Las playas están a rebosar este domingo. En la de Ereaga (Getxo) apenas caben más toallas. Los aparcamientos aledaños al extenso arenal también están hasta la bandera de vehículos. En las heladerías tampoco faltan clientes. Puede que algunas hagan hoy el agosto en el estreno de un octubre que, por el momento, se está caracterizando por la anomalía térmica. Tanto es así que el Gobierno vasco activará este lunes el aviso amarillo por el calor que va a asfixiar Bizkaia durante la próxima jornada, en la que se esperan hasta 36 grados en algunos puntos del territorio. En definitiva, que hace un calor morrocotudo. No lo dice un servidor, sino las tres vecinas de Bilbao que, ayer, estrenaron el mes ataviadas con atuendos más propios del estío que del otoño. 

En una época en la que los árboles acostumbran a desprenderse del abrigo de las hojas, los mercurios de la capital vizcaina registran, en algunos puntos de la ciudad, hasta 35 grados para sorpresa de los bilbainos pero también de los foráneos como Sara Hernández. “La verdad es que no esperaba iniciar el mes de octubre con tanto calor”, reconoce esta barcelonesa afincada en Bilbao por motivos laborales. Aterrizó en la villa hace ya un mes, cuando el verano languidecía, a la espera de que la próxima estación le tomase el relevo. “Imaginaba que en Bilbao haría frío –dice refiriéndose a su percpeción de la ciudad en esta época del año antes de su llegada–. En Barcelona tenemos un clima más cálido, pero incluso allí esto no es normal”. En ese sentido, la joven catalana advierte de que las consecuencias más acaigas del cambio climático ya están haciéndose notar. “El cambio climático ya no es un mito, algo teórico que te cuentan en la tele. Es algo real, que se concretiza en estas altas temperaturas”, sentencia antes de regresar a las páginas del libro que leía al amparo de la sombra que proyectaba uno de los árboles del Parque de Doña Casilda.  

Para Maite Ferreras el cambio climático nunca ha adquirido tintes míticos. Es más, esta madrileña, que lleva un lustro residiendo en Bilbao, afirma que hace veinticinco años, cuando los comités de expertos todavía no le añadían la coletilla de ‘emergencia’, ella ya tomaba medidas. “Hace mucho tiempo estudié una asignatura que se llamaba Ecología. La alerta me viene de largo”, asevera. Por otro lado, señaló que en los cinco años que lleva viviendo en Bilbao “el clima ha cambiado muchísimo”. Tanto es así que Maite no recuerda un estreno de otoño tan cálido. “A pesar de que llevo poco tiempo aquí, conozco la ciudad. Mi hija lleva muchos más años haciendo de Bilbao su hogar que yo”, apostilla. Mientras comenta todo esto, no cesa de abanicarse a fin de mitigar un poco el intenso sofoco. “Llegaré a casa, cerraré todas las persianas y me encerraré”, zanja antes de subirse al tranvía en la estación de Abandoibarra. 

En la playa el primero de octubre

Patricia Núñez, al igual que Sara, se emplea en la lectura. Como Sara, ha escogido la sombra de un árbol –en este caso del Paseo de Abandoibarra– como rincón de lectura y, al contrario que Maite, no se muestra especialmente alarmada por la anomalía térmica. “Reconozco que me encanta este tiempo. Ahora, me sorprende, me extraña que haga tanto calor en octubre”, dice. Precisamente de eso, de su asombro, estaba hablando la trabajadora social con un amigo –que aprovechó el domingo para tostarse en la playa– poco antes de que este redactor la interrumpiera.

Por otro lado, y a pesar de que disfruta de las caricias del astro rey en su piel, afirma que toma “todas las precauciones para que el arrumaco no se torne en puñetazo solar. “Evito salir durante las horas centrales del día y siempre, siempre, me mantengo hidratada”, dice. Eso sí, todo apunta que a partir de este martes dichas medidas no tengan que ser aplicadas. Y es que a partir de las 19.00 horas del lunes se producirá un giro de viento a noroeste que provocará un descenso de las temperaturas.