Esta instantánea es una buena muestra de la evolución urbanística de Bilbao. La toma aérea de 1964 muestra un barrio tradicional de la villa, Bolueta, y uno en plena explosión demográfica, Santutxu. Sin duda, las instalaciones industriales de Santa Ana asomadas al río Nervión, con sus largas naves y las chimeneas de sus hornos, fueron el germen del barrio que linda con Basauri, municipio al que se conecta por el bello puente de sillería sobre el cauce. Hoy todavía podemos contemplar el viaducto, eso sí, reformado, y la vieja chimenea aledaña que tuvieron a bien mantener para recordar el pasado industrial de esta zona. Porque cuando se fundó Santa Ana de Bolueta, allá en el lejano junio de 1841, estos solares no eran ni tan siquiera Bilbao. Pertenecían al entonces municipio de Begoña y eran unos terrenos con mucha historia industrial, porque desde al menos 1479 hay constancia de actividad de molinos y ferrerías tradicionales. En esta zona se ubicaba la ermita dedicada a Santa Ana, esposa de San Joaquín y madre de la Virgen María, de la que tomó el nombre la gran fábrica que durante más de siglo y medio dio trabajo a decenas de generaciones de operarios locales y foráneos. Todo hasta 2011 cuando se tuvo que trasladar su producción a una nueva fábrica radicada en Gallarta.

Una actividad industrial que nada tiene que ver con los rascacielos que hoy protagonizan esta ribera, bloques residenciales de negro azabache y blanco nuclear. Una nueva urbanización, aún en desarrollo y por la que ensanchan las costuras del padrón municipal bilbaino, la cual supuso el derribo de las viejas casas que por detrás tenían las vías del tren que llegaban de Atxuri y por delante el tráfico de la carretera procedente de Basauri. También fueron pasto de la piqueta los dos grandes bloques de viviendas que destacan asentados al otro lado del puente y por debajo del trazado ferroviario de Renfe, que se alarga cual serpiente a la izquierda de la toma fotográfica. Destaca también la central eléctrica pegada al río y antecedente del gran polígono industrial que iba a crecer décadas después en esas campas hasta conformar el conglomerado de pabellones actual que cada domingo acoge el rastro de la villa.

Bolueta también fue escenario de otro evento muy deseado por los vecinos, la llegada del metro en julio de 1997. Un tendido ferroviario y una estación que se asentaron en el trazado del viejo tren que unía el barrio bilbaino de Matiko con el basauritarra de Azbarren y que se observa a la derecha de la imagen.

Otra arteria de comunicaciones, la carretera que venía de Galdakao y conectaba con Bilbao, pasaba con un puente por encima del mencionado trazado férreo. A su vera, se ve la casa que alberga el tradicional restaurante Otxoa y el bloque de viviendas que hoy muestra su fachada multicolor al intenso tráfico rodado de la zona. Esta carretera es la muga entre Bolueta y Santutxu. Desde aquí las laderas empezaron a poblarse de altos  rascacielos y apelotanados edificios residenciales hasta constituir en la actualidad el barrio con más densidad poblacional de Bilbao.

Por encima de las viviendas de San Agustín y las que conformaban la actual calle Juan Guisasola, otra urbanización típica ejemplo de colmena habitacional, el grupo Sagarminaga, empezaba a tomar forma con sus elevados bloques. A su izquierda aún se veía limpia la campa que años más tarde quedaría sembrada de más rascacielos en formato pastilla y apretados entre las calles Pintor Ángel Larroque y Juan de Irigoyen.

A la derecha destaca otra gran extensión baldía apenas atravesada por un camino. Es el espacio donde se levantaron centenares de viviendas en esos dos cuestionables edificios alargados de 14 plantas de altura y fachada blanca entre las actuales calles Cocherito de Bilbao y Pintor Anselmo Guinea. Sus moradores fueron los que mejor contemplaron la construcción del polideportivo de Txurdinaga en los años 80, uno de los servicios municipales que más trasiego de vecinos de Santutxu, Bolueta y aledaños genera en la actualidad.

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