“Nací en un viejo y terco caserío aquí, en Peruri”, rebobina 92 años Venancio Aurrekoetxea Beitia. Para todos, cariñosamente, es Palo. Un hombre alegre, con sentido del humor, generoso, amable y parlanchín. “Un anciano prolongado charlatán”, asegura él con gracia. Es, sobre todo, alguien muy querido en Leioa, como lo demuestra el homenaje que le han brindado en el barrio de San Bartolomé. Lo han impulsado para ensalzar a Palo como persona “excepcional y vecino ejemplar, siempre dispuesto a ayudar a los demás”; y también por su aportación a los herri kirolak. Por eso, el carrejo de San Bartolomé lleva ahora su nombre y cuenta con una placa que resume su trayectoria.

Venancio Aurrekoetxea, como carretero trasero, con José Mari Landatuze, como delantero.

“Este leioaztarra de pro comenzó a hacer sus pinitos en el deporte rural vasco en 1942, cuando era apenas un chaval, y se mantuvo activo durante unos impresionantes cincuenta años, hasta su retiro en 1992, o como él mismo suele decir, cuando decidió cortarse la coleta. Si bien inicialmente incursionó en la modalidad de arrastre con bueyes, luego dio el salto al mundo del arrastre con caballos y burros, y ha sido en el desempeño de esta última disciplina en la que se hizo reconocido por todos nosotros. Además, Palo ha representado con orgullo a Leioa, no sólo en plazas de Bizkaia, Gipuzkoa y Araba, sino incluso a nivel estatal. Es todo un todoterreno y, por todo ello, un verdadero orgullo para nuestro querido Leioa”. Así reza parte del escrito dedicado a Venancio que luce en el carrejo de San Bartolomé. Él, con dosis de humildad, resta importancia a su papel. “Fue todo a pequeña escala, porque mejores que yo había muchos. Aunque algún otro había por detrás, ¿eh?”, comenta Palo, que visualiza bien su primer contacto con los herri kirolak. “Empecé hace muchísimo tiempo, cuando yo era un chaval de 14-15 años. Yo siempre he sido muy andarín y vi un día en Lauquíniz (Laukiz) unas pruebas de burros y pensé: ¿Esto por qué no hacemos en el barrio? Si tenemos burros en todos los caseríos… Bueno, había burros de dos patas también, más que de cuatro, incluso. Fui donde un amigo y le dije: Vamos a organizar unas pruebas. Y me contestó: ¿Tú estás loco?”, rememora.

Realmente, sus primeras incursiones se dieron en Berango, por ello, guarda “mucho cariño” a esta localidad. “Allí se hacían pruebas con Josetxu Elorduy y su hermano Javier, Paulino Unanue… Y que me perdonen, porque no me acuerdo de todos. Tenía buenos amigos allí. En Berango estaba poco explotado, pero en Leioa menos aún. Allí había un poquito de semilla y esto era tierra virgen para el deporte rural. Me dieron muchas facilidades en Berango”, destaca Venancio. Este leioaztarra también pone en valor la figura de José Luis Bilbao, de Leioako Euskal Kirol Zaleak, para el desarrollo de los herri kirolak en Leioa. “Aquí se le debe mucho. En deporte rural era un pueblo muerto hasta que vino él con otros desde Lujua (Loiu)”, reconoce Palo. “Tuvieron que venir de fuera para abrirnos los ojos”, añade.

A Berango y Leioa está unido, por lo tanto, el camino de Venancio. Y ambos municipios lo tienen a él en sus corazones. Por eso el latido de este homenaje, en el que también participó el alcalde leioaztarra, Iban Rodríguez, que le entregó una réplica de la placa colocada en el carrejo. Y por eso, otro gesto que ya protagonizó Berango con él. “Algún otro homenaje ya me han hecho. No sé por qué... porque por méritos propios no será. El primero que me hicieron fue en Berango, en Santa Ana, con el entonces alcalde, José Antonio Landa. El carrejo de allí está hecho gracias a él”, repasa Palo. Pero Leioa es Leioa, claro. Su hogar. Sus raíces. Su recorrido vital. Sus recuerdos. Sus andanzas. Sus etapas: las primeras, las segundas, ¡las de 92 años! Allí continúan. En Peruri. En San Bartolomé.

“Fui a parvulitos donde la maestra doña Cornolia, aquí en un caserío de abajo. Cornolia, ¡vaya nombre!”, sonríe. “A la escuela fui poco. Iba tarde: desde las diez hasta las doce. Había que trabajar. Iba hasta Altamira. Luego, Juanito Yarritu, que estaba en el Ayuntamiento daba clases particulares en su casa e iba allí. ¡Qué buen maestro era!”, señala Venancio. Él también trabajó en el Ayuntamiento, en el de Getxo, en su oficina técnica, después de estar en un matadero. También fue concejal en el Consistorio de Leioa y presidente de la Asociación de Labradores y Ganaderos de este municipio. “Y lo sigo siendo porque nadie me ha dicho que no”, afirma. “Por esto, y especialmente, debido al aprecio que le tenemos, y por ser un referente... Eskerrik asko, Venancio”, concluye la placa.