches al porno, pero sí lo hagas teniendo 11 años. Te puedes enganchar a cosas que pueden generar estragos en tu visión de las relaciones humanas”, advierte. Por eso, su mensaje es claro: “Hay que dejar de comprar móviles para la Comunión. Y si como padre necesitas tener un poco más de supervisión con tus hijos, siempre puedes comprarle un teléfono sin intenet. Un smartphone es abrirles la puerta a un mundo que aún no entienden”, concluye esta promotora vizcaina.

Centros de Bizkaia

Madres y padres de la ikastola Asti Leku de Portugalete han recogido el guante de esta iniciativa que busca fomentar el debate. De momento, han conseguido reunir a 25 familias que están por la labor. Txomin Saratxaga es el impulsor de este grupo que ya se ha puesto en contacto con la dirección del centro. “La idea es informar a la escuela para involucrarla. ¿De qué manera? Con capacidad de convocatoria”, indica este padre, que tiene dos hijas de diez y de siete años. “Al final los que compran el teléfono somos nosotros y nos damos cuenta de que no estamos preparados”, añade Saratxaga, quien está en contacto con otros progenitores que tienen hijos algo mayores. “Nos dicen que es una utopía pensar en que no tengan teléfonos. Empiezas prohibiéndole las redes sociales pero ves que todo el mundo las tiene”, asevera citando el caso de un padre que vetó Instagram a su hijo de 13 años. “Dijo que era el único que las tenía capadas y que estaba pasándolo mal por ello”, revela.

Un estudio del INE evidencia que el 85% de los preadolescentes de 12 a 14 años ya cuentan con teléfono propio. Este hecho complica que el debate cale entre aquellos madres y padres que ya han hecho entrega de un dispositivo, más allá del deber de que haya un control parental. Por ello, no es de extrañar que quienes más preocupados estén actualmente sean aquellos que aún no han optado por facilitar un smartphone a sus hijos. “El director me ha trasladado que donde más pedagogía hay que hacer es en Primaria porque en Secundaria tienen el móvil encima y no se escapa nadie”, expone al respecto Saratxaga, quien defiende que, además de en los centros, la reflexión se tiene que extender a otros ámbitos como en los extraescolares. De hecho, ya se ha puesto en contacto con el club de baloncesto de su hija. En cualquier caso, aboga por la educación. “Los críos suelen recibir formación, han tenido algún curso de Pantalla Lagunak. Está muy bien, pero nosotros, los padres, también necesitamos formación. Nadie tiene fórmulas secretas”, remata.